Estaba caminando por los pasillos en dirección a mi habitación cuando sentí una mano tocarme el hombro. Por un momento creí que se trataba de una de las chicas que venía a soltarme un golpe y a decirme que era un imbécil por lo que había hecho, pero cuando me giré vi a Hiccup sonriendo.
— ¿Lo hiciste? —preguntó
Asentí sintiendo un gran alivio.
—Lo hice —respondí.
Mi amigo sonrió.
—Hiciste lo correcto. Solo recuerda lo que te dije Jaquee y serás el hombre más putamente feliz del mundo.
—Lo prometo. Voy a lograrlo.
— ¿Y si no lo haces que ganare yo?
— ¿Quieres apostar? —pregunté riendo un poco.
Mi amigo sonrió divertido y asintió.
—Okay ¿Entonces qué quieres si ganas?
—Tu cayado —dijo sin bacilar un solo segundo.
Lo mire extrañado y algo confundido. Debe de ser una broma.
— ¿M-mi cayado?
— ¿Eres sordo? Claro que tu rama —dijo—. Jamás he perdido una sola apuesta y esta no será la excepción.
Sonreí arrogantemente —Lo harás, y cuando te gane vas a tener que decirle lo que sientes a Mérida —solté sin más —. Oh si, lo sé.
— ¿Q-qué sabes? —preguntó tartamudeando.
—Te he visto mirarla, y conozco mejor que nadie el significado de eso.
— ¿En serio soy tan trasparente? —preguntó débilmente.
—No, pero cuando estás enamorado es fácil reconocer a personas que también lo están. Es como como un lenguaje universal que solo los enamorados saben y entienden —bromeé.
Mi amigo sonrió maliciosamente y supe que un pensamiento había cruzado por su mente. —Bien, tal vez siento algo por ella pero no le digas a nadie, menos a Eugine; el me jodería la vida para siempre si se llegara a enterar.
—No te preocupes; no voy a decirle a nadie.
***
Me asome por la puerta del balcón con la esperanza de verla ahí de pie esperándome, con su cabello platinado brillante, con sus mejillas sonrosadas y con esa hermosa sonrisa dibuja en sus labios, pero no había nadie. Camine hasta la barandilla y recargue mis brazos en ella mientras me dedicaba a mirar hacia el horizonte. El aire gélido soplaba con lentitud y agitaba apenas las puntas de mi cabello, suspire pesadamente y continúe perdido en mis pensamientos.
—Hola —saludo la voz de Elsa a mis espaldas.
—Hola, justamente estaba pensando en ti —dije para voltear a verla.
—No deberías.
—Yo hago lo que quiero —respondí de una forma seca y cortante. Elsa me miro sorprendida; creo que jamás le había hablado así antes. —Quiero que me digas la verdad —dije de forma seria—. Esta es la última oportunidad que tienes para ser sincera.
—No puedo. Nunca lo entenderías.
—Tú no sabes lo que entiendo y lo que no, Elsa. Si no te has dado cuenta no soy un niño y se muchas cosas. Solo quiero que me digas todo, ya no puedes lastimarme más de todas formas —aseguré con rabia en mi voz.
Me sorprendió no hablarle como solía hacerlo antes (con calma, serenidad y también cariño). Deseaba desesperadamente estar enojado con ella pero no lograba pasar de un mero berrinche. Estaba enojado conmigo mismo por no poder estar enojado con Elsa por más que lo tratara. Sé que suena extraño pero es lo que sentía en aquel momento.
—Jamás podrías entender nada de lo que te dijera —dijo —. Solo eres un niño jugando a ser un adulto.
—Y tú una estúpida niña que actúa como una engreída y se creé mejor que los demás —solté.
Pude ver la sombra de una sonrisa cruzar por su rostro pero desapareció rápidamente. Camino hacia al frente y se colocó a un lado mío y miro hacia el frente.
—Deberías de volver con tu novia antes de que se ponga celosa.
—Yo tenía una novia —le aclaré y eso logro hacer que se volviera para mirarme.
— ¿tenía?
Asentí y volví a recargar mis brazos sobre la barandilla y mire la nieve de las montañas.
—Termine con Rapunzel. He decidido hacerle caso a la pequeña vocecita que me dice a la cara lo que debo de hacer.
— ¿Quién?
—Hiccup.
Ella rio sutilmente —No puedo decir que me sorprende. Él te quiere mucho. A veces pienso que Hiccup siente que debe de cuidarte como si fuera tu hermano mayor.
—Yo también siento que trata de hacer eso —confesé —. Y yo también quiero cuidar de Hiccup. Es mi mejor amigo y lo que más deseo es su felicidad.
Ambos volteamos a vernos al mismo tiempo pero Elsa desvió la mirada rápidamente. Se mordió un poco el labio y jugo con sus dedos inquieta.
—Tengo que irme —informó.
—No hemos terminado de hablar.
—Tú y yo no tenemos nada de qué hablar, creo que eso quedó muy claro cuando terminamos.
Fruncí el ceño ligeramente para tratar de ocultar que aquellas palabras me habían dolido.
—Ya sé que me terminaste, no tienes que recordármelo —gruñi —. Pero eso no significa que puedes seguir ocultándome cosas.
—Ya no tengo nada que decirte. Te mate y eso no puedo cambiarlo —se dio la vuelta y empezó a caminar hacia la puerta.
—Si cruzas esa puerta se acabó para siempre —sentencié.
Elsa se dio la vuelta y me miró directamente a los ojos. Podía sentir la tensión que había en el aire. Nos sostuvimos la mirada un largo rato y antes de que yo mismo me diera cuenta ya tenía a Elsa entre mis brazos besándola como un completo psicópata. Ella enrollo sus piernas alrededor de mi torso y continúo besándome con tal fuerza que me sentí mareado. La sujete por los muslos para darle soporte y poco a poco fui subiendo las manos por debajo de la falda su vestido hasta tocar con la yema de los dedos el encaje de sus bragas.
La senté en la barandilla del balcón y empecé a subir más mis manos por sus piernas hasta llegar sus caderas. Elsa gimió suavemente en mi oído cuando sintió mis besos en su cuello pero rápidamente me alejo de un empujón y bajo de la barandilla.
—Elsa... —murmuré.
—No vuelvas a buscarme. Aléjate antes de que te lastime más de lo que ya lo he hecho. Te odio porque me haces querer cosas que no puedo tener —dijo frustrada para salir corriendo del balcón.
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MI GUARDIANA [Jelsa]
Hayran KurguYo siempre había estado enamorado de Rapunzel, pero eso cambio un día... Todo comenzó cuando "el sexto guardián original" llegó a entrenar a los aprendices de los guardianes (y a mí también de pasada). Nadie antes lo había visto, pero como su nombr...