¿Pequeño empujón?

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¿Pequeño empujón?

—¿Y? ¿Es verdad? —preguntó ansioso mientras bebía de su vaso, una mezcla de Coca-cola con vino tinto, o más conocido como «jote».

—¿Qué cosa? —Lo miró dejando su vaso sobre el bar, sabía a lo que se refería su amigo, pero no tenía ganas de hablar del tema.

—¿Terminaron otra vez? —El otro refunfuñó y bebió todo de un sólo sorbo, luego asintió con su cabeza.

—¡Vaya! —exclamó mirando a una chica que hablaba con otros chicos y sonreía—. Se le ve feliz, no puedo negarlo y... —Se mordió el labio sin quitarle la vista—. ¿Puedo ir al ataque? Es decir, ¡está para comérsela! Y como tú ya no la quieres...

—Haz lo que te pegue la real gana —contestó recalcando cada sílaba y volvió a prepararse otro trago, pero esta vez una combinación de ron con Coca-cola o «ron cola».

Observó a su amigo caminar a paso decidido hasta su ahora ex novia, llevaban bastante tiempo juntos, y en todo ese tiempo pasaron más peleándose que otra cosa, al final optaron por lo mejor y cada uno por su lado. Aunque tenían los mismos amigos, ella venía de lejos y se conocieron gracias a ese que iba al «ataque». Eran vecinos, ella vivía en el departamento de al frente y él la ayudó a conocer el ambiente.

Nunca olvidaría cómo se conocieron, fue en una fiesta —parecida a la que estaban ahora— y su amigo amablemente y con un guiño de ojo se la presentó, quizás no hablaron mucho, quizás no se llevaron bien desde el principio, quizás pelearon demasiado, pero ninguno pudo olvidar los besos del otro, por eso desde entonces permanecieron juntos, entre besos y peleas.

Pero a veces las cosas cansan y ellos se cansaron, ahora sólo miraba a su amigo intentando cortejar a la que tantas veces llamó hermana porque era novia de su «hermano». La sangre caliente le corrió por las venas cuando vio que la abrazaba por la cintura y le daba un beso en el cuello.

Avanzó a grandes trancos y la tomó de un brazo con fuerza, ella lo miró perpleja, su amigo simplemente la soltó. La guió hasta afuera y la dejó apoyada en la baranda del balcón.

—¿Qué...?

Aunque no pudo decir más, porque él la tomó del cuello y la besó. Ella no se opuso y le correspondió colgándose del cuello, no se separaron hasta que les faltó el aire.

—¿Y ahora? —preguntó otro de sus amigos que estaba observando todo.

—¿Qué crees? —dijo riendo el anterior—. Par de idiotas, se aman tanto que pasan peleando, pero un poco de celos y vuelven a estar juntos. Vamos a dejarlos, mañana estarán como el perro y el gato, pasado mañana se querrán casar, después volverán a odiarse, pero siempre acabarán así: juntos, sólo tenemos que darles un pequeño empujón.

—En eso tienes toda la razón, amigo, toda la razón. Te invito un trago.

—Eso es justo lo que estaba pensando.

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