Capítulo 14: El Muro Impenetrable. Ryan.

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Lleno de pesar, Ryan estaba sentado en un rincón de su departamento en Las Colinas. Exhibía un aspecto soñoliento, los pelos revueltos, y tenía los ojos hinchados y rojizos como tomates.

<<¡Ya no quiero seguir viviendo!>>, se castigó.

Ryan había conocido a Jodie cuando fue a vivir a un lugar llamado Virgilio La Sallé. Una ciudad ruidosa de viejos edificios y fábricas que contaminaban el cielo en un constante y gris smog. Al menos, comenzaba la primavera y los árboles pintaban de verde las calles. Ni bien se instaló allí, Ryan se encargó de investigar los subterráneos, las apestosas alcantarillas, las casas y edificios abandonados; todo lo que pudiera servirle para esconderse de los ángeles vírgenes. A poco estuvieron de atraparlo la última vez y escapó al refugiarse en un laberinto de minas de carbón. Así que debía ser más cuidadoso ahora. De todas formas, siempre se la pasó viajando de un lugar a otro. Era un corazón nómada. Así que en La Sallé alquiló un departamento en un edificio viejo, pero limpio. Tenía que pagar el alquiler a una pareja de ancianos, amables, pero rigurosos con el pago durante los primeros diez días de cada mes. De todas formas, Ryan no carecía de dinero, simplemente lo robaba.

En su nuevo hogar estuvo cómodo y, por suerte, pasó el tiempo y no detectó señales de los ángeles vírgenes, pero sí verdes, de plata y otros mitos. Por más que extrañaba tanto el sabor de esa carne, la sangre chorreando por su mentón; ni se le cruzó por la mente devorar algún corazón humano. Es que evadir un par de ángeles comunes no era difícil para él, pero un ejército de palomas vírgenes era otra muy distinta. Así que por nada quería atraerlos a su nuevo escondite.

<<¿Por qué no me dejan en paz?>>, se lamentó.

A correr los días, Ryan dejó de preocuparse y empezó a disfrutar de la ciudad. Iba al cine con frecuencia, le fascinaban las películas de mafiosos y de ciencia ficción. De todas, le gustó mucho el Retorno del Rey y quedó encantado con Avatar. Principalmente las versiones en 3D. De cada función, siempre se llevaba recuerdos como las entradas y vasos de pochoclos vacíos con personajes de las películas que tomaba al salir de la sala. También compró libros, más que nada, biografías de los Beatles, y una PC nueva para ingresar a internet. Y ya estaba pensando comenzar una nueva colección de películas.

A Ryan siempre le gustó mucho el sexo. Y los demonios lo tenían con mujeres humanas, ya que no existían las hembras de su misma especie. Y a él le encantaba acostarse con todas las mujeres que podía en cada ciudad que visitaba. Y no le costaba demasiado. Primero que era bastante apuesto y, como todo demonio, tenía un cuerpo escultural, y por si fuera poco y eso no resultara, podía invocar sus feromonas, un poder de atracción sexual que era casi irresistible para las hembras mortales. Así que en esa ciudad, cada día, se acostó con una mujer distinta. Le gustaban los desafíos complicados, como tener sexo con mujeres policías, casadas, juezas; y en lugares extremos. Pero solo era sexo para él, consideraba al amor solo una invención de los humanos. Hasta que...

Una noche, distendido, caminaba por la vereda, con las manos en los bolsillos. El demonio salía de ver nuevamente Avatar en el cine, ya la había visto nueve veces en menos de un mes.

Al llegar a la esquina, se topó con un restaurant cuyo cartel luminoso rezaba "La Resistencia". Iba a pasar de largo cuando de pronto, vio a la camarera del lugar a través de la ventana. Ataviada con su uniforme blanco y un delantal, era una joven rubia, de aspecto normal pero de grandes senos. Ryan se sintió atraído por la muchacha. No tenía nada que hacer y siempre hacía lo que quería y sentía, así que entró a La Resistencia por la puerta principal, la cual tenía una campanita, y eligió una mesa pequeña, en un rincón, cerca del televisor. Se sentó y la vio llevando una ración de papas fritas a la mesa de una familia ruidosa. Se frotó las manos impaciente y se puso a jugar con los sobres de sal. De la cocina, salía un vapor constante y un tufo a frituras tal que Ryan tuvo que hacer esfuerzos por no vomitar. Pero lo soportó por la mesera. Al fin, la vio acercarse a él con aspecto cansado y su bloc de notas en la mano.

Aullidos, flama y un corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora