Capítulo 25: La Habitación Blanca. Ryan.

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Aquella vez, luego de ser atacado por la mujer de luz, el demonio se dirigió a su departamento tambaleándose de un lado al otro como un mortal ebrio. Apenas podía distinguir algo en la oscuridad, por lo que varias veces estuvo a punto de ser atropellado al cruzar calles, ganándose bocinazos e insultos. Además, unos perros lo atosigaron con sus ladridos, los cuales herían sus tímpanos inundados de esa sustancia azul. Pero Ryan los ignoró, su único objetivo era llegar a Las Colinas. Solo allí se sentiría a salvo. Tropezó varias veces, pero, chasqueando la lengua fastidioso, se puso de pie, valiéndose de árboles o postes de luz. Y al fin, llegó a su hogar. Las calles estaban desiertas, pero en su condición, no podría ni pensar en escalar. Así que tendría que usar la puerta de entrada.

<<Que ella esté durmiendo, por favor...>>, suplicó.

Buscó sus llaves en la mochila y en su torpeza tiró la botella con el agua bendita. Temiendo lo peor, abrió los ojos y la boca del susto. Pero, afortunadamente, advirtió que no se había volcado el contenido milagroso del recipiente de plástico.

<<¡La puta madre!>>, maldijo.

Encima percibió que su malestar se estaba intensificando. Al fin, encontró las llaves, abrió la puerta y, casi tropezándose, entró al silencioso edificio. Las luces se encendieron pero por fortuna, no había nadie en el pasillo de entrada. Avanzó hasta las escaleras de metal, se ayudó con el pasamanos y subió hasta su departamento procurando no hacer ruido en cada escalón.

Fue como llegar a un lugar cálido, de chimenea ardiendo, luego de atravesar un páramo cubierto de nieve en una plena tormenta invernal. Dejó la mochila en el suelo con cuidado y se dispuso a para darse una ducha. Pero cuando iba a quitarse la remera, las rodillas se le doblaron y cayó al suelo pesadamente como un muerto. Durmió con la boca abierta y los brazos al costado. Cuando despertó, ya era de día, había dormido muchas horas, de noche y más de las dos que un demonio necesitaba. Percibió que sus sentidos intentaban volver a él lentamente. Se levantó y se dirigió al baño. Se miró al espejo. Preocupado, contempló su rostro de cejas espesas y rectas y mandíbula redondeada. Sus ojos marrones estaban surcados de ojeras y tenía el pelo castaño oscuro más revuelto de lo normal. Tenía un aspecto enfermizo y muy demacrado.

<<Mejor, debo encontrar la forma de quitármela de la mente>>, decidió.

Debía extirparlas de su cuerpo. El problema era que evidentemente salir de esa adicción no era tan fácil como pensó al principio. Y no sabía cómo hacerlo tampoco. Cuando salió de la regadera, ya había recuperado sus sentidos por completo. Ya podía oír hasta el goteo de la canilla de la cocina. Con su cuerpo aún chorreando agua, y comenzó a ir de un lado al otro de la habitación, desnudo, por lo que su miembro se zarandeaba como un péndulo. Gruñía furioso mientras buscaba la solución.

De pronto, la voz angelical le habló:

―Toma una dosis. Eso te aliviará y te hará pensar mejor.

<<¡No!>>, maldijo.

Ryan frunció el ceño y descargó un puño en la pared con violencia. Como Ryan se resistió, el ser de luz proyectó en la mente del demonio otra imagen truculenta. Se trataba de Jodie ensangrentada, con los ojos abiertos como platos, inertes y ya sin vida. Sin poder resistirlo, acongojado, el demonio se apretó la cabeza, cayó al suelo de rodillas y se puso a gimotear desconsolado.

<<¡Basta! Eso no...>>, suplicó.

―Entonces toma una dosis. Eso calmará esas alucinaciones. Déjame ayudarte.

Así que resignado, con manos trémulas, Ryan agarró una pastilla fosforescente de un tarro que tenía en la mesita de luz...

Un rato más tarde, Ryan estaba en el centro de la ciudad. Así que estaba rodeado de transeúntes, carteles de neón y un olor fétido provenía de los contenedores de basura. El demonio ocultaba su rostro demacrado bajo la capucha de su buzo. Tenía el ceño fruncido y caminaba con firmeza, por lo que los humanos se apartaban de su camino. Debido a su porte y altura era de generar respeto. Pero por dentro se sentía vulnerable y desesperado.

Aullidos, flama y un corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora