44¦ Lo siento

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44|Lo siento

20 de julio 2011

La oscuridad es más fuerte que yo y logró atraparme, me alivió en el momento que lo necesitaba, me alejó de las terroríficas imágenes que me atormentaría toda la vida; pero esa oscuridad no era eterna, lo supe cuando mis ojos se abrieron adaptándose a un lugar diferente, un lugar muy claro, muy blanco, lleno de luz, que podía cegarme, un pequeño pitido con sonido regular y pausado sonaba. Estaba desorientada, no sabía lo que sucedía a mi alrededor mucho menos quién me había traído aquí o porqué. Comencé a buscar a alguien que conociese cerca y vi a Joey recostado en un sillón medio dormido, miré a mi izquierda a su lado contrario buscando a mi hermana o a mi madre y recordé lo que había sucedido, mi respiración se aceleró y el sonido constante que antes sonaba se volvió más fuerte.

¿Dónde está mi madre? ¿Qué pasó con mi hermana? ¿Vendrá mi padre?

La ansiedad se apoderó de mí y tuve miedo otra vez, quería huir. No quería que me viese otra vez de esa forma, no quería que me hiriera. Tomé la intravenosa con mis manos, me dolía, todo dolía y daba vueltas, pero tenía que salir, no quería que viniera, no quería que sus manos volvieran a atacarme. Tenía que ayudar a mi madre y buscar a mi hermana, tenía que salvarlas.

La habitación se movió como un remolino sobre mí, Joey se puso de pie y sentía como unas manos me sujetaban con fuerza haciendo presión sobre el colchón duro del hospital impidiéndome salir de la cama e irme de ahí. Yo gritaba y veía borroso como apartaban a Joey de mi camino.

Estaba muy agitada y noté como una de las enfermeras que me sujetaban logró alcanzarme con la aguja de la jeringa, ya mi mente no podía mover mi cuerpo; ya no tenía fuerzas para seguir luchando y mis ojos se fueron cerrando, dándole paso nuevamente a la oscuridad.

Estaba muy agitada y noté como una de las enfermeras que me sujetaban logró alcanzarme con la aguja de la jeringa, ya mi mente no podía mover mi cuerpo; ya no tenía fuerzas para seguir luchando y mis ojos se fueron cerrando, dándole paso nuevament...

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22 de julio 2011

Abrí mis ojos poco a poco, los sentía pesados, como si hubiera dormido días completos sin despertar, en ese momento me encontraba sola en una habitación de hospital, pero como si tuvieran sensores para saber cuando un paciente se despierta entró un doctor junto a la señora Stone.

—Buenos días Lauren, ya despertaste. —No respondí, no hice nada, simplemente lo miré como si él pudiera darme la solución a mis males o como si con mi mirada ya él sabría lo que quería saber, ¡qué pasó!

Jayne me sujetó la mano y me sonrió con dulzura mientras el doctor hacía el chequeo, era una sonrisa lastimera, como de esas que quieren mostrar confianza pero no pueden; entonces mis ojos se llenaron de lágrimas porque sabía que había pasado algo malo, más malo de lo que había sucedido en casa, más malo de lo que podría imaginar que pasaría.

—¿Puedes mover la pierna izquierda Lauren? —preguntó el doctor y ahí me di cuenta de que el muslo de mi pierna izquierda estaba vendada.

Hice un ligero movimiento de la misma. Me sentía muy débil, mi cuerpo era como cargar con un saco de arroz sobre mí, me sentía pesada, la cabeza me dolía y tenía sueño a pesar de haber estado durmiendo.

—¡Muy bien! —anotó algo con su bolígrafo.

—¿Cómo está mi hermana y mi madre? —inquirí con voz ronca pero ansiosa de una respuesta aunque con miedo de que no sea muy buena.

—Eso no se lo puedo decir señorita Hill, el único expediente que tengo en mis manos es este. —Me miró a los ojos—. Supongo que la señora Stone le tiene respuestas.

Asentí, el doctor se despidió y me dejó a solas con Jayne.

—Tu padre está en un hospital psiquiátrico —comenzó a hablar—. Aparentemente según la investigación de los oficiales y la patología forense los medicamentos estaban vencidos. Tu padre estaba bebiendo pastillas caducadas Lauren, la farmacia será cerrada y tendrá una demanda.

Tragué saliva, yo había comprado las pastillas.

—¿Y qué hay de mi madre? —dije con lágrimas en los ojos.

Ella negó con la cabeza y volteó la mirada, una lágrima bajó por su mejilla.

—¡No! ¡Ella está bien! ¡Dime que ella está bien! —grité sujetándola fuerte para que me mirara, para que no huyera de mi mirada y saber que de verdad ella estaba bien.

—Lo siento —susurró y yo lloré, lloré más fuerte y negué con la cabeza una y otra vez.

—Eso es mentira, ella está bien —dije apartando la sabana de mi cuerpo—. Debe de estar en otra habitación, ella está bien —me iba a poner de pie a pesar de las punzadas de dolor, a pesar de que no tenía las fuerzas suficientes para hacerlo, yo la iba a buscar. Ella no podía dejarme, ella dijo que siempre iba a estar ahí para mí y para Payton.

—Tranquila —me sujetó para que no saliera de la cama—. Si no te tendrán que sedar otra vez.

—¿Dónde está Payton? ¿Qué hay de mi hermana? Yo quiero verla, tengo que verla. Déjame verlas —intenté ponerme de pie otra vez, pero me lo impidió de nuevo.

—Sé que esto es muy duro para ti, que es muy difícil de procesar, créeme yo aún no lo creo Lauren...

—Mi hermana —susurré.

—Ha sido suficiente por hoy Lauren —dijo con lágrimas en los ojos.

—¿Payton? —murmuré con la voz entrecortada.

No hubo respuestas, su silencio me lo dijo todo. Me había quedado sola, me habían dejado y a pesar de que mi padre estaba bien, nadie me podría asegurar que olvidaría lo que había sucedido, que sería feliz y que podría volver a verlo otra vez.

Así que me dejé caer en la cama de hospital, las lágrimas bajaron por mis mejillas y no intenté moverme. Aunque eso no implicaba que estuviera estable, mi corazón latía demasiado fuerte, justo como la otra vez, Jayne llamó al doctor y me volvió a sedar.

Lila ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora