6| Entre cajones

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6 de julio 2017

Me levanto de la cama y camino hasta la puerta, un montón de personas moviéndose por todo el lugar, enfermeros, doctores, pacientes.

—En la 102 —grita una enfermera a alguien detrás de mí, me giro para ver de quién se trata pero no hay nadie, entonces caigo en la cuenta de que es conmigo. Mi cuerpo por inercia se mueve solo hasta llegar a la habitación correspondiente. La 102. Mi mano se envuelve en el pomo y abro la puerta. Tendida en una cama se encuentra mi madre con una enorme sonrisa que al verme se vuelve aún más grande.

—¡Mamá! —exclamo acercándome a ella—. ¡Mamá! —me encierro entre sus brazos y beso su frente, ella me envuelve, devolviéndome el abrazo. ¡Cuánto la extraño! Me quiero quedar en sus brazos, pero un sonido estalla en la habitación y su fuerza en mí se debilita, comienza a escupir sangre en mi hombro y me aparto con lágrimas en los ojos y con la mirada perdida en busca del culpable, pero no lo encuentro, porque soy yo misma la que sostengo el arma que ha acabado con su vida.

 ¡Cuánto la extraño! Me quiero quedar en sus brazos, pero un sonido estalla en la habitación y su fuerza en mí se debilita, comienza a escupir sangre en mi hombro y me aparto con lágrimas en los ojos y con la mirada perdida en busca del culpable, ...

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Me levanto sobresaltada, lágrimas salen de mis ojos sin control, mi corazón acelerado intenta calmarse, mientras asimilo que solo ha sido una pesadilla. A pesar de ser una rutina, cada vez siento que la vivo más a fondo, me he mantenido en silencio, aunque hace semanas había admitido delante de la doctora que siempre tengo pesadilla, sin embargo le había mentido a Joey sobre mis pesadillas, no quería atormentar más a mi mejor amigo con mis problemas, siempre está ahí para mí, pero no podía aprovecharme de la situación.

Poniéndome de pie me di cuenta de que estaba entre sábanas, seguramente Christopher me había encontrado en medio del pasillo y tuvo que cargarme.

Pobre hombre me presta su hogar y tiene que cargar conmigo.

Tomé la ropa y me dirigí por el pasillo, la casa estaba vacía y algo me decía que la mayoría del tiempo estaría así. ¿No le gustaba la compañía? ¿Prefería estar solo? Saber algo de alguien a quien solo sé su nombre es algo muy complicado, más si actúa misteriosamente o quizás estoy tan acostumbrada a rodearme de personas abiertas.

Mis pasos se detuvieron frente a su puerta, estaba abierta, se llegaba a ver su cama tendida con unas sábanas blancas, y la curiosidad de saber que había ahí dentro pudo conmigo.

Esta no son cosas que suelo hacer, no, pero creo que en algún momento mi hermana me contagió con eso de ser entrometida.

Podría escuchar a mi madre pedirnos discreción y buen comportamiento. Si tan solo fuese cierto.

Me quedé de pie entre su cama y una mesa de noche arriba solo se encontraba un cuaderno con la tapa blanca, lo abrí y vi las peores letras que alguna vez en mi vida había visto. Lo cerré al instante, no queriendo ver algo que no debía y abrí el primer cajón y vi un objeto en la esquina inferior derecha. Mi mano voló al lugar donde se encontraba un bulto negro junto a las tantas franelas blancas perfectamente dobladas. Levanté una franela con mucho cuidado para no romper el casi perfecto orden que en el cajón había dejando al descubierto algo que mis ojos nunca quisieron haber visto. Un arma. ¿Qué hacía Christopher con un arma? Bajé la franela y cerré de un tirón. Froté frenéticamente mi mano por mi ropa mientras temblaba.

¿Qué hacía él con un arma?, ¿andaba en malos caminos? ¿Será parte de una banda? Un sin números de preguntas que involucraban a Christopher no de muy buena manera se pasaron por mi mente. Por qué el tendría que tener un arma en su casa, sé que es su casa y su vida y puede hacer lo que sea con ella pero si tienes un arma es porque piensas usarla, tal vez ahora mismo esté...

Basta me digo a mi misma no debería de estar juzgándolo sin saber el porqué y qué hace con ella.

Además no debería de importarme. Vine aquí para hacer mi álbum no para meterme en la vida de alguien que ni siquiera conozco.

Me repito una y otra vez eso e intento no entrar en pánico.

Él no te va a hacer daño Lauren.

Él no usará esa arma, él no la va a usar.

Me hago una mantra que intente calmarme porque aún tiemblo y mis pensamientos no hacen más que irse lejos.

Solo es un arma, respira.

Solo es un arma, respira

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Me encontraba volteando una tortilla cuando escuché la puerta abrirse, me sentí nerviosa al instante. Mis manos temblaron y empecé a sudar. ¡Por qué tuve que entrar su habitación! ¿Y si se daba cuenta de que revisé sus pertenencias? Sacudí mi cabeza, es imposible.

—Buenos días —me giré para ver su rostro y mi nerviosismo se fue. Llevaba una camiseta pegada al cuerpo y unos pantalones deportivos, no me había fijado en su físico antes, pero ahora era imposible no hacerlo, la camiseta que ceñía su torso bien formado era algo que todos ojos debían captar. Una gota de sudor corría por una de sus sienes, pero fue detenido por una toalla que tenía en su mano. Vi como una sonrisa se extendía por su rostro y recordé que debía responder a su saludo.

—Hola —respondí sonriendo con él. Por alguna razón este hombre me inspiraba confianza.

—Creo que se te está quemando algo ahí —dijo entre risa y me giré con una agilidad que ni siquiera sabía que conocía, evidentemente la tortilla se había quemado, la saqué y la tiré a la basura que se encontraba a la derecha de la estufa—. Iré a darme un baño, no me caería mal probar los desayunos que hace mi ahora compañera de piso, es más ya lo estoy deseando.

Lo seguí con mi mirada asintiendo. Vaya forma de auto invitarse a desayunar.

Seguí con lo que hace un rato había comenzado obteniendo unos fabulosos resultados, no se me habían quemado más tortillas y me había tomado la libertad de preparar chocolate con leche ya que era lo único que podía servir para desayunar a menos que Christopher quisiera beber agua, cosa que sabía que no haría. Se necesitaría hacer unas cuantas compras, por lo menos para el tiempo que duraría aquí. Las despensas apenas tenían algo que ofrecerme. Aunque no es que sepa mucho de cocina de todas formas.

Sin darme cuenta era observada. Y la cara que traía no era de me gusta mucho lo que has hecho de desayuno. Será que no le gusta el chocolate con leche.

—¿Sucede algo? —pregunto mientras mi ceño se fruncía.

—Nunca te enseñaron que no podías revisar las cosas ajenas —mierda, se había dado cuenta.

¿Cómo rayos se dio cuenta?

—¿Sí, por qué? —me hago la tonta e intento no parecer muy nerviosa.

—Deberías ponerlo en práctica —responde llevándose la tasa de leche a su boca.

—Insinúas que ando por ahí revisando las cosas de los demás.

—No, solo digo que deberías ser más prudente la próxima vez y tal vez ser más discreta, que yo no me dé cuenta de lo que has hecho, por ejemplo —se encoje de hombros.

Me quedo callada, ha dado justo donde no pensaba que daría, dejé todo exactamente igual como estaba, cómo se puede dar cuenta de tal cosa.

Tomo la tasa en mis manos, la acerco a mis labios, y al instante siento algo cruzar por mis pies, lo que hace que la tasa se caiga y se rompa en pedazos. Muevo mis pies involuntariamente por causa del impacto del objeto y del caliente del contenido del mismo.

—Mierda —digo cuando mi mirada se detiene en la sangre que brota de una cortada en mi pie.

Lila ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora