A veces tres no es suficiente

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Llevaban varios años de conocerse, desde que entraron al colegio a los cinco años, ya ni siquiera se acuerdan cómo fue que se hicieron tan buenos amigos, lo único que saben es que se hicieron inseparables los tres.

A todo el mundo les parecía raro, a unos más que otros, pues ellos eran dos chicos y una chica y no hacían diferencias entre ninguno: o eran todos o no era ninguno. Aunque cada vez que se les ocurría alguna travesura y ésta era pillada, si caía uno, caían los tres...

La gente decía que cuando crecieran tendrían problemas, siempre los tríos acaban mal, pero ellos dijeron que no, que nada ni nadie los separaría, que ellos eran más que amigos, eran hermanos, habían sellado su hermandad con sangre aquel caluroso verano a orillas del lago cuando con un cuchillo, previamente desinfectado, cortaron la palma de sus manos y las juntaron, mezclando la sangre, mezclando sus vidas, creando un lazo mucho más valioso de lo que es la simple amistad. Si enfermaba uno, enfermaban todos...

Pero a veces la malicia pasa, y ésta vino en forma de corazón.

Sin darse cuenta los chicos se fueron enamorando de aquella niña que cambiaba con el paso de los años, primero empezaron a notar el cambio en su cuerpo, luego en su personalidad, después fue como ella se vestía y lucía mucho más bonita que antes. Y, como siempre, si uno se enamoraba se enamoraban todos...

Y así ocurrió, uno de ellos se dio cuenta que su amigo tenía los mismos sentimientos que él por la misma chica, y la batalla campal comenzó... Al principio sólo fueron palabras, luego insultos y después uno que otro golpe, al final terminaron ignorándola a ella que no entendía nada de nada. La hermandad se desmoronaba por culpa de un encaprichado corazón...

Aunque las cosas no siempre resultan como uno desea, porque cuando ella, cansada de que sus amigos la ignoraran y viendo que ellos volvían a llevarse tan bien como antes, decidió plantar las dudas sobre la mesa y los encaró. Abrió la boca cuando ambos chicos, entre gritos y peleas los tres, le confesaron su amor, luego se tapó la boca con ambas manos y estalló en carcajadas. Esta vez si reía uno, no reían los tres...

Cuando ella se calmó, le pidieron explicaciones, pero ella sonrió tanto que ambos se quedaron bobos mirándola, y luego eso se acabó cuando sonriente les dijo:

—Par de mensos, prometimos no enamorarnos de nosotros, ¡somos hermanos! Y, como creo que en este caso la regla de los tres se rompe, les confesaré algo: tengo novio. Ustedes estaban tan ocupados ignorándome que conocí a alguien... Quiero presentárselos, porque sé que eso que dicen sentir por mí no es más que un capricho, los conozco, además ¿por qué pelear por mí si hay tantas chicas lindas en todos lados?

Los chicos se miraron incrédulos frente a eso, se levantaron del suelo en el que estaban sentados y le dieron la espalda. Ella sonrió aún más y los alcanzó, los abrazó rodeándoles por el cuello, un brazo a cada uno, y les plantó un beso en la mejilla.

No se sabe muy bien lo que ocurrió luego de ello, pero aún suelen verse caminar a orillas del camino abrazados y sonrientes, al fin y al cabo, donde va uno, van todos...

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