Siempre presente

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¿Recuerdas nuestra niñez?

Yo recuerdo a aquella loca niña que conocí un día, aquella que le temía a las arañas, avispas y abejas, pero que ni se acordaba de los bichitos cuando trepaba los árboles, se arrastraba por el suelo o se escabullía por algunos rincones llenos de tierra y varias cosas que quién sabe lo que eran.

¿Recuerdas cuando nos conocimos?

Tú tenías doce, yo también, acababas de cumplirlos cuando tus padres se mudaron junto a mi casa, la casa de mi padre, aquel señor que tanto aborrecía y que tú tanto temías. Te mandé a callar porque tu voz mientras cantabas era horrorosa... luego me hice adicto, me encanta dormirme, tú entre mis brazos a la vez que me cantas... como cuando éramos niños, como cuando aún no pensaba en enamorarte...

¿Recuerdas nuestras travesuras?

¡Cómo olvidarlas! No me había divertido tanto, quizás esos momentos sólo podían ser reemplazados por todos aquellos que viví con mis hermanos, de los cuales muchas veces sentí celos porque te la pasabas jugando con ellos y a mí no me tomabas en cuenta... Bueno, quizás no eran celos, no soy celoso.

¿Recuerdas algunas de nuestras vacaciones?

Se me viene a la mente la vez que nos fuimos a la casa de campo, cuando casi te caes del caballo, cuando casi me ahogas en el lago, cuando casi te beso mientras dormías a la sombra de un árbol que nombraste «verdecito». Lo sé, tú originalidad vale oro...

¿Recuerdas a aquella niña que odiaba andar de falda en el colegio?

Yo la tengo siempre presente, era mi niña, a quien cuidaba tanto como a mis hermanos... incluso quizás más. Aquella que no soportaba que nadie mirara, aquella que me pertenecía por el simple hecho de respirar, aquella que no pude tener, aquella que sólo quería ser mi amiga, aquella que me hizo derramar mis primeras lágrimas por amor...

¿Recuerdas tus primeras lágrimas por mí?

Nunca quise hacerte daño, nunca quise hacerte llorar, es uno de mis mayores arrepentimientos, pero en ese tiempo no me daba cuenta, quizás tampoco lo hago ahora, aunque verte en brazos de otro y que tus labios rozaran otros me hacía hervir la sangre... a pesar que yo ya tuviera novia, ya tenía a quien amar y besar...

¿Recuerdas nuestro primer beso?

Tú tenías doce, yo también, te lanzaste de pronto a mis brazos y juntaste tus labios con mi mejilla. Te hice a un lado rápidamente, luego te di la espalda. Mis mejillas ardieron, tú reíste a carcajadas aunque no me viste colorado. Yo me di cuenta que me gustabas, tú sólo continuaste riendo y diciendo lo enamorada que estabas de otro chico, uno que te enseñó a besar...

¿Recuerdas nuestro segundo primer beso?

Tú tenías veinticinco, yo también, nos habíamos estado gritando, nos dijimos cosas que guardábamos de hace tiempo, confesaste que me amabas... Se me paralizó el mundo, todo se detuvo, saliste corriendo y te alcancé, no te dejaría escapar, no otra vez. Se apareció el innombrable, pero tú ya tenías dueño y ése soy yo, siempre había sido yo, yo y nadie más... Te besé, al fin tus labios sobre los míos, al fin probando aquello que me negaste por tanto tiempo, al fin comenzabas a pertenecerme por completo.

¿Recuerdas la última vez que te dije te amo?

Fue hace sólo unos instantes, mientras te tenía entre mis brazos, poco antes de besarte... Tú sonreíste y me abrazaste, te escondiste en mi cuello y te sonrojaste. Al fin y al cabo siempre serás mi niña, mi pequeña y traviesa niña... La de rizos castaños, la de ojos brillosos, la que siempre tiene una sonrisa que regalarme, a pesar que en el fondo quiera llorar, la que no le gustan las flores pero cuida el planeta como si fuera su mayor tesoro. Por eso y más, te vuelvo a decir: te amo...

RecovecosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora