Acomodé el afelpado gorro sobre la parte superior de mi rostro, gentilmente rotando mi cabeza a un costado en busca de su familiar rostro. Suspiré al no encontrarlo, y me apresuré a caminar al frente y hacia la salida, sin dejar de estirar mi cuello intentando localizarlo entre la multitud.
Los guantes picaron en mis manos cuando lo vi venir hacia mí, mis dedos deseosos de sentir la aspereza de sus rizos ahora prisioneros del bonito gorro naranja que adornaba lo alto de su cabeza, creando una borrosa línea de color a medida que el muchacho trotaba torpemente a través de la nieve. Yo decidí hacerle la tarea un poco más fácil, alcanzándolo medio metro antes de que nuestros cuerpos chocaran y yo me encontrase columpiándome de adelante hacia atrás en sus brazos.
Yo lo extrañaba, y ahora que el último día antes de clases antes de las vacaciones navideñas había llegado, su ausencia estos días se dibujaba a colores neones en el fondo.
Un mes había pasado desde la última reunión que tuvimos, desde entonces, nuestra relación siempre se había sentido como si el débil trozo enrollado de hilo que esta era, se hubiera estirado al punto de tornarse en un mero conductor de tensión. Nuestros horarios se habían convertido en círculos monótonos que no admitían otras posibilidades, y mi vida se basaba en ir a la universidad, luego al trabajo, comer, estudiar y caer exhausta en la cama para, al día siguiente, repetir el ciclo una vez más. Apenas y teníamos tiempo para vernos los fines de semana, en mi caso, yo tenía que trabajar algunos días de ellos, y estando sometidos a tanto estrés, simplemente pasar los fines de semanas juntos se convertía en algo tedioso, puesto que no podíamos darnos la atención adecuada.
A la larga eso nos había afectado, él y yo solíamos pelear por ello de vez en cuando, de alguna manera, cuando su horario se lo permitía, el mío discernía y viceversa. Nuestra relación comenzaba a ser incompatible y nos vimos en la obligación de evitar el tema mientras tanto. Yo agradecía a la tecnología actual y a Facetime el hecho de poder verlo de tanto en tanto por lo menos durante unos minutos, a pesar de que él estuviera solo a unos escasos kilómetros de mi ubicación.
Dejando de lado esos inconvenientes, habíamos creado un intento de equilibrio funcional para ambos, donde ninguno de los dos tuviera que renunciar a algo en su rutina, pero, seguíamos ignorando el problema, por lo menos hasta que terminara el semestre. Y ese era el día.
El estiró sus brazos hasta mis muñecas, enzarzando después mis extremidades con los suyas, yo sonreí cuando el olor a su perfume entró a mis fosas nasales permitiéndome aspirar el agradable aroma.
‘’ ¡Al fin!’’ él dijo y supe que generalizaba, el último semestre y las pruebas trimestrales habían requerido de su esfuerzo, y bien sabía yo que eso, más el trabajo y su vida, lo habían dejado agotado.
‘’Realmente estaba esperando estas vacaciones’’ me puse a su lado antes de que comenzáramos a caminar hacia el auto, lo cual me alegraba mucho porque yo había ido en taxi ese día, gracias a que mi auto se había quedado atascado en la nieve y me había dado cuenta demasiado tarde como para hacer algo al respecto. Un taxi fue la mejor opción entonces.
‘’ Pienso lo mismo, de hecho, no veo la hora de ir a disfrutar de la navidad’’ comenté moviendo su mano y la mía hacia el frente y hacia atrás, jugando con ellas mientras que con mi otra mano sostenía mi bolso.
‘’Créeme, lo harás si la pasas conmigo’’ su hombro empujó al mío, y yo reí. La forma en que sonreía cada que bromeaba era hermosa.
En silencio recorrimos los pocos metros hasta que llegamos al automóvil al cual no tardamos en subir, no exageraba cuando decía que el clima era indomable, y aún dentro del auto, se necesitaba que la calefacción nos entregara un poco de calor.