Con sueño pero resuelto y con un halo salvaje en los ojos, Ryan al fin llegó al hueco en el muro cuyos bordes todavía humeaban. El mito agachó la cabeza y pasó del otro lado. Bostezó y, furioso, se esforzó por abrir bien los ojos. Cruzó la calle, la vereda, saltó el muro coronado de alambre de púas y aterrizó en el jardín. Un perro ladró a lo lejos con furia, pero aparte de eso, todo era silencio. Nadie lo vio, pero no tuvo alternativa que tomar el riesgo. Frunció el seño y entró al edificio por la misma ventana que había forzado. Subió por las escaleras. Cada paso era un suplicio por lo que tenía que avanzar aferrándose de los pasamanos. Y mientras más subía, el sueño se hacía cada vez más pesado. No obstante, no cejaba en su determinación.
<<Si la bruja muere, el veneno también desaparecerá de mi cuerpo>>, se dijo.
Con la frente repleta de surcos de sudor; el demonio llegó hasta el octavo piso, empujó la puerta "C" con el peso del cuerpo, y, trastabillando, entró al departamento de Augusta. La bruja estaba empacando sus pertenencias en dos grandes valijas negras que tenía sobre la mesa. Al ver al demonio vivo, se sobresaltó y se le cayeron unos tubos de ensayo al suelo.
―Te dije que no había muerto, Augusta. ¡Debiste ir por él! ―la sermoneó el espíritu alcohólico―. ¡Ahora tu aquelarre te castigará!
―¡No! ¡No! ―balbuceó Augusta con voz lastimera, comenzó a llorar y retroceder sin quitarle la vista a su visitante―. Por favor. No me hagas daño. ¡Déjame vivir!
Sin embargo, Ryan no alteró su semblante salvaje y asesino. Invocó su lanza, la aferró con ambas manos y se acercó a la bruja midiendo cada paso, buscando la oportunidad de saltar sobre ella y atravesarle el corazón.
<<Primero salvar mi propio pellejo, los demás, pueden morirse>>, pensó.
―¡Él no se detendrá, Augusta! ¡Pelea! ¡Invoca tu disfraz otra vez!
―Sí... sí, lo haré ―respondió la bruja e invocó el espejismo con la imagen de Jodie.
Al contemplar la ilusión, Ryan con los ojos abiertos como platos, empezó a retroceder de espaldas como la vez anterior. Las lágrimas pugnaron por reventar sus ojos marrones. Pero, entonces, decidido, apretó los párpados con fuerza y negó con el rostro una y otra vez.
<<¡Es solo una ilusión! ―se dijo―. ¡No es Jodie!>>
La bruja buscó en sus bolsillos secretos, tomó su daga dorada y, entre jadeos, arremetió dando estocadas con desesperación; el miedo a morir la hacía un enemigo salvaje y despiadado.
―¡Mátalo! ¡Mátalo! ―gritaba el espíritu.
Ante los embates, Ryan retrocedió y procuró no mirar el rostro de la falsa Jodie. Augusta atacó una y otra vez con su daga. En su última embestida, impulsada por sus patas de cabra, la bruja alcanzó a cortar a su enemigo en el brazo con su cuchillo dorado. El demonio se tapó la herida con una mano, retrocedió y apretó los dientes para no gritar a causa de tal padecimiento. En su retroceso, tiró el televisor al suelo, pero no le quitó la vista al arma de su enemiga. Esa herida no lo mataría, pero le quedaría una cicatriz para siempre. No obstante, si lo atravesaba en el corazón o en la cabeza, llegaría su fin. Por esto, sudaba del miedo y la desesperación. Nunca estuvo tan cerca de morir en esa misión. Pero no quería perecer sin antes vengar a su amada, por ella, tenía que resistir.
<<Es una ilusión. Es una ilusión. Es...>>, se repitió.
Así que Ryan dejó de recular. Miró fijo con ojos furibundos a la bruja y se concentró en recordarse que no era Jodie, sino una bestia horrenda con patas de cabra y cola de serpiente.
<<Es solo una ilusión. Es solo...>>, insistió.
Y al fin, Jodie se esfumó para dejarle paso a la hechicera pelirroja, secundada de su espíritu alcohólico. Pero Ryan no tuvo tiempo de suspirar aliviado siquiera. En ese instante, despidiendo la peste de su sapo, la bruja voló hacia él con la daga al frente, como un caballero en una justa. Apelando a sus reflejos, en esa última milésima de segundo, Ryan la esquivó al hacerse a un lado. El demonio hizo que la bruja pasara de largo y antes de permitirle cambiar de rumbo, estrujando colérico los dientes, la atravesó con su lanza por la espalda, a la altura de la zona lumbar. El grito de la bruja fue estridente, tanto que Ryan tuvo que taparse los oídos y varios espejos estallaron en esa habitación. Al fin, estacada, la bruja se derrumbó de bruces y, sobre la alfombra, murió tras unos temblores. Quedó con los ojos y la boca abierta, además de las manos crispadas como ramas secas de un árbol. El espíritu gruñó furioso, pero contra su voluntad, una fuerza invisible, como una aspiradora, lo absorbió desde el suelo hacia el infierno. Luego, volvería cuando recuperara energías a morar la tumba de su dueña. Todo quedó en silencio en ese departamento, salvo por las voces de los vecinos que murmuraban en los pasillos a causa del grito que habían oído.
Al morir la bruja, Ryan al fin sintió que la somnolencia desapareció de su cuerpo. Había alcanzado su meta. Estaba más cerca de convertirse en un uganor y destrozar a Dultarión y sus palomas. Por esto, se sintió aliviado, satisfecho y orgulloso de sí mismo.
<<Por ti, Jey. Por ti>>, se dijo.
Ahora seguían en la lista las sirenas. Ryan sabía que vivían en la isla de los lamentos y que solo se podía llegar allí por barco. Sería difícil y peligroso hacerse con esa sangre, pero estaba dispuesto a todo por su venganza.
De inmediato, sin remordimiento alguno, le extrajo la lanza a la bruja y tomó la sangre que chorreaba en el recipiente hermético. Cuando tuvo suficiente, cerró el frasco y lo guardó en su mochila, la cual se colgó a la espalda. Lavó la lanza en la canilla de la cocina. Todavía necesitaba sus poderes para seguir curando sus heridas, principalmente su pierna quebrada, así que no revirtió su transformación. Luego, con semblante serio, se asomó por la ventana rota y sin vacilar, salió antes de que los vecinos llegaran para husmear. Se valió de los balcones y caños de la calefacción para descender nuevamente hasta el callejón. Ni bien tocó el suelo con sus zapatillas rotas, se encaminó en la oscuridad con la idea de robar algún vehículo.
A las pocas cuadras, revirtió su transformación. Ya su cuerpo estaba casi curado. Solo tenía un leve dolor en la pierna. Sus jeans habían quedado destrozado, principalmente donde salió su cola de diablo, así que como no usaba ropa interior, tenía una parte de sus nalgas al aire. También estaba rota su remera preferida de Darth Vader. No obstante, no se detuvo a intentar buscar otros atuendos. Era mejor irse de allí lo antes posible.
Robó una camioneta destartalada y se dirigió al bosque más cercano.
<<Te vengaré, Jey... ―se dijo―. Tú lo pagarás, paloma hija de puta.>>
Mientras conducía y todo eran árboles y oscuridad a su alrededor, Ryan recordó que se había quitado de encima al hada maligna de las drogas. Era un gran alivio no convertirse en un zombi adicto a esas pastillas. Se recriminó haberlas probado en un principio; en ese momento, creyó que sería la solución mágica a su sufrimiento, pero solo le trajo más dolor y hasta hizo que peligrara la venganza. Pero de pronto, mezclado con el rugido del motor, oyó como un lamento lejano y, de reojo, vio un destello azul a lo lejos en el bosque.
<<¿Acaso todavía no he terminado con ella?>>, se preguntó.
Pero decidió que había sido solo una ilusión. No era para menos, había pasado por momentos críticos esa noche. No obstante, ya todo había pasado. Ni bien llegara al bosque, buscaría un claro bajo la constelación de la cruz del sur, y vertería la sangre a la vasija para dar otro paso más en el hechizo de los uganores.
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Aullidos, flama y un corazón.
WerewolfSOLO +18!!!! Algunas escenas son EXPLICITAS y contienen LENGUAJE ADULTO. #Primer lugar Mostlettersawards. #Segundo lugar Premios Arcoiris. Sinopsis: Caro deberá buscar pistas para encontrar a su madre a la que creyó muerta toda su vida. Esta aventu...