Recovecos

¿Recuerdas?

¿Recuerdas nuestro primer beso?

Tú eras una niña y yo un niño, apenas sabíamos hablar y qué decir de todo lo que sabemos hoy en día.

¿Lo recuerdas?

Fue una tarde de abril, tú tenías esos rizos colgando por tu cara, jugábamos en el patio de tu casa, tus hermanos con el mío hacían de sus travesuras y nuestras madres los vigilaban más a ellos, porque bien los conocían para saber lo que eran capaces de hacer. ¡Y vaya que nos han causado risa! Con sólo recordarlo mi estómago se aprieta por tanto reír. Pero bueno, que el tema es otro, ¿verdad?

Tomé tus rizos y te los jalé, no había nada más divertido que verte hacer pucheros por el dolor, pero antes que lloraras y me acusaras, junté mis labios con los tuyos para que no dijeras nada. A pesar de ser tan pequeños tus mejillas se tornaron de color carmín y yo sonreí, algo en mi interior me dijo que tú serías mía para siempre... para siempre...

Pero el «siempre» a veces es un mal amigo, muy mal amigo... Sé que no te gusta que te hable de estas cosas, pero mis presentimientos siempre se han hecho verdad, sé que no llegaré a un mañana, sé que me iré antes de tiempo, sé que mi hermano se pondrá mal con eso, soy lo único que tiene...

Te lo he dicho varias veces, cuídalo por mí, cuídalo como si fuera yo quien lo hace, cuídalo y no dejes que me siga, no quiero que ninguno me siga. Yo me iré, pero estaré por siempre contigo. Nunca olvides todo lo que te amo. Nunca olvides nuestro primer beso...

¿Recuerdas nuestro primer beso?

Tú tenías quince, yo dieciséis, casi diecisiete. ¿Lo recuerdas? Yo lo llevaré marcado en mí ser hasta el momento en que mi esencia desaparezca por completo. Pero no por eso tienes que quedarte sola eternamente, porque tienes derecho a ser feliz... muy feliz...

¿Recuerdas lo que sentiste?

Y no llores por mí, porque yo estaré bien, sé feliz y cuida a mi hermano. Sé feliz y no olvides nunca lo que yo sentí por ti. Sé feliz y no dejes de vivir. Sé feliz, simplemente eso...

Te amo.