Nuevamente estaba allí sentada en aquella vieja banca de la plaza en el pequeño pueblo donde vivía, de prácticamente toda su vida. Ya había olvidado desde cuando se sentaba en el mismo lugar sólo para recordar.
Y las lágrimas brotaban sin cesar, otra vez...
Aunque aquel día sería diferente, a pesar que ella no lo sabía, y eso se podía saber hasta en el aire que se respiraba. Ya no era frío, el invierno estaba quedando atrás para dar paso a la primavera, una que se esperaba fuera de las más floridas vistas en los últimos años, el olor a flores silvestres llenaba el ambiente. Además, aquel grato olor que siempre acompaña luego de un día de lluvia —a pesar que la última lluvia había sido hace varios días ya—, se hacía presente queriendo imponerse frente al resto.
Simplemente era un día espectacular y especial para quienes sabían aprovecharlo.
Ella no era el caso... Llevaba varios días llorando desconsoladamente por algo que ella sabía muy bien no valía la pena: un chico... Pero ¿qué podía hacer si sentía que su corazón estaba destrozado, que cada que vez que respiraba le faltaba el aire al saber que ya no lo tendría, que cada mañana al despertar deseaba seguir durmiendo porque por lo menos en sueños lo tenía, que cuando se miraba al espejo sonreía pensando que aquella sonrisa volvería a cautivarlo, que todas las noches releía cada uno de los mensajes al celular o los mails enviados por él, sin importarle si eran esas estúpidas cadenas o escritos por él, si llevaban su nombre ella los leía una y otra vez? ¿Qué podía hacer si hasta como alarma tenía la canción favorita de él?
Suspiró, sus amigas la habían abandonado cuando ella se hizo adicta a él... Porque tenía que aceptarlo de una vez por todas, ella era una adicta y esa adicción no era buena para nadie, no escuchó cuando sus amigas le dijeron que él no era un buen tipo, sino que las ignoró y se empezó a alejar. Le creyó todas y cada una de sus mentiras, porque si salían de su boca, pronunciadas por esos labios que tan bien la besaban, ¿cómo podía ser mentira? No, claro que no, todo lo que él decía era la más pura y santa verdad...
Grande fue su error, por no decir inmenso...
Pero estaba enamorada, aquel bichito del amor (que yo pienso que es una mosca, porque sí que abundan en primavera, cuando el amor florece) la había picado bastante fuerte... O simplemente ella se había dejado engatusar demasiado fácil... Pero ¿qué podía ella ofrecerle a él? Por más que lo pensaba no entendía eso que sus amigas le decían: «él te quiere por interés». No, no lo entendía, ella no tenía nada, él todo...
Y luego se encogió de hombros...
¿Cuántas veces pensó que lo que le habían dicho era mentira? ¿Cuántas veces cerró los ojos, los oídos, todo, pensando que todo aquello era mentira y su gran amor decía la verdad? ¿Cuántas veces se negó la verdad a pesar de haber visto todo? Ya ni lo recordaba...
Y otra lágrima rodó por su mejilla...
Y al fin entendió, ella había sido una apuesta, una estúpida apuesta por ser la niñita buena del colegio, la que siempre se portó bien, la que nunca tuvo novio alguno, la que tenía excelentes notas, la que algunos llaman «cartucha», otros «empollona», algunos la conocen más como «nerd», todo dependiendo de la región en que se encuentren, pero así mismo como en las películas, ella había caído engañada y sido maltratada de la peor forma...
Y limpió aquella gota salada con la punta de sus dedos...
Pero ¿acaso no siempre llega el príncipe azul al rescate en esas tontas películas? ¿Y dónde estaba el de ella? ¿Por qué, después de tanto tiempo de llorar, él no aparecía si ya había pasado tanto? ¿Dónde estaba? ¿Dónde?
Y sus ojos se apretaron con fuerza...
Ella era de las que no tenía hada madrina, de las que la vida le tenía preparado absolutamente nada, quizás sólo lágrimas, de ella se había olvidado hasta la hormiga más insignificante... Ella no era nada y, por ende, no merecía nada... Entonces ¿de qué le servía seguir esperando a su príncipe azul? No, la vida real no termina como en las películas, la vida real es dolorosa y sufrida, la vida real es un asco...
Y una pequeña flor, de largos pétalos blancos y con pintitas amarillas, apareció frente a sus ojos que miraban el suelo...
Su príncipe no era nada más y nada menos que un chico al que conocía desde pequeño, y no porque se llevaran bien o algo, pero vivían en la misma calle, asistían al mismo colegio y a veces jugaban en el mismo grupo... Pero a ella no le agradaban sus hermanos así que tanta comunicación con él no tenía y con el paso del tiempo ya ni lo saludaba cuando lo veía, si es que alguna vez lo saludó... Su príncipe resultó que siempre la miraba de reojo y esperaba que ella estuviera libre para acercarse, pero cada día notaba que eso no pasaría jamás, ella estaba enamorada... Aunque cuando estuvo libre, se le partió el corazón al verla de esa manera, odiaba aquellas lágrimas y amaba la sonrisa de esa niña que le robaba los suspiros y sus sueños, su mal genio y su felicidad, él estaba dispuesto a todo por ella y se lo probaría... Estaba dispuesto a hacer lo que fuera con tal de verla sonreír nuevamente, con tal que ella le prestara un poco de atención y, por qué no, con tal que ella le diera un beso y poder ser feliz para siempre... o quizás hasta cuando tuviera que durar, no hay que ponerse tan melosos.
Y así, ella entendió, que las lágrimas también significan comienzos...
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Recovecos
Short StoryCuando la mente decide formar parte de la vida de las personas, aparecen muchas historias que contar, y cada una de ellas es parte de un Universo mágico que hay más allá... Recovecos es la recopilación de varios relatos que nos enseña lo que pasa po...