Elsa suplica por primera vez en su vida

259 27 10
                                    


Norte terminaba de ponerme cinta adhesiva sobre el corte para mantenerlo unido y que pudiera cicatrizar correctamente. Saco una gaza de su botiquín y la coloco sobre el trabajo que ya había hecho sujetándola con más cinta "es para evitar que se infecte con la suciedad del ambiente" según me dijo.

Normalmente las heridas así no son algo por lo que deba de preocuparme, siempre sanan en cuestión de minutos. Pero esta vez me habían cortado con acero celestial, algo que era muy peligroso.

A los mitológicos no se nos puede dañar con cualquier arma humana, siempre nos termina atravesando como si fuéramos fantasmas. La única forma de herirnos y matarnos es usando ese acero, nuestras habilidades o alguna arma impregnada de Mytriak puro.

— ¿Te duele? —me preguntó Santa cuando termino de colocarme la gaza.

—No —susurré.

— ¿Estás seguro de eso?

La cara me dolía demasiado como para hablar así que me limite en asentir de forma sutil poniéndome de pie. Norte me dijo que había tenido mucha suerte de que no me cortara el ojo, que pudo haber sido mucho peor, pero dudo mucho que eso fuera más doloroso que lo que siento ahora por dentro.


***


Cuando Norte me dejo ir decidí ir por el camino más largo a mi habitación para evitar encontrarme con alguna de las chicas. No tenía ganas de escuchar un sermón de tres horas titulado "te lo dije". Afortunadamente no encontré a nadie y pude llegar a mi habitación y encerrarme adentro sin contestar preguntas.

Solté un largo suspiro y estrelle la frente en la puerta.

—Te estaba esperando —dijo una voz entre la oscuridad de mi habitación.

Apreté los labios.

—Largo de aquí —conteste sin titubear.

—Jack...

— ¡Largo de aquí, Elsa!

La escuche suspirar de forma pesada y luego sus pasos que se acercaban a mí.

— ¿Estas bien?

Apreté los puños y me volteé para verla. Sus ojos se abrieron al ver lo que tenía en la cara y doblo los dedos como si quisiera acercarse y asegurarse de cómo estaba la herida.

—Me cortaste —dije de forma fría — ¿Cómo se supone que debería de estar? ¿Feliz por casi haber perdido el ojo? ¿O contento porque la persona que amaba tanto trato de matarme?

—Entiendo que estés enojado.

— ¿Enojado?— reí amargamente — ¿Enojado? ¡Enojado es poco comparado con lo que siento!— le grite y de inmediato me arrepentí de ello ya que la herida comenzó a punzarme.

—No deberías de haber ido.

— ¿¡Porque!?

—No lo entenderías.

Asentí mientras miraba el techo.

—Sí, tienes razón, no lo entiendo. ¡Y no quiero entenderlo! Solo quiero que te largues de mi habitación y me dejes en paz para siempre. He confiado en ti más veces de lo que debería. Ahora entiendo tu advertencia de alejarme. ¿Era por esto? ¿Por qué sabias que ibas a terminar hiriéndome tantas veces? ¡Eres una maldita egoísta al saberlo y no importarte!

Mire a la chica y vi que tenía la mirada clavada en el suelo. Creo que lo que le dije le afecto, pero no podía dejar de hablar, tenía que sacar toda esta ira que tenía dentro así que continúe.

—Nos mataste a todos nosotros y nunca te importo eso tampoco... Lastimas a todas las personas que cometen el enorme error de quererte. No me imagino todo lo que le has hecho a Norte, el único amigo que tienes... y me sorprende aún más que no se haya cansado de ti... Te puedo asegurar que nunca nadie va a volver a amarte y mucho menos van a echarte de menos, y ni en tus sueños alguien va a ser tan estúpido como yo para perdonarte todo lo que me has hecho.

Elsa me miró bastante dolida pero ya no me importaban sus sentimientos; si a ella no le habían importado los míos no me tocaría el corazón por alguien que me lastimo en todos las formas en que puedes lastimar a una persona.

—S-sé que lo que te hice no tiene perdón; lastime a la única persona que en verdad me importa pero ya no soy capaz de alejarme... estuve mucho tiempo haciéndolo pero ya me cansé.

— ¿Y crees que yo no estoy harto de tanto llorar por tu maldita culpa? ¿Crees que después de todo lo que más has hecho voy a olvidarlo así como así?

—Lo lamento de verdad. Yo jamás quise hacerte daño. Solo quería mantenerte a salvo Snowfall.

—No me llames así.

La platinada me dirigió una mirada lastimera.

—Tú en verdad me gustas...—confesó — y no me importa si eso va en contra de todo lo que alguna vez me he prometido, no quiero volver a estar sola, no quiero que mis pesadillas regresen... quiero estar contigo.

Sus ojos me miraron pero de inmediato dirigí mi atención hacia otra parte. Sabía que si continuaba viendo esos ojos turquesa me desmoronaría y terminaría besándola y perdonándola una vez más. Pero esta vez no cometería el mismo error por cuarta vez; no la iba a perdonar... o al menos no todavía.

Tome una bocanada de aire y reuní la fuerza suficiente para volver a mirarla.

—Yo... no soy algo que puedas usar como si fuera un juguete —le aclaré—. Tengo sentimientos ¿sabes? Sentimientos que tú pisoteaste como vil mierda.

—Me doy cuenta de lo que hice ¿de acuerdo? Fui una tonta al poner mis secretos antes que a ti... —suspiró de forma pesada— solo quería mantenerte a salvo.

—Eso ya lo dijiste.

—Por favor, no hagas esto te lo suplico.

Negué con la cabeza y me cruce de brazos.

—Debiste de pensar en eso antes de lastimarme tantas veces. Tengo el corazón tan jodidamente roto que ya no puedo repararlo. Lo único que puedo arreglar ahora es el enorme error que fue enamorarme de ti. Quiero que te alejes de mí antes de que me lastimes una vez más. Prefiero romperte el corazón yo a que vuelvas a romper lo poco que queda del mío.

—No voy a hacerlo, pero por favor no me alejes. Eres lo único bueno que me queda...yo...—su voz se cortó y cuando la miré más detenidamente vi que ella estaba llorando mientras se apretaba los labios para ahogar algún sollozo —...te lo suplico Snowfall...

— ¡Te he dicho que no me llames así ni una miserable vez más! ¡La única persona que podía decirme así está muerta!

Elsa soltó más lágrimas y silenciosos gimoteos. Sabía que con lo que le dije había roto su corazón y de pasada lo poco del mío también. Me daba un profundo asco por la forma tan horrible en la que le había hablado pero ya no podía hacer nada para borrar mis palabras. Pase el dorso de la mano por mis ojos para quitarme las lágrimas que había soltado y volví a mirarla.

—Déjame en paz, Elsa —fue lo único que alcance a decir sin quebrarte también en llanto. El tener que alejarla de mí también me estaba doliendo aunque no se lo demostrara.

—No puedo dejarte... —susurró.

Me aleje de ella y camine hasta la puerta de la habitación y la abrí mirando el suelo.

—Pues inténtalo.

MI GUARDIANA  [Jelsa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora