Aullidos, flama y un corazón.

Capítulo 37: La Guarida de la Bruja. Yuri.

<<Al fin seremos libres, amor. Espérame>>, pensó.

Había llegado la noche de la misión. Yuri y los suyos estaban en la guarida, concentrados, con ansias y muy nerviosos. Mientras se preparaban para salir rumbo a la fábrica de envases de vidrio, y David y Dimitri estaban en el baño, Gastón se acercó a su amigo Yuri con evidente angustia en la mirada:

―Por favor, Yura, encuéntralo como la vez pasada ―le dijo Gastón y le palmeó un hombro.

―¿Ah? Pero solo tuve suerrrte, drug ―respondió Yuri con humildad.

―Bueno, la tendrás otra vez. Por favor, encuéntralo. Por todos.

―Horosho, lo intentaré, Gas. Y ni se te ocurra empezar con eso de que no sirrrves para nada o te dejo un ojo morado, ¿estamos de acuerrrdo? ―respondió Yuri mientras incómodo, procuró no mirar a su amigo a los ojos. Es que temía que éste fuese a preguntarle sobre la cicatriz verde. Por fortuna, Gastón no abordó el tema. El lobo francés estaba convencido de que Yuri encontraría la siguiente pista. Pero Yuri se consideraba solo uno más del grupo. Encima, el más débil y estorbo de todos debido a esa maldición que lo volvía un cobarde.

<<Más miedoso que un cachorro―se torturó―. Por suerte, Dimitri está con nosotros.>>

Cenaron una gran cantidad de carne al horno. Y luego, David preparó la poción. La sustancia hervía en la vieja cacerola ya por completo negra. Los vapores hicieron arder los ojos de Yuri quien se los frotó con furia. Bebió su ración, sintió un acido quemando sus tripas y gruñó dolorido, aunque se esperanzó de que esa sería una de las últimas dosis. También se aprovisionaron de frasquitos de antídoto.

Antes de salir, todos se arrodillaron, cerraron los ojos, y con las palmas sobre el suelo, rezaron al rey Licaón y pidieron por su bendición en esa tarea. Luego, por su parte, Yuri agregó su sangre al ritual del lazo familiar. Suplicó a Licaón que le permitiera hablar con Sasha una última vez.

<<Papa...>>, imploró.

Más tarde, viajaban en un viejo automóvil diesel que apestaba a cigarrillos que David había encontrado sin llave y lo hizo arrancar al unir unos cables. Tomaron calles oscuras y poco transitadas, atentos a ver algún coche patrulla. Incluso esperaron los semáforos en rojo para no llamar la atención. No querían alertar a los humanos y, por lo tanto, también a sus dueños los pajarracos.

Durante el viaje, Yuri, que iba en el asiento trasero junto a Gastón y Sam, a pesar de sus nervios por la misión, no pudo evitar pensar en la humana traidora. Frunció el seño con ira. Esperaba no volver a verla jamás. Había hecho bien en alejarse de ella. Aunque no podía negar que estaba muy dolido. En verdad creyó que era su amiga.

<<Y me pagó con una mierda como esa>>, recordó.

Así que, mientras repiqueteaba con los dedos la puerta del automóvil, decidió que al perdonarle la vida, ya la deuda estaba saldada completamente. Era libre. Sonrió y se alegró por ello. Ya no tendría contacto alguno con la humana porque había tirado el celular. Entonces, recordó que todavía tenía el paquete. Lo había escondido en un cajón de sus compañeros pero había olvidado prenderle fuego más tarde como lo había planeado.

<<Ni bien vuelva de la misión, lo tiraré a la mierda>>, decidió.

Dejó de pensar en ello, al observar por la ventanilla rajada el cielo nocturno. Las nubes eran grisáceas. Preocupado, Yuri advirtió que los relámpagos castigaban los oscuros nubarrones y creaban siniestras estrías de luz.

<<¿Un mal presagio? ―temió―. No; hoy todo tiene que salir bien.>>

Había observado los mismos nubarrones cuando su padre fue emboscado. Recordó a los ángeles cayendo sobre ellos, a ese pajarraco verde que le arruinó la vida... Entonces, con un sobresalto, volvió de sus ensoñaciones cuando oyó que Dimitri comenzaba a repasar otra vez el plan. Yuri suspiró y trató de no mostrarse turbado frente a sus compañeros. Sabía que el miedo podría venir a él si los ángeles se acercaban en plena noche. Si eso sucedía, con coraje, decidió que enfrentaría su temor, lo vencería o moriría en el intento si era necesario. No pondría en peligro la misión.