Capítulo 22: La Sustancia.

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Era una noche oscura. Mark era un ángel y sobrevolaba un bosque. El viento le daba en la cara, hacía frío, por lo que había tenido que regular su temperatura corporal. Había recorrido varios kilómetros rumbo a Ciudad Pacífico, pero aún le faltaba mucho camino por delante. Esto acrecentaba su impaciencia, es que no quería perderse semejante acontecimiento. Incluso había desobedecido a sus superiores. Prácticamente se había escapado de su nido. Sin embargo, valía la pena.

De pronto, entre los árboles, vio una figura correr a toda prisa. Semejante velocidad solo significaba que era un mito. Quizás un demonio. Y al pensar en esto, arrugó el entrecejo y apretó los puños. Es que él era un ángel virgen. Su naturaleza era cazar y despedazar a esos seres. Pero al utilizar su vista de pájaro, descubrió que era un ángel y que además, llevaba un animal muerto sobre el lomo.

<<¿Un ángel corriendo en vez de volar? ¿Y para qué es ese bicho sangrante?>>, pensó desconcertado.

Mark decidió que debía investigar. Así que procurando mantenerse a distancia, siguió a ese ángel vestido de sotana y una capucha. Lo siguió hasta que vio al mito entrar a un enorme establo de madera y techo de tejas esmaltadas en rojo. Mark descendió al suelo, retiró sus alas y se acercó al lugar con sigilo. Para su sorpresa, el lugar no apestaba a vacas ni a caballos, sino a motores humanos. No vio luces encendidas, sin embargo, su vista de ángel le permitió encontrar un resquicio entre la madera. Sin dudarlo, se metió dentro del establo.

<<Cargar un animal muerto como esos pulgosos. Que infamia...>>, pensaba cuando recibió un golpe en la espalda. Fue tal la fuerza, que salió despedido y cayó al suelo. Sintió varios huesos rotos. A pesar de la oscuridad, pudo ver al ángel encapuchado frente a él. Sin dudarlo, Mark se convirtió y extrajo su espada relicario.

―Te arrepentirás por haberme atacado. Identifícate y dime por qué escondiste aquí un animal muerto ―amenazó Mark, pero lo cierto es que, con el rostro sudado, estaba preocupado. La fuerza de ese ángel era inusual.

Sin embargo, el ángel de la capucha no respondió y se quedó tieso donde estaba. Tenía sangre en los hombros lo que corroboraba que había matado aquel animal.

―Bien, te haré hablar a la fuerza ―anunció Mark y se lanzó contra su rival blandiendo su espada. Dio una estocada y alcanzo a cortarle el pecho a su enemigo. La capucha cayó al suelo. Entonces, Mark vio que, en lugar de sangre, de su espada chorreaba una sustancia negra y viscosa como petroleo. Aterrado, soltó su espada y, al levantar la vista, retrocedió horrorizado al ver el aspecto verdadero de aquel ángel silencioso.

―¡Aaaagh! ―gritó, giró y se dispuso a salir volando. Pero entonces, descubrió que detrás de él había cientos de ojos rojos y azules en la oscuridad. Y cuando aguzó su vista de pájaro, se encontró con que eran más de esos seres. Muchísimos. No alcanzó a extender sus alas que se abalanzaron sobre él. Pronto sus plumas blancas quedaron cubiertas de su sangre.

Aullidos, flama y un corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora