Epílogo.

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11 meses después, narrado en tercera persona.

La pareja entró al consultorio, a lo que sería la última sesión de terapia de Brendon. Como esta era la última, no solo porque ya dentro de unos meses empezarían la universidad, sino porque ya se había hecho oficial el diagnóstico de que Brendon no sufría de insomnio.

¿Y por qué Ryan iba con él? Bueno, Marie quería conocer la persona que había sido la mejor medicina poco convencional del paciente que ya casi para ella era un sobrino.

—Qué lindo es verte una última vez Marie.— dijo su paciente, abrazándola.

—Todo comienzo, tiene un final.— le dijo ella despeinandolo cariñosamente.

—Traje a mi novio, Ryan.— dijo él presentando a su acompañante.

—¿Quién? Yo no veo a nadie.

—Está justo...

Brendon desvió su vista hacia el costado donde se debería encontrar su acompañante y no vio a nadie, luego hacia su izquierda y tampoco. Di vueltas en mi lugar inspeccionando un lugar en busca de Ryan, muy preocupado y asustado de la situación, hasta que sintió unas manos tocarle los hombros diciendo el típico "bu" para asustarlo.

Risas llenaron el consultorio para que el paciente se tranquilizara de la broma que acababa de vivir, que por poco no sintió un susto de muerte.

–Gracias por seguirme la broma Ryan.— dijo la terapeuta.— No estés ofendido Bren, como tu ex terapeuta y casi tía sin sangre, solo quise jugar contigo.

El mencionado últimamente, se sentó en el sofá con su mano en el pecho, suspirando de alivio. Decir que había tenido una especie de pre infarto... era exagerar, pero así de reina del drama se catalogaba él como para decir que había sentido eso.

—No vuelvan a jugar con mi corazón así, por favor.— pidió azabache.

Su novio se sentó a su lado, tomando su mano mientras le daba un beso en la mejilla, a modo de disculpa por la jugarreta que le había echo.

—En fin ¿Por dónde te gustaría empezar, Brendon?— dijo la terapeuta, sentándose en el sillón individual enfrente de los dos chicos dando por iniciada la sesión.

—Ahora sí, él es Ryan, mi novio, la persona que me ayudó muchísimo y a la cual amo.— dije mirándolo.— La mejor respuesta a mi problema.

Ryan le sonrió a su novio, con la mejillas algo rosas más fuertes de lo que originalmente son.

—¿Cómo sabes que fue el quien te ayudó con tu alteración del sueño?

—El primer tiempo simplemente con escucharlo cantar con una pared de por medio. Pero con el tiempo... él tenerlo junto a mí me era suficiente para dormir sin tardar demasiado... No le encuentro otra explicación posible.

—Ryan ¿Qué se siente haber ayudado a alguien con algo tan profundo que ni la medicina convencional pudo?

—Cielos, si lo pones en esas palabras parece mucho más grande de lo que para mí ya es ayudar a la persona que amo. Jamás pensé que pasaría solo... estuve ahí para él, quizás al principio sin quererlo, pero creo que cualquiera lo haría si pudiera apreciar la maravillosa persona que Brendon es, a pesar de todo.

Ahora fue el turno de Brendon en sentirse sumamente halagado, por lo que luego de un "aw" le dio un corto beso para no distraerse.

—¿Estudiaran en la misma universidad?

—No, Ryan estudiara en Nueva York y yo lo haré en Seattle.— dijo Brendon algo menos animado que con las anteriores preguntas.— Pero estoy feliz por él, no cualquiera tiene ese honor de estudiar en esa maravillosa ciudad.

—¿Qué estudiaras, Ryan? Brendon ya sé lo que estudiara, lo tengo anotado acá de la primera sesión.

—Letras... ya sabes, filosofía, literatura y etcétera. Me fascinan esas cosas.— dijo el castaño entusiasmado, hasta pensar en lo lejos que estaría de su chico.— Es una lástima que no haya conseguido nada en Seattle, mi plan era estar más cerca pero bueno...

—¿Seguirán juntos? Seattle y Nueva York están en las puntas oeste y este, hay mucha distancia entre ambas...

—Sí.— respondieron al unísono.

—Es bastante complicado pero, vamos a tratar hasta el último segundo posible.— dijo el azabache, apoyando su cabeza en el brazo del contrario.

Siguieron hablando un poco cuando ya se había pasado la hora de la sesión, por lo que los dos chicos salieron del consultorio.

Brendon trató de disimular, que estaba al borde del llanto al recordar el poco tiempo que les quedaba físicamente juntos. Habían prometido no pensar ni hablar sobre ello para no amargarse sus últimos días en la misma ciudad por un tiempo. Pero el haber sacado el tema ahora... era como un balde de agua fría y realidad que pegaba basta fuerte.

Y por supuesto que les dolía, a los dos. Pero mantenían su dolor en silencio para que el otro fuera feliz, solo que ahora a Brendon se le estaba haciendo difícil; y Ryan lo notó en ese momento cuando su pareja se refregó los ojos.

—No pienses en eso Bren, vamos a vernos de todas formas. Y luego podremos vivir juntos en donde vos quieras.— dijo acariciando los hombros de su novio.— Confía y espera.

—Aún así, me duele Ry...— dijo con un suspiro el más bajo.— ¿Dónde yo quiera?

Ryan rió ante lo pequeño que había sonado ante eso, aunque ya lo era en cuanto a estatura con respecto a él. —Sí amor, lo juro.

—Promételo por el dedo.

—Eso lo hacía cuando tenía cinco...

—Me vale mierda, Ross.

Rodó los ojos y entrelazaron sus dedos meñiques, sellando su promesa de una forma tierna e infantil. Brendon rió y le dio un abrazo por haber cumplido con su pequeño capricho.

—Gracias Ryro, como no la cumplas ahora tengo el derecho de patearte en las bolas.

—¿¡Qué?!— dijo el más alto, algo histérico.

Unos labios acallaron sus reproches y lo tranquilizaron de una forma tan dulce como tramposa. Sobre todo tierna por el hecho de que su novio todavía tenía que ponerse de puntitas para besarlo. Sus manos fueron a la linda cintura de su novio, en forma de abrazo y también con el propósito de acercarlo más a su cuerpo. El tiempo parecía haberse detenido en el momento en que sus labios se tocaron, pero la falta de oxígeno les recordó que el tiempo seguía corriendo, por más que quisiesen que no fuese así.

Juntaron sus frentes para luego darse un último pequeño beso. Esto se asemejaba a una despedida, pero solo estaban dejando ir todo ahora, para luego guardarse todos estos sentimientos agridulces para el momento de aeropuerto. Porque no arruinarían su precioso cielo azul, pintando nubes de tormenta en su perspectiva.

—Te amo, little boy.— dijo Ryan, bromeando con su estatura.

—Yo también te amo, Lullaby.

Lullaby ✧ ryden Donde viven las historias. Descúbrelo ahora