4. El hombre del revólver.

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Siete meses.

Ese tiempo había pasado desde que todo comenzó. Cada vez había más muertos y menos gente viva.
En todo ese tiempo, había intentado buscar un grupo para poder incorporarme a él, pero los que me habían aceptado eran solamente de hombres y solo me querían para una cosa: sexo. Esa vida la había dejado atrás, por lo que ahora mataba a cualquiera que me intentase hacer daño.

-Puta mierda de podridos ¿No podrían dejar de joderme la vida?- Dije antes de encajarle el mazo a uno de ellos en la cabeza. Al segundo, le tiré al suelo, y con ayuda de mi pie rompí su cráneo.

Senté mi trasero en una roca que sobresalía un poco del suelo, pero antes, me seguré de que no quedase ningún podrido más. Con unas hojas que había por el lugar, limpié como pude el mazo lleno de sangre.

Continué con mi camino, buscaba alguna cabaña o algún árbol lo suficientemente fuerte como para poder subirme y que no se rompiera una rama. Eché mano a mi mochila, con suerte hace unos días saqueé a una pareja por la noche, por lo que ahora tenía comida.

Había perdido la noción del tiempo, llevaba tantas horas andando que mis piernas ya flaqueaban, pero tenía que continuar si no quería encontrarme con ningún podrido.

Empecé a oír disparos, bastante cerca así que seguí el ruido y...

-¡Oh dios mio!- Exclamé, llamando la atención de varios muertos, por lo que eché a correr hacía aquel refugio.

Era una cárcel bastante grande, en el patio había unos cuantos caminantes, pero no los suficientes como para derrotarme. Los disparos iban en aumento, y algún grito se podía diferenciar entre los gruñidos de los muertos vivientes, definitivamente había gente ahí dentro.

La reja estaba cortada, unida con un fino pero resistente cable, por lo que lo desenredé y entré. La agilidad que había obtenido en estos últimos meses me permitió ejecutar a algunos muertos que se cruzaban por mi camino, hasta llegar a otra reja que estaba abierta. Me escondí detrás de la torre más cercana y observé la situación: Un par de hombres mas o menos de la misma altura estaban frente a mi. Uno con una ballesta de unos cuarenta años y otro de parecida edad, pero con un revólver asesinaban a los ya muertos a diestro y siniestro.
Este último gritó a pleno pulmón a un niño que empujó a una mujer embarazada y una chica morena de cabello corto para que se escondieran en el área de las calderas. Había más personas, pero no era capaz de distinguirlas por sus rápidos movimientos.

El hombre con el revólver forcejeaba con un muerto, pero le era imposible derrotarle y estaba a punto de ser mordido.

¿Le debía ayudar? No podría dejar a un hombre morir, no sin antes saber si es buena o mala persona.

Pero ¿Y si era capaz de acabar con mi vida?

¨Quien arriesga no gana, puede que tenga familia¨ Dijo mi subconsciente, y por primera vez en mi vida le hice caso.

Me coloqué detrás de aquel podrido. Parecía que el hombre no se ha percatado de mi presencia aún.

Alcé el mazo para azotar al zombie y eso hice, le dí con mi fiel arma hasta que dejó de moverse.

-¡Baja el arma, déjala en el suelo!- Gritaba el hombre que había salvado mientras me apuntaba con su revólver.

Dejé el mazo en el suelo y levanté ambas manos.

-Un gusto, soy Alexan...- No me dio tiempo a terminar de presentarme cuando un fuerte golpe de dejó inconsciente.

Vaya, en este nuevo mundo ya no se puede ser amable...

"APOCALYPTIC BITCH" (Daryl Dixon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora