Capítulo 5: Mosquitos.

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Elena entró a su departamento. Tras un suspiro de agotamiento, encendió las luces, dejó la mochila en una silla y encendió su computadora. La ventana estaba abierta para dejar correr el aire, así que penetraba el barullo molesto de la calle. Era lo malo de vivir cerca de una avenida. Luego, se aseó en el baño y se calzó unas pantuflas rosadas. De inmediato, entusiasmada, se sentó frente a su PC.

<<Por Dios, que Martín haya respondido>>, suplicó.

Cuando pudo ingresar a internet, abrió la página "Las flechas de Cupido". Entonces, sintió que un brazo le rodeaba el cuello y una mano le tapó con la boca con tanta fuerza que le fue imposible zafarse.

―No intentes escapar o morirás ―le dijo al oído una voz gruesa y distorsionada.

Elena comenzó a sollozar. Sus manos se habían quedado congeladas sobre el teclado.

―No llores. Si haces lo que te pido, no te pasará nada. ¿Entiendes? ―le explicó el intruso y aflojó un poco su brazo.

Con los ojos abiertos del terror, Elena asintió con el rostro.

―Bien, voy a soltarte. Si gritas, te mato. No habrá tiempo de que nadie te salve. ¿Entiendes?

Elena volvió a asentir. El visitante la dejó libre y se apartó. Elena comenzó a llorar desconsolada, sin atreverse a moverse ni mirar a su atacante a la cara.

―Tranquila. Te prometí no hacerte daño. Solo tienes que beber esto ―explicó el ser y con rapidez, le vertió unas gotas en los labios. Elena cerró los ojos y procuró no escupir esa sustancia amarga y espesa.

―Bien hecho, Elena. Ahora quiero que me cuentes todo lo que estuvo haciendo tu amiga Caro desde el viernes pasado hasta hoy. Y no obvies detalles ―ordenó el ser y se sentó en una silla.

La joven vio que el visitante era una persona enfundada en un sobretodo abultado, su cara estaba cubierta por una máscara negra y por si fuera poco, una capucha ensombrecía su rostro.

<<Dios mío, ¿quién es este tipo? ¿Qué eran esas gotas? Pero no voy a decirte nada. ¡Caro es mi amiga!>>, pensó Elena, el sudor le chorreaba de la frente.

―Bien, le contaré. El viernes Caro... ―comenzó a hablar la muchacha para su espanto. Es que sus labios parecían tener vida propia y no podía dejar de hablar de su amiga. Le contó absolutamente todo por más que se esforzaba por mentir y salvar a Caro de ese peligroso ser. Tampoco podía intentar huir.

―Bien, Elena. Fuiste de gran ayuda ―dijo el visitante cuando Elena terminó de hablar―. Ahora me marcharé. No me mires y no te atrevas a gritar.

La joven dio un respingo, cerró los ojos y suplicó que ese tipo se marchara sin hacerle daño. Y luego, iría corriendo a alertar a Caro.

<<Dios mío, ayúdame>>, imploró.

De pronto, recibió un pinchazo en un brazo. Al abrir los ojos, descubrió aterrada que el enmascarado le había clavado una uña, que era larga y roja. Sin embargo, no podía moverse.

―Olvidarás todo desde que entraste a tu casa y te sentaste ―dijo el ser misterioso, quitó su uña y, con rapidez, escapó por la ventana.

Elena parpadeó y de inmediato, se rascó el brazo hasta dejarse una roncha.

―Más mosquitos. No debo seguir dejando abierta la ventana ―decidió y se concentró en su página de citas.


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Aullidos, flama y un corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora