Nunca entendieron cómo fue que terminaron juntos, quizás fue porque nunca se lo cuestionaron, el hecho simplemente fue que después de unas salidas entre amigos en común, miradas traviesas y juguetonas que se perdían entre ellos, bailes que cada vez eran más cercanos, roces de manos al caminar, pequeñas risas cómplices cuando se topaban en la calle... y, prácticamente, todo lo que se demostraban con su cuerpo, los hizo ser lo que son ahora.
Cuando les dijeron a sus amigos que entre ellos había algo más, que ya no sólo se juntaban a hablar, sino que sus labios se tocaban y sus manos se acariciaban; ellos se burlaron de aquella relación, no podían creerlo, hicieron apuestas para ver cuánto tiempo duraban.
Y es que agua y aceite no se mezclan, dicen, pero también se debe tomar en cuenta el tipo de aceite y el tipo de agua ¿no? Porque no todos son iguales, y eso mismo pasaba con ellos...
A ella le gustaba el campo, a él las montañas. Ella prefería quedarse leyendo, a él le gustaba mirar televisión. A ella le gustaba el tenis, él prefería el fútbol. Ella decía blanco y él negro. Uno prefería un restaurante y el otro comida rápida. Ella estaba acostumbrada a luchar por lo que quería, él siempre lo había tenido todo... todo.
Por eso sus amigos se burlaron, pero si habían opuestos ellos eran la clara representación. Los conocían y fueron testigos de todas y cada una de aquella riñas generadas entre ambos por pensar de manera diferente... por ser tan diferentes... Porque cuando ella decía: «me gusta el frío», él opinaba que el calor era mejor en todo aspecto.
Aunque la cosa se volvía pesada cuando aparecían los temas políticos. Ella defendía al pueblo y los derechos de todos aquellos que no tenían voz, él defendía los intereses de los que únicamente pensaban en seguir llenándose los bolsillos propios. Rayos y centellas aparecían en sus ojos cada vez que discutían, sus amigos quedaban de lado, solo ellos dos, solos los dos, nadie más cerca, nadie más lejos, lo único importante era dejar callado al otro.
—¿Dónde dejaste el collar que te regalé?
—Lo vendí.
—¿Necesitabas dinero? —preguntó arqueando una ceja y mirándola moverse de un lado a otro, ordenando.
—No, el dinero no me sirve, no es importante para mí.
—¿Entonces por qué vendiste mi regalo? —Su voz sonó un poco irritada.
—No lo necesitaba, no sé por qué me das esas cosas que sabes que no me gustan.
—¿Y qué hiciste con el dinero? —consultó rodando los ojos.
—Lo di a la fundación de ancianos, ellos sí lo necesitan más que yo. —Él apretó los puños, aguantando no golpear algo.
—Me cansé... —dijo al fin y ella continuó ordenando—. Me harté de ti y de esta relación que siempre supimos no nos llevaría a ningún lado, me aburrí de todo, ya no doy más... ¡No se puede vivir así contigo! Saldré por esa puerta y no volverás a saber de mí en tu vida —amenazó y dio la media vuelta.
Pero ella no dijo nada, simplemente siguió con lo que hacía, sin mirarlo, sin voltear a detenerlo, tarareando una canción y ordenando...
Él tomó el pomo y lo giró, pero antes de jalar la puerta sonrió y luego comenzó a reír, se acercó a ella por atrás y le dio un beso en el cuello.
—¿Por qué no puedo dejarte?
—Porque, a pesar de todo, a pesar que seamos completamente diferentes, somos compatibles, no hay quien te aguante como yo lo hago y viceversa... Además, me amas tanto como yo a ti.
Sólo eso necesitaba escuchar para quedarse tranquilo y saber que nunca nada ni nadie los podría separar, porque a pesar de ella ser de izquierda y él de derecha, se amaban, y eso era más poderoso que cualquier color o diferencia que pudiera llegar, siquiera, a pensar en separarlos.
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Recovecos
Short StoryCuando la mente decide formar parte de la vida de las personas, aparecen muchas historias que contar, y cada una de ellas es parte de un Universo mágico que hay más allá... Recovecos es la recopilación de varios relatos que nos enseña lo que pasa po...