Capítulo 6: El Delert Mort. Yuri.

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<<Pronto nos liberaremos de esos asquerosos pajarracos ―se dijo―. Licaón nos iluminará el camino.>>

Yuri estaba en el baño dándose una ducha, frustrado por el fracaso de ese día. No quería desesperarse, pero tenía mucho miedo por sus seres queridos.

<El líder alfa lo logrará>>, pensó esperanzado.

Bajo la regadera, Yuri, quien medía 1.78 de estatura y pesaba unos 79kg, se llenó los cabellos de champú y se frotó con fiereza. Luego, se enjabonó de arriba a abajo. Tenía mucho vello en los brazos, las piernas, el pecho, pubis y el trasero, todo del mismo tono dorado que sus cabellos. El agua y la espuma corría por sus músculos, todos marcados, principalmente sus pectorales y abdominales, más que nada, los oblicuos. Ya los cortes de vidrios habían cicatrizado gracias al poder regenerador de todo hombre lobo y sin dejar huella alguna.

<<Excepto...>>, pensó.

Se tocó la cicatriz que tenía en el torso que iba desde la clavícula hasta su ombligo. Tenía un tono verde musgo. Al sentir la rugosidad de su piel en esa zona, el licántropo respiró con ira descontrolada. No quería que nadie se la descubriera porque le dolía en su orgullo lo que significaba esa marca. Ni siquiera Diana se la había visto todavía. Y Yuri temía el día que llegara ese momento humillante. Ni quería recordar cómo se había hecho ese desgarrón en el torso. Así que cuando vio a David entrar a orinar, con un sobresalto, Yuri se volteó rápidamente.

―Ya deja de tocarte, Yura ―lo pinchó David al tiempo que apuntaba el chorro hacia el inodoro y no siempre acertaba.

―Chúpala, David.

El intruso rió y luego, adoptó un tono más serio:

―Estoy preocupado. No tenemos ninguna pista. Nothing.

―Venga, drug, ya lo encontraremos. Todo saldrá bien, el líder está con nosotros.

David asintió con el rostro y antes de salir, le pegó con la toalla en la espalda. Yuri rió y lo maldijo, ya tendría su revancha.

Ya solo, Yuri se lavó el trasero y el miembro con jabón. Y al frotarse, empezó a endurecerse como acero. Así que, con culpa, cesó de inmediato. Sería de lo más vergonzoso que David lo encontrara jalándose el pedazo. No se cansaría de burlarse de él. Por más que incluso siempre habían campeonatos entre los machos de la manada.

Yuri no estaba solo en esa búsqueda. Tres licántropos habían venido con él desde Europa, en un viaje de varios días, surcando el océano en un húmedo y apestoso barco pesquero. Ahora los cuatro vivían en ese pequeño departamento. Dimitri era el líder de la misión, el macho alfa de la manada. Para Yuri, el héroe que salvaría a toda su raza. Gastón, era cazador igual que Yuri y su mejor amigo. Y David era el centinela de la misión. Por último, Sam, el gato, también era miembro importante en ese equipo. Los gatos odiaban a los pajarracos (así era como llamaban despectivamente los licántropos a sus enemigos los ángeles) y podían detectarlos a mucha distancia. Su ayuda era vital. Porque en forma humana, los licántropos podían olfatear a sus enemigos solo a pocos metros de distancia.

Al rato, los cuatro ya estaban sentados a la mesa, listos para la cena. Yuri podía oler en el horno varias tiras de bifes de vaca chorreantes de grasa y, hambriento, se pasó la lengua por los labios; pero rápido se puso serio y escuchó con atención y respeto.

―Ahora debemos prepararrrnos para la próxima. Seguir con las rondas de reconocimiento―decía Dimitri quien usaba la cabeza afeitada y las arrugas siempre estaban presentes en su frente ya que constantemente tenía el ceño fruncido. ―Tengan sus sentidos atentos. No tenemos mucho tiempo.

Aullidos, flama y un corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora