Dos

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Si me preguntaran en qué momento empezó a gustarme Ben, no sabría qué decir. Es decir, ya llevaba varios años como profesor pero nunca se me había ocurrido la posibilidad de salir con algún alumno. Siempre supe que existían personas que se sentían atraídas por mí pero solía ignorarlas. Con Benny simplemente no pude hacerlo.

La primera vez que él y yo tuvimos una conversación en la cuál no queríamos matarnos, fue cuando le dije que me esperara después de clases. Yo estaba planeando darle el sermón de su vida porque se la paseaba holgazaneando todo el tiempo. Le dije que ya sabía que era un genio pero eso no justificaba su actitud. También le recalqué que me parecía alguien molesto, irritante y un tanto burlón.

— Es muy rosquilla— dijo.
— ¿Eh?— dije, confundido.
— Ya sabe— me miró—, se queja mucho.
— La palabra que buscas es “quisquilloso”. Y me parece extraño que la confundas con “rosquilla”.
— Se parecen. Ambas llevan doble “l”.

Luego le reclamé por andar confundiendo palabras y volvió a llamarme rosquilla. Me reí. Como nunca.

— Profesor— me dijo, sorprendido—, ¡Usted se ve muy bien sonriendo! ¡Como una de esas personas que caminan despacio frente a todos!
— ¿Eh? ¿De qué hablas?— dije.
— De esas personas que usan ropa y caminan... ¿Cómo se llaman?
— Modelos. Y definitivamente eres malo con las palabras, estás más confundido de lo que pareces.
— Usted no. Sabe mucho. De todo... me da un poco de celos.
— Te equivocas. Los celos son temer que alguien te quite lo que ya tienes. Te faltan conocimientos como para temer perderlos. La palabra que deberías usar es envidia.
— ¿Envidia? No, eso suena muy malo.
— Es el término adecuado.
— Pero no suena bien. Las cosas deberían de ser igual a como son. Como usted. Su sonrisa es igual a su voz, a sus clases, a su cara, a todo.
— ¿Y? ¿Cómo es todo?
— Agradable— me sonrió.

Esa debió ser la primera vez que ambos nos entendimos.

Realmente no entiendo cómo pasó. En algún momento de nuestra vida superamos el límite de la relación que deberían tener un alumno y un profesor. Fue tan rápido, tan imperceptible y tan natural que no nos dimos cuenta cuándo pasó. Un buen día me di cuenta que cuando quería hablar con alguien, contar un chiste, desahogarme, quejarme o simplemente charlar, para no sentirme solo, lo llamaba a él. Muy pronto su número de teléfono era el más usado de mi lista de contactos, las notificaciones de facebook eran todas sobre sus actualizaciones de estados, mis canciones más escuchadas de spotify eran de listas de reproducción creadas por él y absolutamente todos mis twitts tenían algo que ver con Benny.

Mis viernes pasaron de ser aburridos y deprimentes a volverse tardes de salidas con Benny. Con él y sus amigos. Afortunadamente los amigos de Ben no eran de la universidad, a excepción de uno, por lo que no tenía ningún problema con mi empleo. Logan, que también era mi alumno y amigo de Benny desde hace mucho, prometió no mezclar nuestra vida social con la escuela. Así, pude seguir siendo el objeto de odio obligado de la universidad.

Mi vida empezaba a girar casi completamente alrededor de la de Benny. No me preocupaban los años de diferencia que habían entre nosotros. Es más, habían veces en las que parecía que nos entendíamos a la perfección, tanto que los años de distancia que nos llevábamos, desaparecían.

No sabía que Ben me gustaba porque nunca me había puesto a pensar en él de esa forma. Solía pasar tiempo con él y reirme de sus chistes bobos, de su total incompetencia a la hora de hablar y de lo mal que se llevaba con el alcohol, pero siempre lo vi como un amigo. Uno que encontré en el lugar más inesperado, pero que se había vuelto irremplazable.

Sin embargo, una tarde, las cosas cambiaron sin que yo lo supiera.

Fue uno de esos viernes raros, en donde estaba descargando mi odio y mi estrés en los exámenes de mis alumnos mientras los calificaba. Estaba tan tenso porque todos parecían ser un asco en mi materia. Incluso los chicos aplicados tenían errores. Sentí que fracasaba como profesor. No sabía si yo era malo enseñando o ellos malos aprendiendo. O si simplemente mi materia era muy complicada.

Me encontré con el examen de Benny. Tenía las respuestas bien. Pero no escribió el procedimiento. Se veía un poco vacío así que en lugar de escribir las operaciones que lo llevaron a los resultados, se puso a escribir un ensayo sobre la bioética aplicada en los hospitales de paises industrializados. No supe a qué se debía eso. Lo llamé.

— ¿Eso?— me dijo—, ¡Ah, mi ensayo! Lo escribí porque terminé el examen muy rápido y tenía tiempo. Es el borrador de una tarea. Pensé que podrías revisar si estaba bien.
— ¿Y por eso lo escribiste ahí? ¿No hubiera sido mejor que me lo dieras a revisar en algún otro momento? En un correo electrónico hubiera estado bien.
— No, quería aprovechar mi tiempo. ¿Está bien? ¿Crees que a mi profesora podría volarle el cerebro por ver tanta inteligencia junta?
— ¿Volarle el cerebro? ¡Pero si es el peor ensayo que he visto! Es muy corto como para decir algo en realidad. No usas sinónimos y dices muchas groserías, sin contar con las veces en las que cambias de narrar en tercera persona a primera persona.
— ¿Entonces es en verdad malo? No creo que sea tan corto, usa mucho espacio en el papel.
— Sí, porque está escrito a mano. Cuando lo escribas en tu computadora se convertirá en unas cuantas líneas.
— Pero ya no quiero cambiarlo...
— ¡Vas a tener que hacerlo!— le grité.
— ¡Pero no quiero! Con la pena, tendré que suspender la materia...
— ¡No, no harás eso!
— Entonces ayúdame.

No quería pero Benny parecía tan decidido a no salvar la materia que decidí ir. Ya era muy tarde y aún así fui a su departamento. Entré porque dejó la puerta abierta y no tuve la necesidad de tocar el timbre.
Era de noche. Y él estaba en el sofá, acostado, jugando con una pequeña pelota.
Le tiré un libro en la cabeza.

— Duele— dijo mientras se levantaba y tomaba el libro que luego de rebotar en su cabeza cayó al suelo. Me miró asombrado—, ¡Lou, viniste!
— No me dejaste otra opción— dije.
— ¿Quieres que salgamos por un trago?
— ¡Vamos a hacer ese ensayo!
— ¿Y luego vamos por ese trago?
— No.
— ¿Por qué?
— ¡Todavía preguntas por qué! ¡Tú ensayo era tan malo que casi vomito!

Café por la mañanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora