22| Probar Algo De Ti

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22| Probar algo de ti

Al entrar por la puerta me encontraba totalmente nerviosa, como si fuese a pasar algo en el momento y no precisamente malo, porque estoy segura de que Christopher no me haría daño, sin embargo mi nerviosismo se debía a que no sé la forma en que debo actuar en este momento, nunca me había sentido tan arrepentida de mis palabras o descolocada por así decirlo, ya que no tengo la menor idea en lo que me he metido.

Y me cuesta pensar en que hubiese sucedido si Ava no hubiera llegado, porque sentarnos a comer no parecía una opción, más que mirarnos como si eso fuese lo mejor del mundo.

Como en varias ocasiones me encuentro con Christopher frente a la estufa, cosa que me lleva a pensar que debió haber sido chef, no había día en que no estuviera fuera de la misma, y estaba pensando en si piensa engordarme, porque me he dado cuenta que me encanta su comida, aunque mirándolo de otro punto de vista me gusta todo lo que no fui yo quien lo cocinó. Ser pésima en la cocina es algo que no me perdono, moriré desnutrida por falta de alimentación o tal vez obesa por tan solo comer comida chatarra, pero esta última no es una opción, no engordo con facilidad gracias a Dios, sino fuera una bola andante.

—¿Necesitas ayuda? —inquiero a pesar de no saber casi nada de cocina.

Gira sobre sus talones, para prestarme atención, se muestra algo sorprendido, tal vez no se había dado cuenta de que había llegado.

—Si estas dispuesta a no quemar mi comida, pues sí —responde sonriente.

—Prometo que no incendiaré la cocina —digo con una mano en mi pecho.

Me tiende un delantal y me ubica justo frente a la tabla de picar, poniendo junto a mí unos cuantos vegetales.

—Debiste haber sido chef, yo soy pésima para cocinar, ni siquiera sé sazonar un pollo —añado cuando veo que eso es lo que está haciendo.

Debería estar avergonzada de mí misma, no saber ni siquiera sazonar un pollo es algo grave, pero no tengo la culpa mi madre me prohibió entrar a la cocina cuando estuve a punto de prender en fuego la estufa, bueno cuando prendí por segunda vez la cocina.

—No cocinas mal Lauren.

—Eso es porque no me has visto cocinando algo que conlleve un poco de esfuerzo, solo has probado mis desayunos. —Básicamente porque es lo único que hago bien—. Y créeme no querrías probar nada más de mí.

—¿Segura? —dice levantando una ceja y le encuentro el doble sentido a las palabras, dejándome con la boca abierta y sin saber que decir. Y como si fuera poco se acerca a mí, mis manos comienzan a sudar y mi corazón a latir de manera acelerada, siento sus dedos quitar el cuchillo que antes tenía en la mano y dejarlo en la encimera.

Una de sus manos se mueve hasta mi cintura y acerca sus labios a mi oreja.

—Hay muchas cosas que podría probar de ti, Lauren —dice dejando una estela de besos desde mi oreja en dirección a mis labios, sin embargo no me besa como quisiese que sucediera. Busca mis ojos con la mirada para conseguir mi aprobación, no asiento, no le digo que me bese, sino que yo misma uno sus labios con los míos.

Llevo mi mano a su cuello y lo acerco a mí para poder besarlo mejor y me pregunto que tiene esta cocina de especial, como para que terminemos besándonos otra vez, el beso suave y sin prisa, que a medida que pasaba el tiempo se iba intensificando, su lengua batallando con la mía, buscando la mejor manera de probarme, justo como había susurrando a mi oído. Nuestras respiraciones aceleradas, olvidándonos del mundo, olvidando lo que hacíamos o decíamos hace un rato.

Moví mi mano a su rostro y sentí el pequeño rastro de barba que aún no había retirado y me aleje lentamente, preguntándome que se supone que me está pasando como para querer besarle a cada instante.

Nos quedamos en silencio, tomando el aire que anteriormente habíamos perdido y mirándonos, entonces no sé qué decir, mierda, nunca sé qué decir.

Así que comienzo a reír a carcajadas.

—¿Por qué te ríes? —pregunta sin apartar la mirada de mí.

—Te has dado cuenta —niega con la cabeza, sin saber de qué hablo —. Esta cocina tiene algo especial, ¿no?

Sonríe y retira un mechón de cabello de mi rostro.

—No creo que sea la cocina —responde—. Somos nosotros.

—Christopher —susurro—. ¿Qué se supone que es esto?

—¿El qué?

—Lo que acaba de pasar.

—Un beso.

Y frunzo el ceño, sí es un beso, pero algo en mí se sintió mal ante sus palabras.

Y no creo que mi autoestima haga algo por mí en este instante.

Entonces decido alejarme, principalmente para aclararme.

Asiento hacia él y me saco el delantal y salgo de la cocina dejándole allí.

Sintiendo que algo anda mal, que a pesar de todo no es tan bueno como debería, que todo lo que vivo debe estar ligado al dolor y sin saber porque las lágrimas comienzan a salir, comienzo a llorar y lamentablemente ver que yo no estoy del todo bien.


Lila ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora