30| Miedo

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30| Miedo

Acaricio con mis dedos el cabello mojado de Lauren y descubro su oreja buscando el pequeño tatuaje que esconde tras la misma, una flor de lis, en el proceso ella comienza a reírse a carcajadas como si algo le diese mucha gracia o como si mi acción le estuviese causando cosquillas.

Detengo mis movimientos para observarla y buscar el motivo de sus carcajadas.

—No me digas que después de tener sexo te ríes como loca desquiciada —digo con una leve sonrisa observando su rostro sonrojado y algo agitada por sus carcajadas—, Eres rarísima.

Ella sigue riendo sin parar y quisiera meterme en su cabeza y saber que pasa por la misma como para mantenerla tan divertida.

—¿Recuerdas cuando dijiste que no te acostabas con tus compañeras de piso? —Asiento—. Lo acabas de hacer.

Esta chica suele hacer cosas muy fuera de lo usual. Creo ahora mismo se está burlando de mí si no me equivoco o tal vez todo este tiempo estuvo pensando en eso y por la misma razón decidió colarse mientras me bañaba para probar un punto.

Me acuesto con mis compañeras de piso o en este caso con la única compañera de piso que he tenido.

Ahora, no sé si sentirme usado o reírme junto a ella. No creo que después me rechace, no es como si pudiera evitarme cuando estamos en el mismo espacio y no creo que Lauren sea ese tipo de mujer, aunque pensándolo bien nunca pensé que tuviera las suficiente agallas para meterse a mi baño justo cuando tomaba una ducha y prácticamente ofrecerme sexo sin descaro.

—¿Eso es lo que tanto piensas y te causa gracia?

—Pensaba en otras cosas, pero me llegó a la cabeza.

—¿Siempre te llegan ese tipo de cosas? —pregunto—. Como estamos mojando la cama y te acuestas con tus compañeras Chris. — Cito sus palabras que salen siempre en momentos en lo que no se ameritan la presencia de cosas que desarman el momento.

Ella se muerde el labio inferior y su sonrojo crece.

—Solo digo lo que pienso.

Me alejó de su cuerpo para vestirme y hacer algo de comer pero su voz me detiene.

—¿A dónde vas? —pregunta—, ven quédate.

Me toma del brazo haciendo que mi cuerpo vuelva otra vez a la cama, tira de las sábanas para cubrirnos y se apoya en la almohada para prestarme toda su atención.

Sus ojos azules estudian mi rostro sin una pizca de señal de querer algún tema de conversación, como si mis facciones pudieran darle algún secreto. De igual forma me quedo viéndola, como su rostro se encuentra relajado, los hoyuelos en sus mejillas se marcan con cada sonrisa y alguno que otro mechón de pelo cubre su rostro.

—¿Te habían dicho que eres guapo? —yo sonrío y asiento.

—Tú también eres hermosa, Lauren. Pero...

—¿Por qué ya no eres militar? —pregunta deteniendo mis palabras.

Entre cierro los ojos hacia ella y mi sonrisa desaparece.

—Problemas legales —respondo sin dar muchos detalles que me podrían llevar a largas explicaciones.

—¿Drogas? —Niego—. ¿Tuviste problemas con el alcohol, peleaste con un tipo y lo dejaste con mal estado?

Río ante sus intentos.

—No, Lauren. No tengo cara de tener problemas con el alcohol ¿no crees?

—Tienes razón.

Lleva una de sus manos a su pelo echándole hacia atrás.

—¿Qué significa tu tatuaje? —levanta sus cejas y toca tras su oreja.

—Es una especie de alianza con mi hermana. —Se encoje de hombros para restarle importancia—. Una vez nos prometimos estar siempre una para la otra. Se supone que si teníamos miedo el tatuaje nos recordaría que no importa qué, estaría conmigo.

Miedo, definitivamente todos tenemos un miedo y obtener la manera de espantarlo no a todos se nos otorga.

—¿Y sientes qué está contigo?

—Podría sentir miles de cosas, dolor, amor, nostalgia, pero el tatuaje no me recuerda que debo dejar de temer, me recuerda que tengo miedo.

Frunzo el ceño, como algo que se hizo de manera especial junto a su hermana le podría causar miedo.

—Tal vez pienses que soy entrometido, pero por qué habría de causarte eso. —Cuestiono.

—Porque no estuve lo suficiente para ella.

Asiento. Y recargo mi cabeza en su totalidad en la almohada. Ella se recuesta en mi hombro y dibuja círculos pequeños en mi pecho en una leve e inocente caricia.

—Espero que dónde sea que esté, esté bien —susurra.

Sus manos suben y bajan en mi pecho, se detiene en un momento y luego me mira a los ojos.

—¿Sabes hacer comida mexicana?

—No, no sé hacer ese tipo de comida.

Ella se levanta rápidamente de la cama dejándome ver su cuerpo desnudo en el proceso. Su espalda se encuentra cubierta de pecas en la parte superior y no puedo evitar mirar más abajo.

—¡Párate! Vamos a comprar para hacer comida mexicana. —dice rápido y con demasiada energía.

Se gira en busca de algo y coge una toalla que encuentra cerca de la puerta y se envuelve en ella.

—Te dije que no sé hacer comida Mexicana.

—Pero yo sí —dice dándose la vuelta y abriendo la puerta.

—¿No era que no sabías cocinar? —había quedado muy claro que Lauren es pésima en la cocina y que diga que sabe hacer comida mexicana puede que me asuste un poco.

—¡Esta vez no quemaré la cocina! —grita con fuerza para que la escuche desde el pasillo o su habitación si ya llegó.

Niego con mi cabeza, dudo que terminemos comiendo comida saludable, no confío en eso de que Lauren vaya a cocinar. No he sido testigo de ninguna cocina quemándose de su parte, pero sí de Ava quejándose de casi morir por intoxicación. Aunque no es como si mi hermana no tomara con drama todo a su paso, ni que tomara decisiones malas y apresuradas sin entenderlas primero.

Lamentablemente todos hacemos cosas apresuradas o sentimos tan rápido sin si quiera querer.

Lila ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora