Se llamaba Beatriz...

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Ella era Beatriz, una chica que se había esforzado toda su vida por ser la mejor y poder optar a diferentes becas de estudio, ella quería cumplir su sueño e ingresar a la universidad para tener su título y mayor reconocimiento por sus esfuerzos.

Ella era Beatriz, su primer novio —o mejor dicho el primer chico con quien tuvo algo más formal— le rompió el corazón. Pero ella era fuerte, supo levantarse y mirar al frente, nada la detendría y tenía muchas cosas en las que pensar y ser.

Ella era Beatriz, la que por distraída y buena gente reprobó una asignatura, una que tuvo que seguir atrasando hasta que llegaron los de primero y se convirtieron en sus compañeros, para bien... y para mal...

Ella era Beatriz, que se ilusionó con quien no debía, una vez que zurció su corazón y éste volvió a bombear sangre, se partió en mil pedazos... nuevamente. Quizás necesitaría más que hilo normal para volver a juntarlo.

Ella era Beatriz, la que terminó huyendo porque al fin y al cabo nada más tenía que hacer allí...

«Beatriz, verdadera alabanza de Dios» dijo una vez Dante Alighieri. Pero ella no se consideraba así, ella no era esa Beatriz.

Ella era Beatriz, fría, calculadora, confianzuda, risueña, alegre, serena, peleadora, pacifica, la que pasaba desapercibida, la que prefería guardase lo que sentía, la que un día no pudo más...

Dicen que aún vive en un país lejano de su hogar, dicen otros que ya no pisa estas tierras, mientras que algunos aseguran que es feliz, a pesar de todo lo que guarda su corazón, que logró al fin encontrar el amor y que cada día que pasa su sonrisa vuelve a ser la de antes. Dicen también que nunca lo olvidó, que siempre lo amó, pero que eso no le impidió volver a enamorarse. Dicen, también, que un día él golpeó su puerta, pero ésta nunca se abrió... Cuentan por allí, que él también desapareció...

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