Capítulo 31: La Fábrica Abandonada. Yuri.

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Dolido, profundamente decepcionado, Yuri estaba en la guarida esa noche. Por fortuna, los demás jamás se interesaban en su diario. Escribía con furia y rencor, así que apretaba más de la cuenta su lapicera:

Cuando me saludó con un beso, no me lo esperaba. Como un idiota, le correspondí. Lo que tendría que haber hecho era arrancarle la mejilla de un mordisco...

Respiró con ira y prosiguió:

Caro me caía muy bien. Era tan sencilla, humilde, simpática. Estaba seguro de que terminaríamos siendo amigos. Ya no estaba tan urgido por sacarme esa misión de encima. Hasta sonreí emocionado ante el obsequio. En nuestra cultura, es impensado rechazar un regalo. Me encantó ese gesto y tuve muchas ganas de abrirlo en ese instante...

Yuri dejó de escribir y recordó que en el subterráneo, de pronto, miró a sus costados y advirtió que dos jóvenes de patinetas en las manos, miraban los senos de Caro y sonreían desde la otra punta del vagón. De inmediato, les dirigió una mirada furibunda y, con las orejas ardiendo, se quedó penetrándolos con la vista hasta que desaparecieron. Sin embargo, decidió obviar esto en su diario:

Estábamos en la puerta de la biblioteca y pude notar sus nervios. Hasta oía el golpeteo temeroso de su corazón. Así que traté de contenerla y darle ánimos. Claro que yo también estaba algo nervioso...

Gruñó y luego prosiguió con el relato:

Al guardia le temblaba la mano. Temí que se le escapara un tiro e hiriera a Caro. A mí no podía hacerme nada. A no ser que fuera una bala de plata, claro. Intenté utilizar una velocidad y fuerza moderada. No quería que ella sospechara y además, no debía derramar la sangre de ese guardia. Pero al rozarle el brazo, descubrí algo inesperado. Era un xonor. Todo se complicó. Encima, estaba enfermo, así que quizás su contrato estaba matándolo. Más peligroso era entonces. Como no era humano, no dudé en pelear con él. Lo vencí pero ahora debía estar más atento...

Hizo una pausa, hizo memoria y luego retomó su narración:

Mientras Carolina entraba por la puerta, me encargué del otro xonor. El maldito sacó unos cuchillos. Como estaba distraído por la humana, alcanzó a cortarme en el hombro. Eso me puso furioso. Cuando volvió a atacarme, me agaché y esquivé el cuchillo. Lo agarré y le torcí las manos, hasta que gimió y soltó sus armas. Entonces, le di un buen golpe en el rostro para dejarlo atontado. El xonor quedó tendido en el suelo, tomándose la nariz ensangrentada. Le pregunté para quién trabajaba y cuántos eran en su familia. De pronto, el maldito sacó un detonador de su bolsillo e hizo explotar la puerta de la sala de los libros. La humana había quedado atrapada. En aquel entonces, me preocupé por ella, así que me desquité con el xonor y lo dormí de una patada. La transformación se revirtió y se convirtió en un joven asiático, de pelo corto con raya al medio...

Yuri oyó unos disparos en la calle, se distrajo, pero de inmediato volvió a su diario:

Desesperado, comencé a quitar los escombros. Caro había quedado del otro lado, aislada y podría estar lastimada. Fue entonces cuando oí que ésta me llamaba a gritos. Suspiré aliviado. Al menos estaba viva. Ahora, pienso que hubiese sido mejor que le cayera el techo encima. Aunque mejor, no. Fue mejor saber de su traición. De pronto, además de Caro, escuché la voz de otra persona. Una mujer. Debía ser otro xonor. Ahí me puse furioso. La mataría si lastimaba a Caro. Quitar las piedras me estaba llevando demasiado tiempo. Por esto, busqué otra forma de entrar y descubrí una rejilla de la calefacción. Y al meterme allí, pude oír más claramente que la humana estaba peleando con la xonor. Me preocupé más por ella. Repasé mentalmente los poderes que poseen los xonor que me enseñó mi padre. Aparte de cambiar de forma, los xonors utilizan objetos mágicos con hechizos malignos: los gusanos rojos, las gotas del escorpión, el fuego de las ranas, el báculo mortal de los dientes de serpiente...

Aullidos, flama y un corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora