Elijo la amistad de verdad

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Después de desayunar Elsa me dijo que tenía que a hablar con Norte, dijo que no me preocupara, que el día de hoy se acabarían los secretos.

Eugine me había jalado hacia la sala común y comenzamos a charlar como si nunca hubiera pasado nada, y eso era algo inquietante. Pero después de un rato al fin me pregunto: —Y... ¿Cómo te va con Elsa?

—Yo creo que... me va bien —le respondí.

— ¿Así? ¿Tan seco de repente?

Deje salir una sonrisa ligera —No. De hecho, creo que todo va mejor que antes.

—Me alegra oírlo. Por cierto... —dijo mientras metía la mano en el bolsillo de su pantalón y sacaba un pequeño sobrecito de color plata. —Atrápalo.

— ¿Qué es esto? —pregunté mientras miraba lo que sea que me haya aventado Eugine.

—Para que te diviertas con Elsa.

Arque las cejas —No entiendo a lo que te refieres.

El chico castaño giro los ojos y se acercó a mí para susurrarme al oído el propósito del objeto que tenía entre los dedos. Abrí los ojos como platos y le avente el asqueroso condón que me había regalado.

— ¡Eres un maldito enfermo! —le grité entre molesto y avergonzado.

Eugine no escondió su diversión y se carcajeo con fuerza —Joder, debiste que haber visto tu cara.

Apreté los dientes —No es gracioso.

— ¿Entonces porque me estoy riendo?

—No sé cómo es que aún sigo siendo tu amigo.

—Vale, vale. Lo lamento, pero he tenido que hacer esto... Y no creo que tenga nada de malo que quiera que mi amigo se cuide.

—Gracias. Pero tu ayuda ha llegado demasiado tarde —dije y luego fui consiente de mis palabras.

Eugine me miro sorprendido —No —dijo incrédulo —No me digas que tú y Elsa...

Sentí mis mejillas adquirir calor — ¿Podemos dejar de hablar de esto?

—Bien, pero tendrás que hablar de ello otro día.

— ¿Por qué mierda quieres saber eso?

—Porque somos amigos, y me da curiosidad saber cómo es que mi Jaky lindo perdió su inocencia. Ahora sí eres todo un adulto.

— ¿Antes no lo era?

—Técnicamente aun no lo eres, ya que pareces un chico de diecinueve años, pero literalmente eres mucho más adulto que yo.

—Guau. No entendí nada de lo que dijiste.

Eugine sonrió y luego su expresión se puso seria —Las chicas te odian con todo el alma —dijo de la nada Eugine —. Dicen ¿Qué cómo pudiste romperle el corazón a Rapunzel? Que eres un imbécil por dejarla ir y quedarte con alguien que solo está jugando contigo.

Solté un suspiro — ¿Y tú que piensas?

—Que tienes derecho de amar a quien quieras. Si ella te ama y sientes que tu felicidad está a su lado, no tenemos por qué oponernos. No somos nadie para decirte que hacer y qué no, además no podemos obligarte a amar a alguien. Eso no lo hacen los amigos.

—Gracias, Eugine —dije —. Creo que solo en ti e Hiccup puedo confiar.

—Sé que lo que hizo Anna estuvo mal. No tenía derecho de divulgar algo que le confiaste como amigo, pero no lo hizo con mala intención —trato de defenderla.

MI GUARDIANA  [Jelsa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora