56¦ Hay que soltar

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56| Hay que soltar

16 de abril 2013

Hacía seis meses que visitaba a la psicóloga, Amanda Blair, era una mujer que llevaba las cosas con calma, tenía cuatro hijos de un matrimonio que provenía de su adolescencia, los conocía a todos, uno de sus hijos tenía mi edad, uno estaba a punto de casarse y los otros dos son aún adolescentes.

Amanda me había convencido de venir al cementerio y soltar todo lo que tengo guardado en mi pecho, decir cómo me sentía con respecto a las pérdidas de mi madre y mi hermana y aunque un mes atrás le había dicho que vendría no lo había podido hacer.

Le había pedido a Joey indicaciones de cómo llegar y a pesar de que me había pedido una y mil veces acompañarme, me negué, esto tenía que hacerlo sola, sin su ayuda, ha hecho tanto por mí y yo simplemente le soy una carga.

Tenía media hora sentada en el vehículo, todo el lugar infundía tristeza y el silencio era presente a mi alrededor, pero tenía que hacerlo así que tomé valor y respirando profundo extendí mi mano para tomar el ramo de lilas blancas que se encontraba en el asiento de copiloto, cierro la puerta del coche con delicadeza y comienzo a caminar con la cabeza gacha.

Camino lo más lento posible, solo para buscar la excusa de volver atrás y no continuar con eso, porque duele, el saber que están ahí a tres metros bajo tierra y no junto a mí, para ayudarme a cumplir nuestras metas, duele.

Levanto la mirada y lo miro, Payton Lis Hill (7 de octubre 1993 - 20 de julio 2010) Ilene Marie Hill (24 de marzo 1971 - 17 de julio 2010) solo con ver el nombre en sus lápidas, comienzo a temblar.

Acomodo el ramo de lilas junto a unas flores ya marchitadas y dejo las lágrimas salir, sabía que en cuanto llegara no lograría contenerme, sabía que iba a llorar como hacía cada vez que vivía el recuerdo, cada vez que revivía los gritos de mi hermana y mi madre, cada vez que sentía el pánico y el temor correr por mis venas. Sabía que no me iba a contener como siempre intentaba hacer frente a Joey o la abuela, para no preocuparles, para no deprimirles y hacerles creer que todo estaba bien, pero no era así, apenas había podido cruzar palabras con Amanda. El primer mes ella hacía un monólogo porque yo no expresaba palabras, a mitad del segundo solo lloraba y en el tercero respondía con monosílabos con temor de hacer verdad mis palabras.

—¡Perdóname! —digo—. Yo tengo la culpa, debí verlo, pero no lo hice, me dejaste a cargo y... —sollozo—. No estaba bien, lo había notado, pero no le di importancia, pensé que era normal, Esto... Yo desearía devolver el tiempo y hacerlo, estoy segura de que no habría pasado, preferiría ser yo la que este ahí y no ustedes. Lo siento tanto, mira como soy, ni siquiera había podido venir. Y sabes que es lo peor de todo, que te odio, te odio por dejarme —miro la otra tumba que se encuentra al otro lado—. A las dos las odio por dejarme ¿por qué no aguantaron más? ¿Por qué se tuvieron que ir tan rápido? ¿Por qué?

Me levanto enfurecida, había sido suficiente, no podía estar más ahí. Solo con mirar sus tumbas el recuerdo de aquellos días se revivían en mi interior y dolía como nada en el mundo, dolía saber que no pude hacer nada.

Hice el mismo recorrido que al inicio, y me detuve a escuchar un sollozo. Me gire para ver quién se encontraba cerca, pero no había nadie, pero si lo había, era un cementerio y todos sufríamos alguna perdida, unas más dolorosas que otras, pero era así y deseaba no tener que volver aquí. No hasta que me sintiera bien, no hasta que el dolor se fuera y todo marchara bien.


Lila ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora