¿Por qué no ahora?

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No recordaba muy bien cuanto tiempo había pasado desde que salió de aquel pueblo para comenzar una nueva vida, si sabía que fue mucho, quizás demasiado, pero su sueño no estaba allí, sino que lejos, muy lejos de todo aquello.

Ahora, en cambio, caminaba con las manos en los bolsillos y miraba el suelo. Su paso era lento y pausado, de a ratos se detenía, miraba en rededor, llenaba los pulmones de aire, ese que extraño por tanto tiempo: limpio, puro, embriagador, al fin volvía a recorrer su cuerpo... y luego continuaba con su paso mientras recordaba...

Había algo en su pasado, uno que no estaba tan lejos como pensaba, que cada vez que se le aparecía lo hacía sonreír, y en aquel momento tampoco sería la excepción, ¡y cómo olvidarlo! Si fue lo único que pudo cambiarle el destino y dirigir su sueño con otro rumbo, pero a veces las líneas de la vida están trazadas desde tiempo inmemoriales y su cometido siempre fue alejarse.

Decidió dar un giro y sentarse en la vieja plaza donde solía pasar sus tardes mirando el paisaje, aunque realmente no fuera eso lo que miraba con tanta atención. Se sentó en el mismo asiento que usaba antes de irse y contempló el cambio en aquel pueblo: los edificios habían sido reconstruidos, pintados o simplemente embellecidos. Las personas se veían diferentes a como él las recordaba, ya no había chicas caminando con sus mochilas en la espalda o a los costados mientras tomaban algún helado o comían dulces riendo y charlando, a diferencia de eso había muchas parejas, chicas sentadas, prácticamente, a horcajadas sobre los chicos, otros solos con celulares en mano y algunos con notebook. Definitivamente aquel pueblito tan añorado había cambiado mucho en esos años, quizás demasiado a su gusto.

Recorrió con su vista todo el lugar y las imágenes comenzaron a aparecer como flashes en su mente, tantos recuerdos, tantas risas, tantos llantos... pero, más que nada, tantas medias sonrisas y miradas traviesas.

Y así fue como la recordó. Ella asistía al mismo colegio que él, nada más que un nivel más abajo, solía verla todos los días caminar de su casa al establecimiento, salía como quince minutos antes de la entrada y llegaba casi justo. Él lo sabía muy bien, vivía un poco más lejos y cada día ajustaba su reloj psicológico para toparse con ella y cuidarla en el camino... Volvió a sonreír al recordarlo.

Siempre la vio como una chica algo solitaria, la observaba desde la ventana en el colegio, porque afortunadamente para él su salón quedaba al frente y podía estar todo el día perdido en ella. Y la veía sola sentada en el último lugar, aburrida apoyando la cabeza en el vidrio mientras jugueteaba con un lápiz en la mano. Él hubiera dado cualquier cosa por ir a acompañarla y entretenerla, o por lo menos así lo pensaba.

Levantó la cabeza e, inmediatamente, los rayos del sol, algo débiles por encontrarse en invierno, le dieron directo a los ojos. Estiró los brazos, bostezó y cruzó sus dedos tras la nuca. Continuó con los ojos cerrados y recordando aquel día en que la vio sentada, frente a él, en aquella plaza. Ella leía y sonreía y a él le pareció que el mundo se iluminaba con aquello, a veces hasta soltaba algunas carcajadas, intentó agudizar la vista para poder leer el título que tanto la hacía reír y, cuando lo hizo, recordó que él también lo había leído y que no le encontró ninguna gracia, fue cuando pensó que aquella chica era rara.

Pero, cuando ella dejó el libro y fijó su mirada algo confundida en él, se le paralizó el mundo y no le quedó más que bajar la vista y hacerse el desentendido. Ella se levantó y se marchó, él apretó los puños por ser tan cobarde y no atreverse a hablarle.

Luego de eso las cosas se volvieron diferentes, él la buscaba con la mirada en el colegio siempre que podía y ella se la respondía... Lo mismo pasaba cuando caminaba tras ella, en ocasiones volteaba y lo veía, él se hacía el loco y miraba fijo al frente, a veces la adelantaba, a veces fingía tararear una canción. Algunos días creía ver una media sonrisa dibujada en el rostro de ella cuando lo miraba, y eso bastaba para tenerlo todo el día como un completo idiota enamorado con el corazón latiéndole a mil... Aun así no se atrevía a hablarle.

Lo otro que no podía dejar de recordar eran todas esas veces que se consiguió algún tipo de trabajo en los alrededores de la casa de ella, con el simple deseo de verla aunque fuera unos segundos, pero pocas veces eso ocurría y cuando pasaba, ella apenas lo miraba, logrando que su corazón se apretara y pensara en miles de cosas que los podrían separar.

Aunque nunca le dijo nada, aunque nunca le declaró su amor, aunque nunca le enseñó el latir de su corazón cuando la tenía cerca, nunca le regaló una sonrisa, y cuando la vio con aquella rosa en las manos se le acabó el mundo, porque una chica con una rosa sólo podía significar que estaba enamorada de aquel quien le dio aquello. Porque ¿por qué no? Si ella era un rayo de luz filtrándose en las espesas nubes de lluvia, un arco iris en la tormenta, la más hermosa de las flores silvestres. La más brillante estrella en el firmamento, la que con su sola presencia lograba llenar de alegría en mundo entero, ella era todo para él aunque no fuera capaz de decírselo aunque su destino estaba a tan pocos días de separarlos.

Y entonces pensó que si ella sólo le hubiera dado una pequeña señal de que correspondía su amor, él nunca se hubiera marchado, se hubiera quedado con ella por siempre, pero no fue así, no pasó nada de eso, porque no la volvió a ver, porque ella nunca le hizo saber que algo escondía su corazón para él...

Y así le resultó más fácil culparla a ella y arrancar... Pero hubo algo que él nunca supo, que aquel día de su graduación una chica solitaria entró y compró una fotografía de él para mantenerla como recuerdo por siempre. No, él no lo supo, a él sólo le pareció raro que hubiera una sola fotografía en vez de dos, como a todos... No, él nunca pensó que aquella chica era la culpable de eso. No, él sólo imaginó que ella era feliz en brazos de aquel que le regaló la rosa, y con ese pensamiento en mente, y dejando todo atrás, se marchó para no volver.

Se levantó dejando todos los recuerdos en ese viejo asiento, llenó los pulmones de aire y lo exhaló con lentitud, continuó con su camino, al fin y al cabo en pocas horas volvería a su hogar lejos de allí a continuar con su vida. Sin darse cuenta, al ir caminando distraído, chocó su hombro con otro alguien. Se detuvo unos pasos más adelante y volteó, como llamando por algo místico, una chica se le quedó mirando y luego le sonrió de medio lado, él dio un paso a su encuentro y, luego de tantos años se preguntó: «¿Por qué no ahora?».

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