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Para cuando el auto se detuvo, la noche ya había caído completamente. Era increíble como en pocos minutos la oscuridad se había apoderado de las calles, también las personas que hacía vida nocturna comenzaban a salir de su hogar, incluyendo a aquellos que se iban de juerga los viernes por la noche, y otros que en su defecto tenían la obligación de trabajar. Fuese cual fuera la razón, cuando las luces de los faroles callejeros se encendían, Londres parecía tener otros aires.
Los chicos fueron bajando de a poco hasta que al último fue mi turno, porque yo estaba del lado contrario a la puerta abierta. Ya que la camioneta de Harry era un poco alta, tuve que acomodar los lados de mi falda de modo que no se viera algo indebido. Por fortuna logre aterrizar sobre los varios centímetros de tacón sin que mi falda se levantara, y para cuando lo hice, todos ya se encontraban parados en la acera esperando por mí.
La ansiedad recorrió como una ola todo mi cuerpo, un portón negro se alzaba frente de nosotros, trás el estaría aquello que tanto misterio tenía. Los chicos se apresuraron a empujarlo con el fin de poder entrar allí, y mientras lo hacían una idea de lo que era comenzaba a configurarse en mi mente.
Esta vez, fue un pasillo completamente oscuro lo que nos esperaba, pero al parecer ellos ya conocían el lugar, porque entraron despreocupadamente, seguramente a sabiendas de lo que había del otro lado de las cortinas negras. En ese momento comprobé que no era fácil caminar con semejantes zapatos en la oscuridad, puesto que mi sentido de la orientación fallaba y me vi en la necesidad de engancharme el brazo de Harry para que me guiara hasta nuestro destino. Él susodicho soltó una ligera risita cuando clavé las uñas en su antebrazo, y dándose cuenta de lo que ocurría, empujó su brazo alrededor de mi cintura de modo que quien iba al frente era yo.
Pronto dejé de sentir las fuertes manos de Harry en mi anatomía, me detuve para ver que estaba ocurriendo, sin embargo, me encontré con que estaba sola. Habiendo perdido a los chicos de vista y, un poco asustada, me decanté por la opción de seguir caminando, tratando de encontrarlos en el camino.
Una cortina negra delimitaba mi paso, fue entonces cuando me detuve y largué un suspiro antes de empujarla y seguir a donde quiera que eso me llevara.
Unos gritos desenfrenados se escucharon más allá, y la única razón por la que no me detuve fue porque ellos sonaban como si un grupo de gente realmente se estuviera divirtiendo, eso pareció darme el valor para dar los pasos faltantes y enfrentarme a la multitud que de pronto se encontraba frente a mí, del otro lado de la tarima.
¿En qué momento había subido yo hasta ahí?
A mi costado había un muchacho no mucho mayor que nosotros, sostenía un micrófono en su mano mientras gritaba fuertemente mi nombre, las otras personas gritaban aún mas y agitaban tanto varitas luminosas como vasos llenos en el aire, pero no fue hasta que divisé al único grupo que conocía justo al lado de donde se hallaba el DJ con su equipo, sonrientes y aplaudiendo que realmente entendí que todo eso era por mí.
No pude hacer más que sonreír cuando las luces rojas, blancas, y verdes me enfocaron en el centro de la tarima, y prontamente, tuve a los chicos reunidos a cada lado de cuerpo, de nuevo, la pista de feliz cumpleaños inundaba mis oídos estrepitosamente. Yo mientras tanto, seguía en mi nube de polvo rosa, aún sin salir del trance en el que me encontraba, disfrutando del calor que tanta gente, desconocida y conocida a la vez, podía brindarme. En dado momento la melodía paró, y el salón estalló en aplausos casi al mismo tiempo que me asfixiaron en el segundo abrazo grupal del día, era maravilloso sentir tanto amor, casi tan increíble como la felicidad y la dicha en la que mi corazón se regocijaba.