Mía

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Hoy recordé el primer día en que fuiste mía... No, no es lo que estás pensando y no me refiero a aquella noche de nuestra boda. Por supuesto que no.

El primer día en fuiste mía fue aquel que te lancé el balón de fútbol desde la ventana de mi hermano hasta tu habitación, tú cantabas con esa desafinada voz que te caracterizaba, tan alto, tan alto que mis oídos me dolían y mi piel se volvía de gallina con cada uno de tus gritos. Aún pienso que fue un milagro que no terminara con sordera...

No creo que lo olvidaras, la pelota golpeó con fuerza tu cabeza, te quedaste callada al instante, no escuché más tus espantosos gritos, no escuché más tu canto chillón y que me dejaba con dolor. Simplemente se hizo la paz. 

¿Quién diría que al otro día seríamos compañeros de curso? A veces el destino es cruel y yo aprendí que un balón de basquetbol golpea mucho más fuerte que uno de fútbol. También aprendí que no sólo los chicos somos buenos para dar patadas a las pelotas, y no me refiero sólo a esas que se usan para jugar... tú me entiendes bien.

Desde ese día que eres mía, desde ese día que te ataste a mí, desde ese día en que ni te conocía pasaste a formar parte de mi existencia como yo de la tuya, porque a pesar que muchas cosas sucedieron entre tú y yo y que casi nos separamos para siempre, aún seguimos juntos... y ahora más que nunca. 

Simplemente mía...

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