Ella hizo la promesa de que después de su viaje a San Francisco traería la felicidad con ella. Que superaría ese pasado que tanto la atormenta.
Él se ofreció a ayudarla, pero nunca prometió que la ayudaría a afrontar su pasado, aunque sin darse cuen...
El viento soplaba contra mi rostro, el sol quemaba mi piel, pero no me importaba, mi madre había dejado que la acompañase a cuidar de sus plantas, había cruzado la primera parte de su invernadero, y nos adentramos más allá lejos de las plantas con frutos, donde estaban esas lindas flores que de vez en cuando cortaba para adornar la casa.
Cada vez que veníamos me habla de una flor en particular, me había enseñado lo fascinante que huelen cada una de ellas, su flor favorita era el clavel, por eso había un montón de esas y unas cuantas de las demás para variar.
Pasé mi mano por los pétalos de una rosa roja y aspire su aroma, mi vista voló a un girasol, una begonia en un extremo y unas hortensias en el otro, pero lo que captó mi atención fue unas que no había visto antes, de un color casi morado y sus flores pequeñitas, pero abundantes, me acerque a éstas y la aprecie de más cerca.
—Mamá ¿Qué flores son estás? —pregunté.
—Son lilas hija ¿te gustan?
—Son preciosas ¿las trajiste por mí?
—A tu padre les gustan mucho, me regaló de esas flores el día de nuestra primera cita, según él porque llevaba un vestido lila el día que me conoció, hasta me hizo prometer que nuestra primera hija se llamaría así.
—¿De veras? —pregunto con una sonrisa.
—También pude conseguir una flor de lis —dijo.
Me muestra una flor blanca con una manera muy extraña.
—No me gusta.
—Pero...
—No me gusta.
Mi madre comenzó a reírse y me invitó a plantar.
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Sentí como se movían las sábanas a mi alrededor, de seguro tenía pesadillas, era en esos momentos en los que venía junto a mí, por miedo a que algo pasara, por miedo a que no estuviéramos juntas siempre, aunque no tenía sentido, siempre estaba para ella y ella para mí, no había porque tener miedo.
—Tengo miedo Li —dijo mientras me abrazaba.
—Voy a estar aquí.
—Soñé que no estabas, yo no quiero estar sin ti.
—Yo tampoco Pay —dije secando sus lágrimas—. Recuerda lo que dice mamá, las pesadillas no se hacen realidad.
Eso esperaba, que las pesadillas no se hicieran realidad.