Cuarenta y cinco

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— ¿En verdad harías eso?— pregunté.
— ¿Honestamente quisieras que me vaya a otro país?
— No, para nada— dije—. Dejaría que te fueras si en verdad quisieras pero... me costaría trabajo no tratar de ir a detenerte.
— No iré a ninguna parte— dijo, se levantó—. Me quedaré contigo.

Lo observé y sonreí. Me regresó la sonrisa.

— Jamás debí dejarte— dije.
— Está bien, pensabas que yo iba a irme y que tú serías rector... aunque eso sí podrías serlo.
— No, ya no quiero— dije—. Pensé que lo quería pero en realidad sólo quería ser mejor que mi padre. Es una larga historia. Han pasado muchas cosas.
— Cuéntame— dijo.
— ¿Tienes café? Porque esto podría durar toda la noche.
— Iré por café, tú busca la cafetera— dijo él—. Quiero escucharlo todo.

No sabía ni por dónde empezar. Pero cuando él llegó y lo vi, lo supe.
Le conté sin muchos detalles porque realmente no sabía, lo que había pasado con mi familia y con mi padre. Él escuchó atentamente. No dijo nada hasta la parte en la que le dije la razón por la que mi padre me odia tanto.

— No importa— dijo—. No necesitas que él te quiera. Yo puedo quererte el doble.

Me sentía nervioso y hasta afligido pero ese comentario me sacó una sonrisa.

— ¿Es una propuesta?— dije.
— Sí. Siempre ha sido así.
— Quizá la acepte.
— Deberías— dijo—. Me gasté todo lo que llevaba en mis bolsillos comprando café. No hago eso con cualquier persona.
— Lo sé— dije.

Nos observamos unos segundos. Me sentía muy feliz que no podía evitar sonreír. Me sentía ansioso pero eufórico, todo era como antes de que todas aquellas cosas empezaran a pasar y... mi mente divagaba sin parar.
Descubrimos que nos estábamos viendo mucho. Bajé la mirada al suelo.

— ¿Qué pasó después?— preguntó él.

Lo recordé. Odié que todas esas imágenes regresaran a mi mente. Le conté todo de la mejor forma que pude. Sobre papá en el estacionamiento aquel día, sobre la prensa amarillista, sobre Victoria, sobre el profesor Gomez... todas esas cosas sonaban demasiado aterradoras.

Entonces, sin que dijera nada, se acercó y me abrazó. Ese abrazo se sintió liberador. Como si hubiera estado huyendo de algo por mucho tiempo y por fin encontrara un sitio seguro. Me sentí a salvo. En paz. Aliviado. Como si acabara de despertar de una pesadilla y descubriera que todas esas cosas horribles no existían.
Lo abracé con fuerza, como si temiera que se fuera. Como si en cualquier momento pudiera desaparecer. Como si yo estuviera a punto de despertar de un sueño y regresara a la realidad en donde todos me observaban y hablaban entre ellos.

Cerré los ojos. Traté de converserme a mí mismo de que nada de eso iba a pasar. Que ya nada malo podría pasarme. Respiré profundo un par de ocasiones.

— Me siento como un tonto— susurró él.
— ¿Por qué?— pregunté. Ninguno de los dos se movió. Seguíamos abrazados.
— Porque pasaste por todas esas cosas y... no estuve contigo. Sólo me quedé ahí, imaginando cosas.
— ¿Imaginando cosas?
— Sí— dijo él—. Te veías bien así que imaginé que yo no te importaba. También pensé que andabas con la chica rubia pero resulta que es tu hermana. Sólo pensé en mí mismo todo el tiempo. Y cuando todos hablaban de que Victoria salía contigo, me sentí muy triste porque... ella es genial y... no podía odiarla porque te gustara aunque internamente deseaba que desmintieras todo eso pero no lo hiciste y...

Me separé inmediatamente. Lo observé.

— ¿Por eso te veías tan triste?— pregunté.
— Por eso y por todo— dijo, se veía bastante decaído.
— No había forma de que intentara parar los rumores— dije—. Estaba tan abrumado que no supe reaccionar de ninguna forma.
— Debí suponer eso— dijo.

Al verlo entendí que había un gran problema entre ambos que en retrospectiva, nos hubiera hecho terminar lo que teníamos aunque no existiera ningún impedimento para nuestra relación. Confiábamos muy poco en nosotros. Yo lo había dejado todo simplemente porque creí en las palabras de Logan. Él no se había acercado a mí debido a que me imaginaba con otra persona. Desde el principio no teníamos una relación sólida. En parte porque me había negado a entregarle toda mi confianza.
No me sorprendió que con tantas cosas lo nuestro se hubiera derrumbado tan fácilmente.

— ¿Dudas de mí?— pregunté—, ¿Alguna vez dudaste de lo que sentía por ti?
— Muchas veces— dijo—. Algunas porque pensé que éramos muy diferentes. Otras porque sentía que no era lo suficiente para ti y que me cambiarías por alguien más. Alguien que fuera más como tú.
— Yo también lo hacía— dije, quería ser tan honesto como él lo era—. Admito que me daba miedo entregarte todo de mí. Aunque tú me contaste muchas cosas de ti, yo no lo hice de ese modo. No podía arriesgar todo. La parte teórica de mi mente me decía que era muy arriesgado. Pero mi corazón quería estar contigo. Además... pensé que quizá sólo me querías por un rato.
— ¡Eso nunca podría ser así!— dijo alterado—, ¡No soy así! Jamás podría estar con alguien si creyera que sólo estaremos un rato.
— Lo sé ahora— dije—, pero antes dudaba de todo. Parecía que lo nuestro duraría pero que al mismo tiempo se desvanecería en el aire...
— ¿Dudas ahora? ¿Aún después de que te dije todo lo que siento?
— No— dije—, no. Quiero estar contigo. Completamente. Pero quiero solucionar esto. Que no quede ninguna duda.
— Entonces hazlo. Dime qué quieres saber. Qué quieres que haga. Lo haré. Sólo no me hagas pasar otro día más de mi vida sin ti. No lo soportaría.

Yo tampoco, pensé.

— ¿Por qué pensabas que en algún momento te dejaría?— pregunté.
— Porque parecía demasiado bueno.
— Tú eres demasiado bueno para mí— dije.
— Pero no soy igual a ti. No creo poder ser nunca ni la mitad de lo que eres.
— No tienes que serlo— dije, nos observamos—. Eres perfecto para mí así como eres.
— ¿En serio? ¿Tal como soy?
— Sí— dije.
— ¿Aunque me equivoque con algunas palabras?
— Claro que sí— dije—. Aunque deberías trabajar en eso.

Sonrió. Me observó. Amaba los ojos de Ben con locura. Estaba pensando en lo que estaba pasando cuando una pregunta llegó a mi cabeza de manera espontánea.

— ¿Siempre has creído que el hecho de no ser tan parecidos es un problema?— pregunté—. Porque cuando empezamos a salir no te importaba.
— No, pero Logan me hizo ver muchas cosas. He estado todo el tiempo con él. Es un buen amigo... espera un momento— dijo él como si diera cuenta de algo—, creo que las cosas estaban bien antes de que Logan intefiriera.
— Extrañamente es cierto— dije—, ya lo había pensado. Pero no creo que sea lo que piensas. Es nuestro amigo.
— Sí pero es confuso...
— Hablaré con él— dije—. Hay cosas que debo saber.
— Yo también necesito hablarle.
— Deja que yo lo haga— dije—. Tenemos un asunto pendiente.

Lo pensé. Definitivamente había sido él. Me había separado de Ben y luego lo había malipulado para que no se atreviera a acercarse a mí. Estaba seguro de que le había dicho muchas cosas. Ben le gustaba. Me sentí estúpido porque en algún momento pensé que estaría bien que saliera con Ben. Pero ya no más. Era mi Ben.

No se lo dejaría ni a él ni a nadie.

Café por la mañanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora