¿Me extrañarás?

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—Si muero... ¿me extrañarás?

—Tú no vas a morir nunca.

—Yo moriré el día en que tú mueras.

—¿Por qué lo dices?

—Porque será el momento en que ya no existiré para ti.

—Nos encontraremos después de eso.

—Claro que no, sólo firmamos «hasta que la muerte nos separe», luego vuelvo a ser libre.

—Serás mía ahora y siempre y en todas tus reencarnaciones. Sí, lo digo antes que empieces con esa parrafada.

—No me interesa, de todas maneras seré libre.

—No te dejaré.

—Qué pesado eres.

—No, sólo quiero tenerte conmigo eternamente.

—Igual no podrás, seré un fantasma, tú no.

—¿Por qué no?

—Porque yo no quiero.

—¿Y eso qué? Lo seré igual.

—¿Qué no me puedes dejar respirar ni siquiera cuando muera?

—Tú no vas a morir.

—No, seré un fantasma.

—¿Me vas a extrañar?

—¿Eh?

—Cuando muera...

—Te extrañaré hasta el último día de mis reencarnaciones.

—Pensaba que no.

—¿Por qué?

—Por todo lo que has dicho antes.

—Ah...

—¿Sólo dirás eso?

—Imposible que no te extrañe, te amo con todo mi corazón y no dejaré de hacerlo pase lo que pase.

—Entonces seremos fantasmas.

—No puedes.

—¿Ahora por qué no?

—Porque te espera un ángel, ¿aún sabiendo eso prefieres un fantasma?

—Sí, eso es lo que quiero. No volveré a elegir un ángel si te tengo frente a mis ojos.

—A veces dices cosas muy sin sentido.

—Es porque a veces me parezco a ti.

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