Amor y desamor

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—¿Por qué me trajiste aquí? —preguntó cuando llegó junto a él, apoyado en el capó del auto—. ¿Quieres arreglar las cosas entre tú y yo? —Miró al frente, al cielo estrellado de aquel mirador, no quiso verlo a él, porque sabía la respuesta.

—Quiero que hablemos —contestó mirando en la misma dirección que ella.

—¿Sobre qué? ¿Tú y yo o tú y la prima de Marie? —Él la miró, no podía negar que en el último tiempo ella se había vuelto un poco más intuitiva o, mejor dicho, comenzaba a darse cuenta de cosas que no lo hacía antes, y a eso se le sumaba lo que le contaba Elizabeth.

—Tú, yo y Marianne...

—Cierto, Marianne... —susurró y miró el suelo, se metió las manos a los bolsillos del jeans y esperó.

—Yo... —Y el silencio creció, el viento silbó con suavidad y la ciudad comenzó a brillar con intensidad—. No sé cómo decirlo...

—Simplemente di que te gusta y nos evitamos tanto drama. —Se encogió de hombros y no alzó la mirada, sentía la de él sobre ella—. Se está poniendo frío, odio la humedad de Londres, y mi bebé me espera...

—Tú no odias...

—Ah, es cierto... bueno, no me gusta la humedad de Londres. ¿Está mejor así? ¿Así te gusto más? —Y las lágrimas rebotaron, haciéndose trizas, contra las zapatillas.

—No sé cómo pasó...

—Es igual a Marie, era normal, tú siempre has buscado una como ella...

—Déjame terminar de hablar —pidió y la observó fijamente, otra vez llorando, otra vez por culpa de él.

—Lo siento...

—¿Qué haremos? —preguntó y su voz sonó dudosa, como si le hubiera costado pronunciar aquello, pero lo hizo de todas maneras y ella suspiró, intentó tranquilizarse y lo miró, por primera vez desde que salieron de casa hacia el mirador.

—Quédate con ella. —Y sus ojos se encontraron, los celestes de él la miraron con asombro, los castaños de ella reflejaban tristeza.

—¿Qué...?

—Quédate con ella, es lo que buscabas en alguien desde que Marie se fue, quédate con ella.

—Pero... —Él no sabía si lo que presionaba su corazón era felicidad por ir tras de la chica que comenzaba gustarle, o era el hecho que ella lo dejara así como así, sin siquiera dar batalla—. Dijiste que no me dejarías nunca...

—Y no lo haré, yo no he dicho que te dejaré, sólo que te quedes con ella, ella te dará todo lo que yo no puedo darte porque no soy, ni me parezco en lo más mínimo a Marie. Ella es su copia fiel.

—No entiendo...

—Tú me lo dijiste hace unas semanas, sólo me quieres como amiga, y yo trataré de quererte igual... —Y se silenció, pero no dejó de mirarlo, porque el nudo en la garganta no la dejó seguir hablando, además ¿acaso no había intentando eso antes, años atrás, con resultados negativos?—. Siempre estaré contigo y con los niños, pero de diferente manera, quizás no te vea tanto al principio porque no quiero volver a pasar por lo mismo, pero siempre seré tu amiga, tu mejor amiga, como debió ser... como siempre debió ser...

—Pero yo... pero yo... —Y se quedó callado, ella volvía a llorar, y en el fondo lo comprendió, estaba eligiendo a otra, nuevamente ella tendría que verlo con otra, y no supo qué hacer—. No quiero que llores... —dijo al quedarse sin palabras.

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