1| Perdida y no en el desierto

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3 de julio 2017

Esta era mi última cita con Amanda, llevaba más de tres años viéndola y aunque nunca me ha gustado la situación le he tomado cierto aprecio. Ella es una mujer muy paciente, aunque su profesión lo amerita es muy paciente en todos los sentidos, con sus hijos, con sus paciente, ni siquiera entiendo cómo ha podido aguantarme por tanto tiempo o como aún no he sucumbido a dejarlo. En ocasiones siento que vengo solo a ocupar un asiento, antes era así, ella hablaba y yo me cruzaba de brazos a escucharla, tal vez estaba en ese entonces muy enojada con la vida y con lo que decidió regalarme: miedo y sufrimiento.

En ocasiones quiero cambiar todo mi pasado, pero no es posible, no es posible olvidar lo que vi, olvidar lo que sentí. No se pueden borrar las heridas si aún no hay cicatriz.

—¿Desde cuándo Lauren?

Suspiro no queriendo contestar. Pero pensando en hacerlo, reservarme las repuestas no me llevará a ningún lado, se supone quiero mejorar.

—Cada noche, desde que fui a visitarlas, creo que ver sus tumbas han afirmado que ya no están —respondo.

—¿Por qué te cuesta tanto decirlo, si sabes que ya lo sé? —relaja su postura en el sillón.

—No me gusta admitirlo.

Froto mis manos en mis ojos, al hacerlo deja la marca del maquillaje en mi mano. El único avance que he visto de la terapia es que me he abierto a la idea de compartir como me siento y que he dejado de llorar, antes lo hacía todo el tiempo, sin embargo no he enfrentado el problema todavía.

—¿Qué hay de tu abuela, estuviste ahí? —se me llenan los ojos de lágrimas.

—Sí, ya le había fallado tanto, la dejé sola, debí estar con ella, ella sufría también y mira ahora no está.

—Has hecho lo que has podido, has sido fuerte, ella no pudo enfrentar la situación y el dolor la consumió, no quiero que pase lo mismo contigo Lauren.

»Quiero que sonrías, más que mi paciente te considero mi familia y verte mejor es lo que más deseo, quiero ver como tus sueños se cumplen y como sigues adelante. Quiero que cuando vuelvas de San Francisco hayas encontrado lo que buscabas y si es posible trae la felicidad contigo, ¿de acuerdo?

Asiento sin mirarla a los ojos.

—Mírame —hago lo que pide—. Tú puedes, a pesar de todo lo que pasó sé que puedes, yo como madre quiero que mis hijos estén bien y no sufran, tu madre querría lo mismo para ti, date la oportunidad, no dejes que la tristeza se interponga en tu camino. Prométeme que cuando te vuelva a ver será en una magnífica exposición de todas tus obras.

—Lo prometo. —Esbozo una sonrisa.

 —Esbozo una sonrisa

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5 de Julio 2017

Llegamos con dos hora de anticipo al aeropuerto, cuando Joey se empeña en que lleguemos a tiempo no hay quién lo detenga, es una de estas personas que siempre quieren tener el control; aunque en nuestra relación de amistad ninguno de los dos llevamos el control siempre quiere que las cosas se hagan bien y de vez en cuando me persuade de hacer las cosas a su modo, Joey es la única persona de confianza que tengo a parte de mi terapeuta, él ha sabido lidiar conmigo en mis momentos de angustia y nunca se ha apartado de mí cuando lo he necesitado.

—Segura que necesitas tantas cosas —dice con su mirada fija en mis dos maletas.

—Claro, ahí está todo mi equipo —digo encogiéndome de hombros.

—Siento que llevas todo un estudio fotográfico y una escena de filmación para una película de acción ahí dentro.

Le doy un golpe juguetón en su hombro.

—No digas estupideces. Solo lo dices porque no quieres llegar al punto en el que me extrañaras.

—Te extrañaré —me abraza con fuerza—. Quiero que me llames en cuanto llegues, ¿correcto?

—Vale —respondo cuando llaman mi vuelo.

—¡Te quiero Lauren! —grita cuando me alejo y yo le mando un beso en el aire.

A veces nuestras muestras de cariño aparentan cosas que no son, hemos crecido juntos y ha sido el hermano que nunca tuve, siempre nos protegía a mí y a mi hermana en la escuela de los chicos que se podían propasar con nosotras, incluso en el primer año en la universidad seguía siendo lo mismo.

El vuelo transcurrió más rápido de lo que esperaba a pesar de ser casi cinco horas resultó ser agradable, la mayoría del trayecto la pase escuchando historias de una anciana que iba a mi lado, de como sus hijos son unos sin vergüenza, que no respetan lo que es la libertad de expresión. Dice que odia los matrimonios de sus hijos porque cada una de las mujeres con las que se casaron son unas arpías; cuando dejó de hablar de sus nueras, empezó hablar de lo único bueno que podía sacar de ellos, sus nietos, no hubo momento en que no me riera de algún improperio que saliera de su boca. Hasta llegué a incomodar a algunos pasajeros con mi risa, pero la señora era muy divertida.

Todo iba bien hasta que el taxi me dejó en la urbanización que se supone era la correspondiente, según el taxista esa era la dirección exacta, pero no veía ningún apartamento que tuviera la misma descripción que Joey mencionaba.

Así que tomé mi teléfono celular y marqué el número de Joe, respondiendo al segundo tono.

—Estoy perdida —resoplo.

—Cómo te vas a perder Lau, eso no tiene perdedora —dijo.

—Pero lo estoy —me quejo.

Él ríe un poco como si estuviera diciendo algo gracioso.

—Es en serio.

—¡Dios! Creo que necesitas un par de neuronas —se burla de mí.

—¡Joey!

—Vale, vale —dice entre risas—. Le diré a Chris. No puedo creer que estés per...

Colgué antes de que siguiera hablando. Y guardé el celular.

Esto es perfecto, no hacía apenas llegar y ya me encontraba perdida.



Capítulo publicado el: 5 Feb. 2018

Lila ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora