24. Poniendo las cosas en su sitio M. (4/5)

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Estaba frente a un camino de crisantemos amarillos, inhalo su aroma y sonrió, comenzó a deslizar la mirada a lo largo del sendero y al finalizarlo se encontró una mesa con un mantel blanco, velas encima de la misma y alrededor unas antorchas de fuego que iluminaban la zona, Samuel le ofreció la mano.

Andrea: Samuel, es maravilloso-cogió su mano.

Samuel: quería hacer algo especial para despedir la luna de miel-empezaron a caminar sobre el camino de flores y Andrea sonreía maravillada, él sabía que esa flor significaba mucho para ella. Miraba a su marido con entusiasmo, el como la cuidaba, la mimaba, sus detalles durante toda la luna de miel, estaba que no se cambiaba por nadie y era tremendamente feliz.

Samuel retiró la silla y se sentó, comenzaron a cenar mientras compartían miradas, caricias, besos y piropos.

Andrea: has pensado en todo, cielo, esto es fantástico-dijo casi terminando de cenar.

Samuel: me alegro que te guste, lo mejor para lo mejor-pero aún tengo más-guiñó el ojo.

Andrea: ¿más?-balbuceo con la boca llena de su ultimo bocado-Samuel se levantó y le tendió la mano, ella la tomó y se levantó, entonces sonó la música-¿De dónde viene eso?-Samuel rió.

Samuel: tengo mis trucos, ¿quiere bailar señora Gallardo?

Andrea: contigo siempre...-sonrió y se dejó agarrar por su esposo, él colocó la mano al final de su espalda mientras que con la otra agarró su mano y la apretó contra su pecho, ella colocó la mano que le quedaba libre sobre su espalda, sus frentes se unieron y ambos cerraron los ojos envolviéndose por la música y dejándose llevar por el momento.

Andrea estaba disfrutando plenamente del momento que estaba viviendo así como del resto de la luna de miel, miró a su marido y lo besó tiernamente, agarrando su cara para intensificar el beso mientras introducía su lengua en su boca como tantas muchas veces, ella mordió su labio delicadamente y lo miró con una sonrisa, se moría por su mujer, agarró su nuca y volvió a besarla nuevamente, mientras lentamente la inclinó sobre la arena.

Poco a poco su ropa fue desapareciendo, en aquella playa no había nadie más que sus cuerpos desnudos frente a la luna y el mar que rompía delicadamente contra sus piernas mientras se amaban intensamente, una vez dentro de ella Samuel se movía con un ritmo dulce mientras la observaba con el pelo lleno de arena y una expresión placentera en el rostro, ella movía sus manos por su espalda haciendo que la piel de él se erizara con cada movimiento.

Samuel incrementó un poco el ritmo para hacer disfrutar a su mujer, sabía lo que le gustaba, conocía cada gesto de ella y como respondía su cuerpo ante el suyo, sabía dónde tocar y como moverse para hacerla disfrutar y lo hizo hasta que Andrea explotó de placer entre sus brazos, clavó sus uñas en su espalda y soltó unos leves gemidos que le indicó a Samuel que había llegado, siguió con su ritmo mientras la escuchaba gemir y pronto él llegó a su destino, gimiendo sobre su cuello a la vez que la besaba en él.

Días más tarde la luna de miel de Andrea y Samuel llegaba casi a su fin, no solo habían conocido cada rincón de Punta Cana si no también cada rincón de sus cuerpos, habían recorrido todas las playas posibles, asistido a varios espectáculos de la zona, salían a comer, cenar y desayunar casi todos los días hablando de sus vidas y también de su futuro próximo, rebosaban de felicidad pero ya casi era hora de irse y ambos hacían las maletas.

Andrea: no quiero irme-puso cara de pena, su marido le dio un beso-de solo pensarlo me dan ganas de vomitar-Samuel la miró riéndose-es en serio, tengo ganas de echar el desayuno de solo pensar en volver a casa.

VUELVEME A QUERERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora