Un juego

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—Vamos a jugar un juego.

—¿Cuál?

—Uno en que me amas para siempre.

—¿Para qué?

—Para que cuando lo hagas me compres y me des absolutamente todo lo que te pida.

—Eso no es amor, es manipulación.

—Sí, pero diciéndolo amor no suena tan mal y a ti no te deja mal parado...

—No quiero jugar.

—Te obligaré a hacerlo.

—Sí, como no. ¿Y cómo pretendes hacerlo?

—Te encerraré hasta que me ames.

—Eso es secuestro y no te amaré, sólo conseguirás que me canse de ti.

—Nah, tú solo te enamorarás de mí, yo no tendré que hacer nada.

—Aja, sí claro.

—Claro que sí, no podrás resistirte a mis encantos.

—Aja...

—Me colaré hasta lo más profundo de tu ser...

—Aja...

—Dame dos días.

—¿Para?

—Para que babees por mí.

—Estás loca, en dos días no...

Pero se quedó en silencio cuando ella lo besó, la abrazó fuerte y no quiso soltarla jamás. Después apretó sus puños, otra vez había perdido contra ella, no necesitaba dos días, en pocos minutos ya lo tenía en sus manos. Quiso hacerse el loco, como si no fuera así, pero...

—Yo estoy loca, lo sé, de naturaleza. Pero tú estás loco por mí.

Él suspiró, para qué negar lo que se notaba hasta por los poros, ya no tenía escapatoria.

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