Capítulo 3: Ciudad Pacífico. Ryan.

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<<Soy un monstruo... ―se maldijo―. La maté con mis propias garras...>>

Ryan no dejaba de torturarse por lo que sucedió meses atrás en aquel sótano. Se merecía una muerte espantosa, pero antes de ello...

Esa noche templada, jadeando apenas, corría sorteando árboles y troncos caídos en su camino. Tenía que utilizar su vista nocturna en aquel bosque debido a la oscuridad. El follaje formaba un dosel donde apenas, aquí y allá, se recortaban fragmentos de cielo.

Ryan llevaba galopando en su espalda una mochila negra, sin marca alguna, cuyos tirantes sujetaba firme con las manos. Por nada debía perder lo que había dentro, en ello había arriesgado su propio pellejo. Tenía una misión importante que llevar a cabo y para esto, tenía que esperar la medianoche y encontrar un claro en ese bosque a la luz de la constelación de la cruz del sur.

Tenía el rostro serio y la vista fija al frente. Cada vez que una rama se interponía en su camino, la apartaba de un manotazo iracundo. Llevaba el torso desnudo. Tenía en el pecho una herida, como si le hubiesen tirado agua hirviendo; pero se terminaría de curar cuando se convirtiera la próxima vez. De todas formas, a Ryan no le importaba el dolor. Solo seguir adelante con su cometido. Sus pectorales se agitaban al correr y el pelo castaño, ahora corto y desmechado, se le pegaba a la frente por el sudor. Era una torre de 1.89 m de altura, por esto toda su vida tuvo que dormir acurrucado para que los pies no le colgaran fuera del colchón. Sus hombros y bíceps eran enormes, macizos como piedra. Ya había recuperado toda la musculatura perdida durante su cautiverio. Y sus ojos, que tenían un tono café, exhibían su furia y determinación.

Mientras, recordó, como el final de una película, su encuentro con la harpía unas horas antes. Hacía tiempo que buscaba uno de estos mitos y, para ello, deambulaba como las manos en los bolsillos y la cabeza gacha, día y noche, de aquí para allá por las calles de la ciudad capital. Necesitaba algo de una harpía imperiosamente, algo que tendría que quitárselo a la fuerza.

En la ciudad capital había infinidad de mitos, pero por ahora solo buscaba alguna harpía y evitaba a los demás. Aunque siempre estaba atento al olor más importante de todos.

<<Somos como animales y la ciudad es una selva ―pensó―. Así que solo sobrevivirá el más fuerte.>>

Sabía que la mayoría de los mitos salían sólo por la noche, todos amparados en la oscuridad; pero también podían andar camuflados durante el día, mezclándose entre los humanos. Cualquier anciana de aspecto frágil podría ser una bestia poderosa.

Y esa mañana, al fin, detectó a la harpía. Su primer acierto. Pero su rostro continuó imperturbable, con el entrecejo arrugado. Ningún festejo. La harpía vivía en una casa lujosa, blanca y de tejas rojas. La había encontrado por su olor. Un demonio solo podía detectar uno de esos mitos por el olfato. Si bien las harpías no eran seres que disputaran el alimento, ya que no eran carnívoras, de todas formas consideraban a los demás mitos una amenaza y por esto estaban escondidas y siempre alertas. Y no eran inofensivas. En apariencia eran mujeres hermosas pero bajo su disfraz, escondían su escalofriante verdadera apariencia.

Ryan se alejó para no alertarla y volvió a toda prisa a su morada para trazar un plan. Su hogar era un departamento de un ambiente, con pocos muebles, apenas una heladera y una cama sin sábanas ni cobertor. Entró con agilidad por la ventana, la cual siempre estaba destrabada; se quitó la remera y, sin sacarse las zapatillas, se tiró sobre el colchón que despidió una nube de polvo. En el brazo tenía unas marcas muy profundas, como si lo hubiese mordido un perro.

Recostado con las manos en la nuca, (tampoco tenía almohada) decidió que debía atacar de noche a su enemigo. Él como demonio no podía convertirse si le daban los rayos del sol y necesitaría de sus poderes. El problema era que las harpías podían convertirse de noche también, así que inevitablemente habría pelea. De todas formas, Ryan no le temía.

Aullidos, flama y un corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora