Sesenta y uno

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Escuchaba su voz, que resonaba en mi cabeza. Me quedé observando la puerta. Lentamente mi mano se acercó al pomo. ¿Qué pasaría si hablaba con él? Tenía miedo.

Pero pensé que si todo debía derrumbarse, que pasara lo más rápido posible. Después de todo, se suponía que yo era un adulto.
Giré el pomo. Se escuchó el sonido del seguro al quitarse. La puerta se abrió un poco. Ben se asomó. Me observó. Lo miré. Parecía angustiado.

— ¿Puedo entrar?— preguntó.

Asentí. Me alejé un poco. Él entró y le puso seguro a la puerta.
Nos observamos. Repentinamente, me sentía muy alejado a él. Como si entre nosotros hubiera un enorme espacio, no sólo los escasos centímetros que nos separaban. Traté de descifrar qué estaba pensando. Pero parecía afligido, nada más. Preocupado. En cambio yo tenía miedo.

— Le diré a mi madre— dijo—. Lo haré ahora mismo si así quieres.
— No se trata de lo que yo quiero— dije.
— También quiero decírselo— dijo—. Pero es complicado.
— Entonces no lo hagas— dije—, no tienes que hacerlo.
— ¿Qué significa eso?

Lo observé. Por dios, amaba a ese hombre incluso más que a nadie en el mundo.
Lo pensé. Quizá Ben no sabía qué quería. Quizá ni yo mismo lo sabía. Quizá simplemente debería tomar mis cosas e irme...

Entonces recordé a papá una vez. Se había enojado con mamá. Ella quería explicarle pero él no la dejó.
Recordé después la última vez que vi a mi padre. Él se había quedado solo porque nunca quiso saber la verdad.

Tal vez yo estaba repitiendo los mismos errores de mi padre.

— Demonios— me dije a mí mismo—, ¿Por qué estoy pensando eso?
— ¿Eh?— dijo Ben.
— Quiero ser honesto— le dije—. Voy a serlo. Así que escúchame.

Asintió mientras parecía confundido.

— Tengo miedo— dije—. Creo que eres demasiado joven como para saber lo que quieres. A tu edad yo no sabía nada. ¿Y si cambias de opinión? ¿Y si resulta que realmente no somos una buena pareja? Además... se ve que no estás seguro de esto. Entiendo que no quieras decirle a tu madre porque sería estúpido arriesgar todo impulsivamente pero... yo lo hice sin pensarlo. Así que no sé si soy muy estúpido o si me estoy engañando a mí mismo al pensar que si doy todo de mí significa que nada va a salir mal.

Lo observé. Esperé una respuesta pero no pasó nada. Él bajó la mirada la suelo. Sentí unas ganas inmensas de ponerme a llorar.

— Deja que me vaya— dije, traté de controlarme.
— ¿Qué?— reaccionó de repente, me observó perturbado—, ¿Te vas?
— No sé— dije, traté de controlarme—... para qué debería quedarme...
— No, espera. Lou, por favor, espera— dijo, me suplicó con la mirada.
— No, es que... no lo entiendo— dije—, ¿Qué se supone que es esto? ¿Por qué está pasando esto aún cuando te he dado todo de mí? ¿De qué se supone que trata el amor? Porque arriesgué el empleo que amo y mi familia por esto. Pero no es suficiente. ¿Por qué no es suficiente?
— Lou, no lo estás entendiendo...
— ¿Qué más quieres de mí?— dije, sentía que mi corazón se rompía—, ¡Ya estoy aquí! Vine hasta aquí por ti y honestamente... no estaba tan seguro de esto.

Él me observó asombrado. Le regresé la mirada, mis ojos estaban nublados por el llanto pero aún así pude ver que parecía muy sorprendido.

— Logan dijo que yo sólo soy un capricho— dije—. Algo que tú crees que quieres. Como las muchas cosas que has querido toda tu vida.
— ¡Logan nos mintió! ¿Por qué aún piensas en eso?
— Porque cuando empezamos a salir parecía que me hiciste elegir entre estar contigo o dejar de ser tu amigo para siempre... ¿Cómo se supone que ignore eso?
— ¿Qué querías que hiciera si me rechazaras?— dijo—, ¿No ya lo hice una vez? Obviamente me alejaría de ti.
— ¿Por qué?
— ¿Qué parte de “te amo” no entiendes?— dijo—, ¿Crees que podría vivir siendo tu amigo aún cuando te amo tanto? ¿Tú podrías hacer eso? ¿Serías mi amigo si nos separamos?
— ¡Yo sí hubiera podido!— le grité.
— ¿Qué estás tratando de decir?— preguntó.
— Ya no puedo— dije—. Quizá antes sí pero ahora no. Ahora yo...
— No puedes porque me amas, Lou— dijo, lo miré—. Igual a como lo hago yo.

No dije nada. Él se acercó. Me tomó de los hombros.

— Me siento igual que tú— dijo—. No dejo de pensar que cambiarás de opinión. Porque me parece sorprendente que quieras estar con alguien como yo. Dudo de esto cada segundo. También tengo miedo. No sé qué va a pasar mañana. Quiero que esto funcione. Quiero estar contigo.
— ¿Pero si... un día resulta que esto no es lo que pensábamos?
— ¿Y si un día resulta que soy el amor de tu vida? ¿Qué harás si ya no estoy ahí? ¿Qué, Lou? Dime. Porque si me dejas sé que al menos yo lo lamentaré para siempre. Te veo ahora y pienso que he despediciado mucho tiempo no estando a tu lado. Imagínate toda una vida. ¿Puedes imaginarlo?
— Puedo— dije.
— ¿Somos felices?
— No— dije.
— Entonces no te vayas— dijo—. Porque aún no te he dado todo de mí.

Puso su mano en mi mejilla. Con su pulgar limpió mis lágrimas. Sólo lo observé.
Recordé que aquella vez que papá se fue enojado, yo deseaba que él regresara y hablara con mamá. Que le limpiara las lágrimas y le dijera que no debía preocuparse.
Pero no lo hizo.

— ¿Estás bien?— me preguntó Ben. Lo observé atentamente.
— Pensé que me iría— dije—. Pensé que saldría por esa puerta. Como papá. Pensé que cometería los mismos errores que él. Pero no fue así.
— Tú eres Lou— dijo—. No eres tu padre.

Yo no lo era. No quería. Pero sí era su hijo. Tan inseguro como siempre. Quizá no me parecía a él pero no podía borrar ciertas cosas.

— ¿Qué hacemos ahora?— pregunté.
— Hablar— dijo—, hablemos.
— ¿De qué?
— De todo. Lou, dime todo lo que pienses. Te escucharé. Lo aclararemos todo apartir de ahora. No dudes, sólo dilo.

Lo observé. Me separé un poco. Sentía que había mucho que quería decirle pero en ese momento no se ocurría nada. Caminé por su habitación. Miré un póster de Star Wars pegado en su pared.

— No sé qué decir— dije.
— Entonces no digas nada— dijo, repentinamente estaba detrás de mí—. Sólo quédate en silencio.

Sus brazos rodearon mi torso. Me quedé quieto. Mi corazón se disparó como loco, latía sin parar. Él estaba muy cerca, escuchaba su respiración en mi oído.

— Benny— le dije—, deberíamos...
— Hace mucho que no me llamabas así— dijo—, se sienten como mil años.
— ¿En... en verdad?— dije un poco nervioso.
— Extrañaba eso— dijo—. Te extrañaba a ti. Todo tú. No hay nada de ti que no necesite...

Eso se estaba poniendo peligroso. Me alejé un poco, no había más espacio y simplemente me pegué a la pared, justo donde el póster estaba. Observé a Ben, que parecía no entender porqué me alejé rápidamente.

— ¿Qué estás haciendo?— me preguntó confundido.
— Me voy a una zona segura— dije.
— No sé qué tan seguro sea Luke Skywalker— me dijo, señaló el póster detrás de mí—, pero tranquilo, no sé usar la fuerza.

Iba a acercarse.

— ¡Quédate ahí!— le dije.
— ¿Eh? ¿Por qué?— dijo enojado—, ¿No acabamos de reconciliarnos?
— Necesito un poco de espacio— dije.
— ¿Qué significa eso? ¿Te regalo una galaxia o qué?

Lo observé. ¡Por un demonio, porqué no entendía que me ponía muy nervioso!

Levanté mi brazo con dirección hacia él y desde mi perspectiva parecía que podía aplastarlo con los dedos.

— ¿Qué haces?— preguntó.
— Veo si yo sí tengo la fuerza— dije.
— Lou, no hagas eso, me iré si eso quieres.
— ¿En verdad?
— ¡No quiero!— se quejó—, ¡Quiero estar contigo!
— ¡Ya vete!— dije, me acerqué y traté de empujarlo hacia la puerta.
— ¡Pero no quiero! ¡Y esta es mi casa!— dijo mientras se resistía.
— Sólo será un momento...

Entonces, de la nada, sujeto mis brazos y retrocedí un poco. Iba a caerme pero ágilmente me tomó de la cintura. Lo observé. Nuestros ojos se encontraron.

Café por la mañanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora