Capítulo 41: La Guarida de la Bruja. Yuri.

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Yuri estaba en la celda, tirado en el suelo, rodeado de oscuridad. Su brazo quebrado colgaba inerte a un costado. Temblaba tanto del dolor como del miedo. Estaba derrotado y con su derrota, había muerto la única esperanza.

<<Todo por culpa de mi cobardía>>, se torturó.

Era un inútil y un fracasado. Si hubiese sido Dimitri, ya tendría el mapa en su poder. Por esto, estaba resignado, los ojos cerrados a la espera de su muerte. Sabía que los pajarracos llegarían en cualquier momento y tirarían sus huevos negros. El gas se esparciría y moriría victima de la peste cancerígena. Su cuerpo se descompondría y sus restos se quedarían en esa celda para siempre, sin que nadie supiese de su tumba.

<<Mamá, Ever, Pepe, Sarita, Diana, Papá, amigos, toda mi gente; tengo que pedirles perdón por haber fracasado>>, se lamentó.

Lloró desconsolado. Nuevamente su raza peligraba por su culpa como aquella vez.

<<Esos malditos psilos>>, recordó, pero en verdad, había sido su culpa...

De pronto, con desconcierto, hizo silencio, incluso dejó de respirar, ya que le pareció sentir que le hablaban desde las sombras. Aumentó su poder auditivo y con los ojos abiertos de la incredulidad, constató que era la voz de su padre:

―Yura. Yura.

Desesperado, en la oscuridad, vio surgir una luz blanquecina, como si alguien hubiese encendido una vela. A pesar del dolor, Yuri se puso de pie de inmediato.

―¡Papá!

Yuri abrió los ojos en redondo y emocionado, contuvo la respiración.

―No te des por vencido, Yura. ¿Recuerrrdas lo que me prometiste? Dímelo. Vamos ―le pidió Sasha.

―Juré proteger a mi familia. Pero no pude, papá. No pude... ―se lamentó Yuri, cayó de rodillas y continuó llorando acongojado.

―Sí que puedes. Lo lograrás. Antes de irrrme, quiero que sepas que estoy muy orgulloso de ti, hijo mío ―aseguró Sasha y su espíritu se desvaneció. La celda volvió a cubrirse de negrura.

―¡Papá! ¡Espera...! ―suplicó Yuri, pero ya el espíritu de Sasha había desaparecido. Así que, todavía de rodillas, sorbiéndose los mocos, continuó llorando. Pero ahora, era de la emoción.

<<Orgulloso>>, se dijo.

Al fin, se puso de pie, se quitó las lágrimas con los dedos y rugió furioso, lleno de coraje y renovados ánimos.

<<Primero está la familia>>, aseveró.

Recordó que su padre se sacrificó y usó su propia sangre ardiente para salvarlo, así que él ahora no tendría reparos en arriesgar su vida para salvar a toda su familia y que su raza no se extinguiera.

No le quedaba mucho tiempo, los ángeles verdaderos llegarían en cualquier instante. Pero ahora estaba lleno de valor y confianza en sus poderes. Entonces, con un brazo colgando, tanteó en la oscuridad y al encontrar el resquicio del umbral, intentó abrir la puerta con su mano sana. Pero estaba sellada.

<<Tengo que convertirme>>, se dijo.

Gruñendo de dolor por sus huesos rotos, se quitó el pantalón, la camisa y las zapatillas para no hacerlo todo jirones. Se ciñó la riñonera a un brazo. Suspiró profundo y berreó iracundo mientras comenzaba su transformación. Su ropa interior quedó destrozada al crecer tanto. De su 1.78 se fue casi a más dos metros de estatura erguido. Su cuerpo se llenó de un pelaje amarillento, casi el tono de sus cabellos rubios. Su boca y nariz griega se alargaron hasta convertirse en un hocico largo y repleto de dientes de metal negros. Sus ojos celestes se tornaron dos bolas de luz verdes. Las heridas que tenía, incluso la fractura, comenzaron a curarse a gran velocidad.

<<Debo darme prisa>>, pensó.

Aulló furioso y comenzó a golpear la pared con sus garras de metal. Estas resonaban y lanzaban chispas al impactar contra el muro de piedra. Y ante el ímpetu de sus acometidas, los trozos de ladrillo cayeron a su alrededor. Al fin pudo ver el sótano por un resquicio, el olor y el tintineo del cofre llegaron a él, así que aumentó la fuerza de sus embates. Y el muro se derrumbó.

Yuri, jadeando salió de la cueva. Ahora era un lobo rabioso que enseñaba los dientes de su hocico babeante. El cofre estaba allí, brillando en la oscuridad, pero las sombras rondaban a su alrededor como moscas a un animal muerto. De inmediato, con un rugido, el lobo adoptó una posición de ataque.

<<No son verdaderos ―se recordó―. Adopten la forma que adopten, recuerda que son solo sombras.>>

Y de pronto, la herida le brilló en el pecho y gruñó alarmado.

<<¡Los verdaderos pajarracos verdes están cerca!>>, advirtió preocupado.

Aullidos, flama y un corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora