52¦ Una visita salvadora

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52| Una visita salvadora

9 de agosto 2013

El tiempo pasa volando, tanto como pasar años posponiendo una cita con la psicóloga que Joey intentaba encajar en mi apretado horario. Buscaba la excusa de que tenía mucho trabajo o tarea de la universidad, de que llegaba muy agotada y no daba para más, pero cuando llegó el momento de mi graduación ya sabía que no podía poner una excusa. Tenía tiempo de sobra y no podía seguir poniendo trabas a algo que tarde o temprano debía suceder, no tenía el deseo de hablar con nadie de lo sucedido, ni siquiera con Joey o su madre quien me trataba como su propia hija. Y aún así decidí ir, era una mujer amable y paciente, debía de tener casi la edad que mi madre tendría ahora o tal vez menos, no lo sé, no pregunté nada, ni siquiera emití palabra alguna.

No quería llorar, no quería recordar, aunque estaba vivo en mi memoria no quería decirlo en voz alta. Así que me contuve, pase toda la sección con los labios cerrados mientras ella decía cosas que no lograba entender.

Cuando la sección pasó me puse de pie y caminé a la salida, el auto de Joey estaba fuera y en el asiento de atrás estaba la abuela.

—Hola —saludo cuando me siento en el asiento contiguo al de Joey.

—¿Cómo te fue? —pregunta Joey y yo me encojo de hombros.

—Deja que asimile al menos lo que está haciendo y llévame a donde te pedí —dice con autoridad Myrna.

—¿A dónde vamos? —la abuela casi nunca sale de casa, a menos que sea para sus revisiones medicas o ir a la iglesia.

Joey se muerde los labios.

—Voy a ver a tu padre.

Volteo a verla y está muy seria.

—¡Yo no lo voy a ver! —declaro obligándome a pensar en algo que no sea ese día, obligándome aferrarme a los buenos momentos, a esos días donde todo estaba bien.

—No tienes que hacerlo, sé lo duro que debe ser ver a tu padre de esa forma, pero no podemos culparle.

Me quedo en silencio con los brazos cruzados para que no puedan percibir como me tiemblan las manos. Yo amo a mi padre y siempre fue un ejemplo para seguir en mi familia, porque afrontó todo lo que tuvo que pasar y nunca dudó en salir adelante; sin embargo desde ese día ese mal recuerdo predomina y cuando intento pensar en él mi mente me grita que me hará daño, que me aleje.

Reprimir mis lágrimas y los recuerdos, intentando encerrarlos en un cajón.

Cuando llegamos al lugar solo me quedó contemplar la fachada, ver a mi abuela entrar y escuchar como mi mente me gritaba cosas.

"No dejes que entre, le hará daño".

"La persona que mató a tu madre y hermana está ahí dentro".

Tenía miedo, no puedo negarlo, quería salir del auto y gritarle a Myrna que está mal, que no cruce esas puertas. No quería que nada le pasara, pero mi mente no dejaba de gritarme que algo malo pasaría, que era peligroso.

Pero no hice nada, tenía que contenerme, tenía que reprimir ese dolor apabullante en mi pecho. Ya todo estaba hecho, ya había pasado, y me dolía saber que no tenía control de mis emociones, que ya todo estaba controlado y aún así no confiaba en que estábamos a salvo.

Me dolía saber que mi padre estaba encerrado tras esas paredes deseoso de verme y yo renuente a su cercanía, me dolía ya no tener una familia y que mis esperanzas se hayan acabado, me dolía ya no creer ni siquiera en mí.

Pasó mucho tiempo —o tal vez no tanto— hasta que vi a mi abuela salir por esa puerta, tenía los ojos llorosos. No dejé que llegara y salí del carro a abrazarla.

Volvimos a casa y pasaron tres semanas para que me hablara y dijera lo que había sucedido.

Ese día mi padre intentaba suicidarse, por un pequeño descuido casi lo hace, pero gracias a que Myrna llegó justo a tiempo pudieron detenerle.

Estaba en depresión, todo lo que había sucedido lo carcomía de la culpa y no era la primera vez que lo intentaba, sin embargo en este último año no lo había intentado, se había portado excelentemente bien y me desconcierta que solo lo estaba haciendo para que no se dieran cuenta de que quería acabar con su vida.

La abuela le dijo que estaba afuera y al parecer le dio esperanzas de que yo en algún momento lo visitara y perdonara, pero él no sabía que todo fue contra mi voluntad y mucho menos lo sabría, no quería perderlo más de lo que estaba. Y desde ahí comencé a comprender que yo y mi abuela no somos las únicas sufriendo, que él sufre también y aunque no pueda darle una oportunidad ahora, llegaría ese momento en que lo volvería a ver otra vez.

Lila ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora