Amor y olvido

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Como todas las mañanas, al despertar, se preguntaba ¿por qué? ¿Por qué no podía dejarlo? ¿Por qué seguía con él a pesar que la única familia que tenía cerca se oponía terminantemente a esa relación? ¿Por qué no regresó? ¿Por qué a pesar de todo seguía extrañándolo? ¿Por qué nunca la llamó? ¿Por qué terminaba pensando en otro que no era su novio? Meneaba la cabeza, se ponía de pie y se metía al baño, la ducha matutina siempre la despejaba.

Al salir, y como era de costumbre, su teléfono celular comenzaba a repicar incesantemente. Su novio, ese que se ganó un «sí, quiero» por la persistencia que tuvo para conquistarla, ese que se esforzaba día a día con ganarse su amor, ese que por más mal que ella lo tratara seguía allí sin importarle nada, ese que ella intentaba quererlo hasta llegar a amarlo con el paso del tiempo; la llamaba para darle los buenos días, que se cuidara, que la extrañaría y que se verían en un rato. Ella le mandaba un beso, un abrazo, un te quiero y juega bien. Él era un jugador de fútbol, ella una programadora de computadores.

Era cosa de salir de su habitación para encontrarse con su prima, que caminaba perezosamente por el pasillo hacia el baño. A penas se miraban ella suspiraba e intentaba arrancar de la bomba de preguntas que nunca podía dejar atrás. Su prima se lanzaba cual felino al acecho y no paraba de hablar hasta que la mayor le servía desayuno. ¿Por qué aún te llama en las mañanas? ¿Por qué no has terminado con él? ¿Qué tanto le ves, es un completo idiota? ¿Por qué piensas que él te merece? ¿Acaso no serías más feliz con quien está en Londres? ¿Por qué no regresamos? ¿Por qué te niegas a esa felicidad? ¿Por qué no simplemente mandas todo al demonio y te vas con él? ¿Por qué nunca le dijiste la verdad?

Ella simplemente suspiraba y tomaba desayuno evitando responder todo aquello, imposible que se quedara callada, pero sí podía hablar de cualquier otra cosa. Su prima se terminaba cansando con el paso de los minutos. De igual forma las cosas ya no tenían sentido para ella, de hace tiempo que habían dejado de tenerlo, todo se fue derrumbando de a poco y no tenía ganas de luchar por una causa perdida, por un amor que no iba a ningún lado, por un amor de olvido. Quizás era demasiado cobarde, o demasiado orgullosa, para regresar y afrontar todo. Quizás simplemente quien estaba en Londres se la merecía menos que quien estaba allí, quien la llamaba todos los días, quien todos los días le decía te amo.

Un día creyó encontrar la excusa perfecta para terminar. Era un día un jueves, uno de los muchos que salían a dar una vuelta cuando él terminaba los entrenamientos. A ella no le gustaban las fotografías, él tenía su pequeña fama a causa de lo buen jugador que era. Ella temía que quien estaba en Londres se enterara de la relación que tenía con aquel chico, él quería que los fotografiaran juntos y que su amor saliera a la luz pública. Ella se sonrojó cuando un periodista grabó el momento en una lámina de papel, él medio sonrió.

La noticia se expandió, su prima le reclamó, pero ninguna llamada de Londres recibió. Ella sabía que quien estaba lejos leía esas noticias, él también era futbolista. Sabía que se enteraría, si no era porque él lo viera, serían los rumores, pero no hubo llamadas, no hubo cartas, no hubo mensajes. Sólo una ilusión falsa que terminó de romperse.

—¿Sabes? —dijo un día mientras estaba con su novio sentados en el parque—. Eres mi presente, quizás no seas mi futuro, quizás no sea el tuyo, pero quiero que mientras dure nuestro presente, poder amarte como tú me amas a mí. Sé que no he sido la mejor novia, no sirvo para eso. Sé que no me he esforzado, pero quiero hacerlo, de ahora en adelante, quiero ser tu mejor presente...

Él le respondió con una enorme sonrisa, ella sintió que su corazón se hacía pedacitos pero le sonrió. Él la abrazó con fuerza, ella apretó los ojos. Él la besó con amor y ternura, ella dejó escapar una lágrima de dolor. Le había costado decidir, le había costado decir todo aquello, pero más le había costado mentirse a sí misma, porque a pesar que quería intentarlo, sabía que no podría hacerlo. Ella estaba enamorada y por más que intentaba no lograba olvidar al que estaba en Londres, al que no se acordaba de ella, el que se casó con otra... Y a pesar de todo, cuando su novio le susurró un te amo, ella pensó en el otro, soñó con su voz, soñó con sus labios, soñó con que alguna vez la amaría, soñó con una vida al lado de alguien que ni siquiera se esforzaba en llamarla.

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