62. Lauren ¿dónde estás?
Hace dos horas que Lauren salió por esa puerta y realmente me está preocupando, no dijo a donde iba ni nada, solo salió por la puerta y ya está. Joey asegura que se llevó el auto por lo que cerca no está. Me mantengo sentado en la sala intentando tomarlo con calma, que haya salido no implica que algo malo le suceda.
Joey no me ha dicho más de lo necesario, pareciera como si soy yo quien no le habla. Realmente no estoy de acuerdo con lo que hizo, sin embargo no tengo en mis planes formar disputas con él por asuntos que no son míos.
Tomé mi teléfono y marqué su número, sonó varias veces pero no contestó, afuera empezó a llover con fuerza y me pregunto si las plantas que están en el balcón tanta agua no les causará daño.
Volví a marcar su número y sucedió lo mismo, estaba ignorando el teléfono, eso seguro.
Resoplo.
Media hora más tarde me convenzo de que puede contestar pero el buzón de voz me recibe.
—Hola es Lauren, si deseas contarme algún secreto... —comienza—. Eso es absurdo —se escucha en el fondo a Joey—. Dilo después del tono —termina Lauren sin hacer caso a lo que él decía.
El pitido después de sus palabras no tarda en aparecer.
—Lauren... —detengo mis palabras cuando escucho la puerta abrirse.
El cabello de Lauren está empapado al igual que su ropa, se quita la chaqueta mojada y la deja en el piso. Me pongo de pie y la observo, su pantalón está lleno de barro y sus zapatos, juraría que ha estado llorando.
Suelta las llaves en una repisa y pasa a mi lado como si no estuviese allí hasta su habitación.
La sigo.
Se saca los zapatos con rapidez, veo como su suéter mojado de mangas largas se desliza con dificultad por su piel y queda en sostén para luego retirar el pantalón apretado con la misma incomodidad con que quitó su blusa por tener la tela mojada.
—¿Dónde estabas y por qué no contestabas mis llamadas? —pregunto algo incomodo de que ignore que estuve aquí preocupado por ella mientras ella hacía sabrá diablos qué.
—Fui al cementerio —responde mientras termina de retirar el pantalón de su cuerpo.
—Claro y era buena idea que salieras y no me dijeras nada.
—Lo hice sin pensar.
Asiento.
—Y tampoco pensaste en contestar y decirme que estabas bien —añado.
Ella me da el frente y cierra los ojos con fuerza.
—No quería hablar con nadie Chris —responde pareciendo enojada.
Cierro la puerta de la habitación que aún se encontraba abierta y me recuesto de la misma.
—¡Vamos Lauren! ¿En serio? —Intento no hablar tan alto—. Fueron más de tres horas en la que me estuve preguntando si te pasaría algo malo. Me preocupo por ti y simplemente decides no contestar mis llamadas y hacer de cuenta que pienso igual que tú y sabría dónde estabas y cómo estabas.
Y para terminar vienes a pagar tu enojo conmigo.
—No pago mi enojo contigo —susurra.
Se da la espalda y retira su sostén.
—Para nada —contesto.
Camina hasta el closet y saca una toalla y se seca el cabello con ella para luego secar todo su cuerpo. Envuelve la toalla en sí misma y me da el frente.
—Estás enojado porque no te dije nada, lo sé. Y siento no haber contestado tus llamadas. No quería que te preocuparas por mí, esa no era mi intención.
—No es la mejor manera de actuar ¿lo sabes? —ella asiente—. Además no puedes pedir que no me preocupe por ti —Se acerca lo suficiente a mí y me abraza, envuelvo mis manos en su cintura pesaroso y correspondo su abrazo.
Su piel está fría por la lluvia y a pesar de haberse despojado de la ropa desprende un ligero olor a tierra mojada.
—No quiero discutir contigo Chris —murmura.
—¿Estábamos discutiendo?
Sonríe con los labios cerrados y me mira a los ojos. Su cabello está largo, más abajo de los hombros, pero sin extenderse lo suficiente por su espalda. No me desagrada su pelo corto, pero sin duda se vería hermosa con el pelo largo.
—Ya tengo suficientes problemas como para que tú y yo estemos mal —agrega.
Acerca su rostro a mi pecho y lo reposa ahí. Su piel fría junto a la calidez de mi cuerpo resulta algo relajante, me permito cerrar los ojos y digo:
—No vamos a estar mal. —Realmente no quiero que estemos mal.
Lauren se aparta después de un momento y se ajusta la toalla. Toma con sus manos el pomo de la puerta y antes de que la abra envuelvo mis manos en su muñeca.
—¿A dónde vas?
—Estoy sucia de tierra —responde—. Voy a darme una ducha.
La miro de arriba hacia abajo, realmente no veo ni una pizca de tierra en ella.
—Yo no veo nada y ya tuviste suficiente agua por hoy, además es muy tarde.
Son pasadas las once en poco son la media noche, una de las razones por la que estuve más preocupado, que estuviera tan tarde fuera mientras llueve sin saber dónde estaba.
Veo como rueda los ojos pero asiente. Suelta el pomo de la puerta y lleva su mano a mi cuello. Bajo un poco mi rostro y enarco una de mis cejas.
Ella une sus labios con los míos y me besa. Siento como sonríe mientras lo hace por lo que abro los ojos para observarla.
—Ahora iré al baño y no me detendrás —sonríe, como si un beso puede comprarme.
Ella abre la puerta para salir y la tomo de la cintura antes de que salga, empujo la puerta hasta cerrarla y me la llevo hasta dejarla en la cama. Ella patalea y se cruza de brazos.
La toalla cubre la mitad de su cuerpo dejando sus bragas a la vista, rápidamente vuelve a poner la tela en el lugar correspondiente impidiéndome ver más.
—Lo siento, pero no puedo dejar que mires más allá —dice sonriendo. Al parecer ya no se encuentra enojada como antes.
Me giro y pongo seguro a la puerta.
—No dije que quería mirar —me encojo de hombros.
—¿No? —cuestiona sentándose en la cama, puedo notar un poco de diversión en su voz.
Niego con un gesto de mi cabeza.
—¿Entonces qué? —pregunta mientras observa como empiezo a desvestirme. Primero quito la camiseta y luego los pantalones para tomar el pantalón de piyama que había dejado anteriormente fuera de la pequeña maleta. Me los pongo bajo su atenta mirada y dejo la ropa que antes tenía en un sillón mullido color negro que posee Lauren.
—Hazme un lado —pido. Ella se echa hacia un lado algo dudosa y sin dejar de mirarme.
—¿Estás enojado conmigo? —pregunta.
—No, no lo estoy.
—¿Seguro?
—Seguro.
Asiente con timidez. Su mirada azulada no se aparta de mí.
—¿Qué? —digo enmarcando una ceja.
—Nada —musita poniéndose de pie.
Se viste con su piyama y se acuesta a mi lado envolviendo sus brazos a mi alrededor.
—Buenas noches, Chris.
—Buenas noches, cariño.
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Lila ✔️
RomanceElla hizo la promesa de que después de su viaje a San Francisco traería la felicidad con ella. Que superaría ese pasado que tanto la atormenta. Él se ofreció a ayudarla, pero nunca prometió que la ayudaría a afrontar su pasado, aunque sin darse cuen...