23| Acércate, Quiero Abrazarte

227 27 3
                                    

23| Acércate, quiero abrazarte.

No sé qué pensar en definitiva no sé qué hacer o qué he hecho mal como para que se aleje de nuevo, ya no podría negar que me gusta, porque desde el primer día en que la vi, ya me gustaba. Me había creado una idea de como sería ella cuando la vi a lo lejos, pero no era en nada como la había imaginado, es diferente, y me he dado cuenta que en cuanto a esto que está pasando entre nosotros, yo he sido el culpable, yo fui quien comenzó a darle riendas a todo esto, fui yo quien decidió probar sus labios cuando la vi deleitarse con mi comida, cuando un gemido involuntario salió de sus labios cuando entré la cuchara en su boca.

Yo fui quien decidió probar que para mí las mujeres no son un acostón o compañeras de cama como ella había dicho, pero al parecer lo he estropeado, porque ha salido de esa puerta algo disgustada y enojada. Tal vez en ningún momento debí hacerlo, en ningún momento debí acercarme a ella por más, tal vez de esa manera todo estuviera bien y no me encontrara abrumado por algo que no logro entender, sin embargo tengo que resolver esto, yo empecé el juego, yo empecé todo, así que tengo que seguir adelante para solucionarlo y si es posible brindarle mi apoyo otra vez, acercarme de nuevo con cautela para arreglar las cosas.

Así que eché todo a un lado y salí en su búsqueda, no había salido a ningún lado, de eso estaba seguro, si fuese así al menos hubiera escuchado la puerta al cerrar. Caminé hacia su cuarto y toqué la puerta, sin embargo no respondió,  de todos modos entré cerrando tras de mí.

Estaba tirada en la cama con su cara enterrada en la almohada, al sentir que me sentaba en la cama levantó un poco la mirada y luego la volvió a bajar.

—Déjame sola —su voz fue ahogada por la colcha de la almohada.

—No, no te dejaré sola Lauren —dije—. Siento si te ofendí o si dije algo que te molestó, no fue mi intención.

—No es por ti Chris —me tuteo.

—¿Entonces qué sucede? ¿Por qué estas triste? —Paso mi mano por su cabello repartiendo caricias.

—Yo... estoy rota —siento que llora—. No estoy bien. Lo estoy intentando —levanta su rostro y se sienta en la cama cruzando los pies como indio y tomo la misma posición que ella—. Yo... —solloza—. Perdí a mi familia, a todos, a mi madre, a mi abuela, mi hermana y... Mi Padre. No tengo a nadie. Siento que perderé a los demás también, que no soy suficiente, aún cargo con la culpa de algo que pasó hace seis años Chris y no lo he superado, puedo decir he mejorado considerablemente, pero eso no es suficiente. —Levanta su mirada y me mira a los ojos—. Preguntaste por qué tenía ojeras. —Asiento—. No puedo dormir, recuerdo cada momento malo que pasé, recuerdo que no ayudé a mi hermana o a mi madre, recuerdo que... que las vi morir... —las lágrimas y sollozos no dejan que su voz salga con claridad, yo extiendo mi mano y la abrazo, ella reposa su cabeza en mi cuello mientras llora.

Intento confortarla a pesar de no saber hacerlo, dejo que llore y que saque todo lo que tenga que sacar, no le pido detalles de lo que pasó hace seis años para que esté así, simplemente me quedo a su lado brindándole un abrazo, brindándole mi apoyo en este dolor, en la herida que aún no le ha sanado. Así pasamos los ratos, tal vez minutos o quizás horas, no estoy seguro de poder medir el tiempo exacto que pasamos abrazados, pero sí sé medir que con cada momento que pasa se va relajando, se va calmando e incluso siento que podría llegar a dormirse en cualquier momento.

Pero no lo hace porque siento como se aparta y me da una mirada apenada, en disculpa por haber llorado como lo hizo, disculpándose del rato que pasé a su lado, pero no acepto sus disculpas. Somos humanos y somos vulnerables, no siempre podemos ser una roca y contener eso que nos atormenta dentro, llega el momento en que sí tenemos que gritar lo hacemos, en que si tenemos que llorar dejamos que las lágrimas salgan. Llega el momento en que todo puede pasar entre nosotros, porque somos vulnerables, tenemos sentimientos y no podemos eliminarlos o reprimirlos  por siempre, tenemos que desahogarnos, dejarlo salir o sino nos ahogaremos, nos hundiremos en nuestras propias penas y no habrá nadie que nos ayude a salir.

Cuando la convenzo de que no hay nada de qué preocuparse y que puedo entender que está pasando por algo difícil, que no es necesario disculparse, salimos a cenar, está vez ninguno de los dos hace la cena, sino que pedimos pizza y vemos una película de acción.

Pasamos la noche ahí sentados en el sofá pasando un buen momento. No sé qué espera ella o que pasa por su cabeza cuando ve cada escena, pero yo si sé lo que pasa por la mía y es que mientras miro su rostro sonriente y despreocupado me detengo a pensar, cómo alguien puede esconder tanto lo que le sucede. Cómo ha de ser lo que pasó hace un tiempo en su vida, me detengo a pensar en que no quiero que vuelva a tener pesadillas, en protegerla, en que no vuelva a llorar y sentirse insegura, pienso en que mientras esté aquí no puedo dejar que se sienta insuficiente, que quiero que se sienta importante y pueda valorarse, que esas bolsas oscuras bajo sus ojos desaparezcan y pueda descansar.

Me encuentro deseando muchas cosas que casi nunca deseo a nadie, me encuentro deseando por su felicidad y por que pueda superar, todo eso que la trae tan mal.


Lila ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora