Capítulo 53: El Final. Ryan.

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Nuevamente en la ciudad, con las manos en los bolsillos, muerto de nervios, Ryan iba camino a Las Colinas, rumbo a someterse nuevamente a las preguntas de la preguntona.

<<¿Qué debo decirle? ¿Estará enojada? ―se preguntó―. Sí, seguro debe estar furiosa. No debe querer ni verme otra vez.>>

Ryan tomó un atajo. Era una calle oscura completamente intransitable a causa de los baches. De pronto, vio un dealer de SED. El hombre, provisto de su máscara, estaba en una esquina a la espera de clientes. Al verlo, el demonio desfiguró su rostro con muecas de odio y resentimiento.

<<Que no se le ocurra ofrecerme nada>>, se dijo.

Pero entonces, advirtió para su alivio y regocijo, que no sintió tentación alguna de volver a esa droga.

<<Quizás debería quitarle los SED y destruirlos. Y castigarlo por vender esa mierda>>, pensó.

Pero decidió que no tenía tiempo para eso. Quería llegar cuanto antes al edificio. Así que continuó su camino con la mochila a cuestas.

Cuando estaba a una cuadra del edificio, vio salir al tipo de la Harley Davidson. Por esto, aminoró el paso para no cruzarse con él. Solo cuando vio al hombre marcharse en su moto, el demonio desandó el último tramo hasta Las Colinas. Luego, cuando estuvo ante la puerta de entrada, aspiró el aire profundamente hasta encontrar el aroma a perfume frutal, almendras y manzanas verdes.

<<Todavía está aquí>>, se alegró.

Sonrió complacido. No obstante, sus nervios se multiplicaron.

<<Vamos... coraje...>>, se dijo.

Pero era de madrugada, no podía ir a despertarla. Así que tendría que esperar para ir a hablar con su vecina.

<<Tengo tiempo de planear qué voy a decirle...>>, decidió.

Amparado en la oscuridad, escaló hasta entrar a su departamento. Una vez dentro, encendió la luz y volvió a colocar la cortina en la ventana. También decidió que se ocuparía de arreglar la gotera en la cocina. Luego, con una sonrisa tierna, colocó la foto de Jodie sobre su repisa. A continuación, fue al baño, se quitó la ropa y se dio una ducha de agua fría. Por último, se tiró en la cama, desnudo mientras se secaba. Y, al tiempo que se frotaba las manos impaciente, esperó a que amaneciera.

Cuando el sol le dio de lleno en la cara, se levantó de un salto y volvió al baño. Arrugó la nariz y dio un respingo, evidentemente ese lugar necesitaba una buena limpieza. Orinó y se lavó los dientes con lo poco que le quedaba de pasta Mint. Se peinó, se mojó y buscó aplastar los pelos más rebeldes que tenía. Lamentó no tener un placard más amplio, así que se atavió con una remera roja que apestaba a sudor bajo los brazos, por lo se roció bastante Evil Night.

<<Espero que no repare en los agujeros en las zapatillas>>, pensó.

Se cubrió las cicatrices como siempre. Al fin, estaba listo. Pero en lugar de salir, se sentó en el borde de la cama. Muy nervioso, se frotó las sienes y gruñó molesto.

<<¿Qué le diré?>>, se preguntó.

Para empezar, concluyó que era necesario disculparse por haber desaparecido así sin dar la cara. Habían quedado en salir, pasarla bien y con un mensaje y un pretexto absurdo la dejó plantada. Fue entonces cuando lamentó haber abandonado su celular en el puente en la otra bolsa. Hubiese sido más fácil escribirle. No obstante, no tendría otra opción que dar la cara. Se sintió tan nervioso y ansioso que salió por la ventana, escaló hasta el techo y respiró varias bocanadas de aire fresco.

Aullidos, flama y un corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora