Cuarenta y uno

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El día fue muy difícil. Todos me observaban y sabía lo que estaban pensando. Pero fingí que no me importaba. Cuando trataban de preguntarme cambiaba el tema. Era mentalmente estresante. Victoria probablemente estaba tan estresada como yo. Habíamos quedado en no hablarnos durante un tiempo. Tampoco íbamos a ignorarnos pero ya no podríamos hablar como antes. Era una pena, me gustaba hablar con ella. Era como una amiga para mí. Quizá estaba destinado a perder a mis amigos.

Suspiré. Parecía repentinamente que todo lo que había hecho en mi vida no había servido para nada. Como si las cosas que pensé que quería no las quería en verdad. Todo se había salido de control. Era un desastre y yo me perdí en medio de tantas cosas. Sentía que no podía respirar.

Nadie me dijo nada. No me cuestionaron. Pensé que era gracias a la influencia del profesor Gomez, pero probablemente sólo no sabían como preguntar algo tan personal. Ben no me miró ni una vez. Sólo estuvo la mitad de mi clase hasta que en algún momento simplemente desapareció. No me di cuenta. Estaba demasiado ocupado tratando de parecer que los rumores no me habían afectado.

Me sentía triste. Solo. Nunca en mi vida me había sentido más solitario. Pensé que la soledad me gustaba. Quizá era porque nunca había estado verdaderamente desolado.
Por la tarde, cuando debía ir a casa, me encontré con el profesor Gomez en el estacionamiento.

— Profesor Callahan, ¿Qué tal su día?— preguntó muy sonriente.
— No tan bueno como el suyo, según veo— dije.
— Tiene razón. Mi día no ha podido ser mejor.
— Se ve— dije.
— ¿Puedo hacerle una pregunta personal?— dijo.
— ¿Puedo decir que no?
— Recuerde que me debe un favor— dijo.
— ¿En qué momento llegamos a ese acuerdo?
— Implícitamente lo hicimos— sonrió.
— Bien— dije—, aunque no sé qué quiere saber de mí que no sepa ya todo el mundo.
— No se vaya a ofender por lo que voy a preguntarle pero me mata la curiosidad.
— Adelante— dije, ya no me importaba nada.
— ¿En verdad tuvo un altercado con su padre?
— ¿Qué?— pregunté sorprendido.
— ¿Pudo golpearlo? ¿Qué se sintió?
— ¿Discúlpeme?— dije confundido.
— ¿Qué se siente golpear a su padre?

Me quedé viéndolo atentamente. No sabía qué decirle.

— Por que usted lo golpeó, ¿No?— preguntó él.
— ¿Por qué quiere saber eso?— dije al fin.
— Porque su padre es un maldito desgraciado— dijo él—, y me gustaría saber si al fin hubo alguien que le diera su merecido.
— ¿Odia a mi padre?— pregunté asombrado.
— Por supuesto— dijo él—, ¿Quién no?

Me intrigó demasiado eso último. Le pedí que se explicara. Lo hizo. Al parecer, mi sacrosanto padre había tenido problemas con casi todos los profesores de la ciudad. Lo odiaban. Pero nunca nadie me dijo nada porque pensaban que naturalmente yo debería querer y apreciar a mi padre. Pero al saber lo del altercado, todos pensaron que nuestra relación no era tan buena como debería serlo.

— Ignoraba por completo eso— dije—. Admito que no me sorprende.
— Es curioso— dijo el profesor Gomez—, usted no se parece en nada a él.
— ¿Por qué lo piensa?
— No sólo yo— dijo él—. Todos los demás profesores lo piensan. De hecho, al inicio no querían que se integrara como profesor en la universidad porque creían que era como su padre. El rector dijo que estaba completamente seguro de que no era así. Tenía razón. Como sea, debo irme— subió a su auto.

Bajó le vidrio. Me observó.

— Profesor Callahan— dijo—, no se meta en problemas.

Dicho esto, se fue. Observé su auto mientras se iba.
Me quedé completamente perplejo.
Pero me sentía mejor. Lo mejor que me había dicho el profesor Gomez desde que lo había conocido era que no me parecía a mi padre.
Un halago inesperado, pero satisfactorio.

Fui a casa de buen humor. Por la tarde, Madie llegó. Sólo estaría un rato porque debía irse a cubrir el turno nocturno. No le dije sobre el rumor. De hecho, ya no me importaba. Iba a contarle sobre lo que había dicho el profesor Gomez, cuando ella empezó a hablar de mi padre.

— Me lo encontré hoy— dijo.
— ¿Te saludó?— pregunté.
— Yo lo saludé a él— dijo ella—. Siempre le he agradado mucho. Era su alumna favorita, ¿Recuerdas?
— Sí— dije—, amaba que fueras tan inteligente.
— Todo era un mentira— dijo ella.

Me acerqué a ella consternado.

— ¿Qué?— pregunté.
— No sé porqué no me di cuenta— dijo, se veía decaída—. Por un momento pensé que en verdad le agradaba.
— ¿Pasó algo?— pregunté.
— Descubrí que sólo se acercaba a mí porque quería sacarme información sobre mi padre.
— ¿Te lo dijo?
— Eso me dio a entender— dijo ella—. Me siento tonta por no sospecharlo antes. Aunque no me interesa tanto. Supongo que yo pensaba que me agradaba porque era mi profesor. Es lindo saber que ambos no nos agradamos en realidad. ¿Debería cobrarle por aquella vez en la que di una conferencia gratis?
— Lamento mucho eso— dije.
— No es tu culpa que tu padre sea un hijo de...
— Mi abuela era una increíble persona— la interrumpí.
— De acuerdo— dijo ella—. Pero aún no me decido si debo o no contratar a la mafia japonesa.
— No pierdas tu tiempo— dije—. Hay cosas más importantes.
— Tienes razón— dijo ella—. Seré dama de honor en la boda de mi mejor amiga. Debo concentrarme en eso.
— Es cierto... ¿Cuándo se casarán?
— En Julio. Después del fin del ciclo escolar. Faltan unas cuantas semanas. Estoy emocionada.

Lo había olvidado. El tiempo pasaba demasiado rápido. Era Junio. Las evaluaciones de acercaban. El año se terminaba.

— Date prisa— dijo ella.
— ¿En qué?
— En arreglar las cosas con Ben. Recuerda que debes llevar a alguien a la boda. No creo que quieras llegar solo, ¿No?

Me había olvidado de eso. De hecho, me había olvidado de todo.

— Lo haré— dije.
— Bien— dijo ella feliz—. No seas tan tonto. Si me disculpas, me voy.
— Buena suerte.

Se fue. Madie trabajaba demasiado. Siempre quise preguntarle porqué lo hacía pero pensé que si eso fuera un problema para ella, no lo haría. Quizá era como Will, que amaba su trabajo.

Suspiré. Ya era hora de tomar el rumbo de mi vida. Nadie más iba a hacerlo. Dependía de mí.
Sabía qué debía hacer.

Café por la mañanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora