Ella hizo la promesa de que después de su viaje a San Francisco traería la felicidad con ella. Que superaría ese pasado que tanto la atormenta.
Él se ofreció a ayudarla, pero nunca prometió que la ayudaría a afrontar su pasado, aunque sin darse cuen...
Estaba muy concentrada, tanto como para no darse cuenta de que le seguía el rastro, ella tomaba fotos de todo lo que viera a su paso y me hizo sentir bien, porque había pensado en el lugar correcto. Después de que Lauren tomara sus fotografías decidí que debíamos ir a comer, encendí la radio, con la excepción de que no encontré buena música.
Cuando estuvimos sentados uno frente al otro me entró curiosidad de saber de ella, no sabía nada, apenas su nombre y que le apasionaba la fotografía, quería preguntar porque eligió este lugar, por qué vino sola y por qué su vida es tan reservada, en los pocos tres días que llegué a verla la pasaba con una cámara entre sus manos y en algunas que otras ocasiones con un ordenador en su regazo editando cualquier fotografía, su tiempo se limitaba a eso, la fotografía.
—¿Por qué me miras tanto? —dice con la vista en su cámara.
—Eres muy hermosa —respondí sin pensar.
Me miró y entrecerró los ojos.
—¿Intentas ligar conmigo? —pregunta.
—¿Qué si lo intento? —respondo con otra pregunta.
En ese momento traen nuestros pedidos, pero yo no dejo de verla y aún ella no deja de verme. Sin embargo parece que no tiene palabras para añadir.
—¿Siempre es así? ¿Coqueteas con tus compañeras de piso? —Sonrío ante su pregunta.
—Yo no tengo compañeras de piso —respondo y tomo un bocado de mi comida
—¿Compañeras de cama tal vez? —Casi me atraganto ante sus palabras.
¿Compañeras de cama? ¿Qué insinúa, qué me acuesto con cualquiera? ¿que si intento algo con ella sería para un acostón? ¿Aunque estoy pensando en algo con ella?
—Lauren. —Apoyo mis codos en la mesa y me acerco más a ella—. No sé cuál es tu percepción hacia mí, pero yo no juego con ninguna mujer, para mi ninguna mujer es un revolcón, ni compañeras de cama. O como quieras llamarlo. Tal vez no esté intentando algo contigo, pero nada me lo impide y si en algún momento se me ocurre ten por seguro que no me pasaría contigo, mucho menos sería un relajo.
Vuelvo a mi posición anterior y ella se queda mirándome, sin nada que decir, yo queriendo saber que sucede en su cabeza en este instante como para hacer semejante pregunta.
—¿Y dime Lauren, tienes compañeros de cama? —robo su propia pregunta.
Se sonroja y mira su plato comenzando a comer.
—¿Entonces sí? —insisto por su silencio.
—El único que ha dormido junto a mí es tu primo —abro los ojos como platos.
¿Ella y Joey han tenido algo?
Cierro mis labios y miro hacia ella. ¿Está mintiendo? Porque no parece ser así, esta tan seria que juraría que Joey y ella han tenido alguna especie de relación.
Toma su tenedor y antes de llevarlo a su boca ríe a carcajadas.
—No sé qué pasó por tu mente, pero no es lo que piensas, Joey siempre ha sido mi mejor amigo y lo será, no más de ahí. —sigue riéndose.
Cuando logra calmarse vuelve su atención a la comida y me ignora por completo.
Creo que es muy fácil mentirme. Me lo creí.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
De vuelta a casa se mantuvo en silencio dándole vueltas a lo que sea que pasaba por su cabeza, en esta ocasión no encendí la radio, no tenía deseos de escuchar música y por lo visto a Lauren no le importaba.
Me comenzaba a fastidiar que el ascensor no estuviera aún arreglado, hacía dos semanas que se había dañado y por lo visto no pensaban arreglarlo, pobre de los que viven en el octavo piso.
Lauren se pasó toda la tarde junto a su ordenador, supongo que arreglando sus fotos, o lo que sea que haga con ellas, en cambio yo terminé de hacer los últimos arreglos a la página web que tanto me había costado hacer.
Para cenar ordené comida china, no sabía si a ella le gusta la comida china, pero no se había involucrado en la cocina o pedido algo de comer, así que no creo que vaya a declinar mi oferta.
Toqué la puerta de su habitación, a pesar de que se encontraba entre abierta, se encontraba con una pequeña coleta recogiendo su corto cabello, dejando algunos que otros mechones fuera, tenía un piyama blanco de bolitas color fucsia.
—¡Hey! Pasa —dice cuando me ve.
—He pedido comida china, no has salido de aquí y supuse que tendrías hambre.
—No era necesario.
—Claro que sí, tienes que comer si sales muerta de aquí estoy seguro de que Joey me mataría.
Sonríe.
—El no mataría ni a una mosca —responde.
—¿Y tú sí?
—Haría las cosas que no he hecho y que podrían haber salvado vidas, pero nunca algo que perjudique a nadie más —se encoje de hombros, para restarle importancia, supongo.
—Eso suena como si le debieras algo a alguien —respondo haciendo contacto con su mirada.
—Tal vez. Y sí, me gusta.
¿Qué? ¿Gustar?
— La comida china —agrega cuando ve mi cara de desconcierto.
—Ah, sí la comida china —río, en qué diablos estaba pensando.