La herida seguía supurando. Los pajarracos verdaderos estaban cerca. Espeluznado, Yuri entró al elevador, cerró la puerta y seleccionó el botón de la planta baja. El ascensor era lento y lo llenaba de impaciencia. Y a medida que iba ascendiendo, la herida le dolía más, le quemaba y brillaba. El joven se había cubierto el pecho como pudo con jirones de su camisa; pero, de todas formas, veía que de su vieja cicatriz brotaban pus y volutas de humo. Tenía el cuerpo repleto de heridas; pero ya se estaban sanando, no eran verdaderas uñas verdes, y la única que le interesaba era la que precisamente no se podía curar.
Al fin salió del ascensor. Aguzó el olfato y no detectó a sus compañeros. Así que en medio de la oscuridad, guiándose por el mapa que tenía en la mente, atemorizado, atravesó tambaleándose toda la fábrica hasta la puerta de entrada. Y, al llegar al hall de entrada, sintió que el brillo y el dolor de la cicatriz aumentaron más si aún era posible. Gruñó del sufrimiento. Por las ventanas, vio con terror que el cielo estaba minado de ángeles. Se recortaban contra los nubarrones negros como cuervos sobrevolando un cementerio de carroña.
<<¡Esta vez son pajarracos de verdad!>>, advirtió.
Comprendió que lo del sótano solo había sido un juego comparado con lo que le esperaba allí afuera. Era superar su miedo para siempre o morir en el intento. Temblaba del dolor y el horror, la transpiración le chorreaba como si estuviese en un desierto. Pero al ver el objeto brillante que tenía bajo el brazo, decidió que no le importaba que su vida peligrara, solo la misión.
<<No puedo fracasar ahora que estamos tan cerca>>, se dijo.
Pero a medida que se acercaba más a la puerta, las rodillas se le doblaban como si fuesen de goma. Cada paso que daba, agudizaba el temor que invadía sus entrañas. Pero apretó los puños y no se detuvo, manteniendo la vista fija al frente.
<<No tengo mucho tiempo>>, se recordó.
Los pajarracos tirarían sus huevos negros en cualquier momento. Y él estaría acabado ya que se había tomado el antídoto.
Llegó a la puerta. A pesar de los temblores y el sudor que lo cegaba, se ató el cofre al brazo y se convirtió en lobo otra vez. Esta vez, no le importó que su ropa quedara hecha jirones. Gruñó furioso, empujó la puerta con su hocico y se quedó en el umbral ante la noche. Entonces, la herida le dolió como nunca ante todos esos pajarracos en el cielo. Lo bueno, fue que no olió a ningún pajarraco de carbón. Aunque sabía que debían estar en camino. Ése era el modo de operar de los cobardes pajarracos.
<<¡Por el Delert Mort!>>, juró.
Se dio coraje y salió corriendo para cruzar el patio de la fábrica. En ese instante, cayeron plumas sobre él como una lluvia de cuchillos. Yuri las esquivó y ganó velocidad. Y fue entonces que las visiones comenzaron a atormentarlo.
<<¡No! No justo ahora>>, se alarmó.
Yuri se detuvo y gimió del terror. Vio que un monstruo gigante de cientos de cabezas de pájaro salió del suelo, chorreando tierra y bloques de cemento. El lobo bajó la cabeza y las patas le temblaban. A su lado, contempló también que un huevo gigante se abrió y despidió cientos de pájaros negros, cuervos con ojos de fuego y sangre en sus picos. Aterrado, Yuri se cubrió la cabeza con sus patas delanteras.
<<Por Mamá, hermanitos, Diana, papá, Gastón, ¡toda mi gente!>>, se dijo.
Con decisión y coraje, gruñó furioso, se irguió con los pelos del lomo en punta y enseñó los dientes a esas monstruosidades. Retomó el galope y no se detuvo. Tenía terror, el mayor miedo de su vida; pero lo siguió enfrentando. Nadie podía ayudarlo a superar ese horror, solo él podía lograrlo.
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Aullidos, flama y un corazón.
WerewolfSOLO +18!!!! Algunas escenas son EXPLICITAS y contienen LENGUAJE ADULTO. #Primer lugar Mostlettersawards. #Segundo lugar Premios Arcoiris. Sinopsis: Caro deberá buscar pistas para encontrar a su madre a la que creyó muerta toda su vida. Esta aventu...