Capítulo 21: La Sanguijuela. Ryan.

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<<¡Le sonreíste!>>, se reprochó.

Por la noche, tendría que ir a una iglesia para tomar el primer ingrediente. Pero era recién mediodía, por esto, para matar el tiempo, se dedicó a lavar su ropa sucia. La refregó con agua y jabón, la estrujó y la colgó con broches en la soga que tenía atada de pared a pared. Así que sus remeras y medias ahora goteaban y formaban pequeños charcos en el suelo. Mientras, se tiró en la cama, completamente desnudo. Se puso a meditar, mientras se frotaba las sienes con violencia. Como un tonto, le había sonreído a la preguntona. Había sido un gesto espontaneo porque, en verdad, se había alegrado de verla luego de tantos días. El problema residía en que era la primera vez que sonreía después de la tragedia en aquella mazmorra oscura.

Recordó que había empezado a toparse con la preguntona a la semana de haberse mudado. Un día de finales de invierno, de cielo gris y encapotado, que Ryan se acercó para cerrar la ventana. Entonces, al mirar hacia abajo, le llamó la atención una joven de piel pecosa, bucles dorados y grandes senos.

<<¡Jodie!>>, pensó.

Se quedó con la boca abierta y, desesperado y alegre, se subió al marco de la ventana para lanzarse hacia la calle e ir al encuentro de Jodie. Le diría al fin que la amaba con pasión. Pero entonces, aguzó su vista demoníaca, como si sus ojos fuesen unos potentes binoculares. Descubrió que solo era una joven muy parecida. Así que, dolido, se apartó de la ventana.

Una mañana, volvió de una de sus patrullas y como vio testigos en la calle, entró por la puerta. Ese fue el primer encuentro con su vecina. El demonio la miró a los ojos y, por más que ésta fue la primera en apartar la mirada, se quedó alelado por unos segundos, víctima de una rara seducción, hasta que reaccionó y desvió la mirada, como si fuese la mismísima medusa. También se obligó a bloquear todos sus sentidos, no quería ni sentir el olor de aquella humana. Al hallarse al fin solo, Ryan sintió un alivio de haberse deshecho de su vecina.

Pero se toparon muchas veces más. Y la charla fue cada más larga y entretenida. Siempre en su pasillo de los encuentros.

Una noche fresca, desde la azotea de un edificio, oculto tras un tanque de agua, vio a su vecina caminando por una calle poco transitada. Estaba tratando de captar su olor desde las alturas cuando; de pronto, advirtió la presencia de más personas en esa callejuela. Buscó con la mirada y oteó a tres hombres que seguían a la joven, escondiéndose tras contendedores de basura y el esqueleto de un auto calcinado. Aguzó su vista demoníaca nocturna y, al ver el rostro de dos de ellos, advirtió que ya los conocía. Eran ladrones y asesinos. Los había visto robar, abusar y matar a una joven días atrás en otro callejón. Ryan apretó los puños y comenzó a bufar furioso. La preguntona dobló la esquina, así que fue su oportunidad de atacar sin tener que develar su gran secreto. El mito saltó desde la terraza, tomó un neumático viejo y con éste, golpeó a dos de los maleantes dejándolos tendidos en el suelo. El restante quiso apuñalarlo con una navaja, pero Ryan lo evadió, tomó un trozo de caño oxidado y lo golpeó en la boca por lo que le hizo saltar varios dientes. No estaba utilizando sus manos así que los ángeles no tenían por qué detectar ese ataque. Pero por las dudas, los dejó con vida. Y para amedrentarlos, les mostró los cuernos que brotaron de su frente.

―Yo voy a estar protegiendo a esa chica día y noche. Si vuelven, los mataré ―les advirtió Ryan con asco. Los hubiese destripado si hubiese podido.

Uno de los maleantes se orinó del terror y los tres prometieron no volver jamás.

Pero luego de ese episodio, Ryan no volvió a cruzarse con la vecina preguntona. Por un lado, estuvo muy ocupado buscando a una harpía y, por el otro, se puso firme en evitar esos encuentros molestos con los humanos.

Aullidos, flama y un corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora