**Harry**
Caminaba de un lado a otro de la habitación, estaba desesperado tratando de drenar aquel repentino ataque de rabia y melancolía.
Me encontraba triste, preguntándome ¿por qué todo tenía que ser tan difícil?
Ella me gusta, incluso más de lo que me gustaría admitir.
¿Es eso tan difícil de entender?
¿Qué tenía que hacer para que ella lo notara?
Sinceramente sus palabras se sintieron como un golpe bajo.
Uno que me dejo sin aire.
Desesperanzado de pronto.
Me pregunto si acaso malinterpreté sus señales o me emocioné mucho con ella. Creyendo que ella sería como preciado oxigeno en este mundo lleno de basura.
Pero no, ella es un maldito dolor de cabeza.
Uno que me encanta, a pesar de sus terquezas y su orgullo.
¿Por qué tenía que ser ella?
¿Por qué no me gusta cualquier otra chica que dejara las complicaciones por un lado y fuera feliz de una buena vez conmigo?
Pero no, es ella, la linda chica de sonrisa floja y ojos inocentes.
La misma de rizos salvajes, esa que no tiene miedo a dejarse vencer por nada, pero que tiene miedo a enamorarse. Aquella que niega sin cesar que entre nosotros hay química, pero que se sonroja a más no poder cuando me acerco demasiado.
La misma Jane a la que besé el otro día.
Por un momento los malditos muros que nos alejan desaparecen, entonces ella los levanta de nuevo y con más fuerza.
Simplemente me confunde.
¿Por qué tiene tanto miedo a enamorarse?
Esa lengua viperina suya puede decir que yo no soy nada para ella, pero aquellas orbes oscuras no dicen lo mismo cada vez que nuestras miradas se cruzan.
Ella cree que con sus palabras yo me alejaré, pero lo que ella no sabe es que lo que yo quiero lo obtengo a cualquier precio.
Y Jane Williams no sería la excepción.
La luz de la luna ilumina tenuemente la habitación, en la oscuridad la sensación de vació es tan penetrante que realmente me siento solo, tal cual alma perdida, entre las monótonas cuatro paredes.
-Maldito estrés-
Pienso cuando las primeras punzadas del dolor de cabeza atraviesan mi cabeza.
No lo soporto, todo esto son demasiadas preocupaciones para mí.
La universidad, en ella mis notas están bajando.
Mis amigos, ellos dicen que casi ya no me ven.
Mi padre, llama queriendo saber de mi, ¿Qué se supone que le diría?
Jane, la bipolaridad personificada.
Tanta presión, solo me hace desear una cosa, por lo que reviso mis bolsillos un momento para buscar mi celular.
La pantalla se enciende y lo desbloqueo, entonces busco rápidamente el menú ‘’mis contactos’’ y presiono el botón verde, para llamar a aquella persona con la que hace algún tiempo no tenía contacto.
''¿Carlos? habla Harry'' digo en el altavoz cuando por fin me contesta.
(…)